jueves, 9 de julio de 2020

Chocolate: Capítulo 14

Paula había apartado la silla y se había puesto de pie.

—Gracias por pensar en mí. No estoy segura del criterio que ha empleado para su selección, pero me siento halagada de igual modo, a pesar de que mi respuesta vaya a ser «no». Harían falta meses para planear un concurso como ese, que es lo que los demás habrán hecho. A menos, por supuesto, que usted ya haya tratado de convencer a otros chefs y estos le hayan rechazado. ¿Es eso?

—No voy a negarlo. Sí que le pedí recomendaciones a algunos de mis amigos, pero todos parecían estar ocupados este fin de semana o tenían otra excusa muy conveniente para no poder arriesgarse con una pequeña empresa independiente.

—¡Aja! —exclamó ella—. Ahora están las cosas un poco más claras. Usted les ha presentado su idea a todos los chefs de la ciudad y nadie quiere trabajar con usted. No sé si sentirme insultada por ser el último plato o encantada de que haya visto mi puesto esta mañana y ahora hayamos tenido esta entretenida conversación. Encantada de haberle conocido. ¡Buena suerte!

—¿Supondría alguna diferencia que le dijera el premio tan especial que esa cadena hotelera ofrecer al ganador del concurso?

—Tendría que ser espectacular para interesarme, no solo especial — replicó Paula con desdén.

—¿Qué me diría de un contrato de un año para suministrar los postres a toda la cadena hotelera por todo el mundo? El ganador tendría que viajar por todo el mundo para promocionar los postres y hacer unas cuantas demostraciones, pero estamos hablando de viajes de primera clase, de los mejores y más frescos ingredientes. El nombre del ganador aparecería en todas las cajas de bombones que se vendan o en todo lo que se sirva a los clientes. Por supuesto, el hotel pagaría una campaña de publicidad y daría al ganador la clase de prestigio que el marketing no puede comprar.

Pedro se detuvo un instante. Entonces, levantó la mano derecha con los cinco dedos extendidos.

—Ah, y una cantidad de cinco cifras que se tendrían que repartir el proveedor y el maestro chocolatero. Un incentivo extra —dijo.  Entonces, miró a Paula a los ojos y sonrió—. Lo único que tendría que hacer es trabajar conmigo cuatro días a finales de semana. Con su talento y mi chocolate, ¿Cómo íbamos a perder? —concluyó, con una voz tan seductora, cálida y suave como el mejor chocolate fundido.

Paula respiró profundamente y trató de calmar su temperamento irlandés. ¡Un concurso en una conferencia internacional de productores de cacao! Evidentemente, Pedro no tenía ni idea de cuánto trabajo implicaría crear una variedad de recetas adecuadas para una conferencia de especialistas tan selecta. Por supuesto que le atraía todo lo que el hotel podía ofrecer y el premio en efectivo era precisamente lo que necesitaba para mostrar al banco que iba en serio y que tenía algo de capital que la respaldara. Sin embargo, para tener alguna posibilidad en aquel concurso, necesitaría una enorme inversión de tiempo y energía. Desgraciadamente, solo tenía unos pocos días para conseguir todo lo que necesitaba. Sencillamente, no tenía tiempo para prepararse. No podía arriesgarse a dañar su emergente reputación participando en un concurso para el que no estaba preparada y en el que los miembros del jurado seguramente serían maestros chocolateros de primera clase… ¿O sí? Un ruido procedente de la cocina del restaurante la hizo volver al mundo real. Acababan de ofrecerle un trabajo de verdad. No quería trabajar para nadie, pero trabajar para Marco en el restaurante era una gran oportunidad, real, en vez de las ideas de cuento de hadas de ganar un prestigioso concurso de chocolateros.

—Se ha quedado muy callada —dijo Pedro inclinándose ligeramente para poder mirarle a la cara—. ¿Asombrada? ¿Emocionada, tal vez?

—Lo siento mucho, pero simplemente no hay suficiente tiempo para preparar un concurso que tiene lugar la próxima semana. Si accediera, nos estaría defraudando a ambos. La verdad es que no quiero trabajar para una cadena hotelera a tiempo completo. Mi sueño es abrir mi propia tienda, ser mi propio jefe y crear los postres que verdaderamente me apasionan. Lo que usted me está sugiriendo es algo completamente diferente. Lo siento, pero no soy la persona que usted está buscando. Estoy segura de que encontrará a otra que sea perfecta para este concurso.

Con eso, Paula extendió la mano derecha y sonrió. Pedro se la estrechó y la apretó suavemente. Su piel era cálida y ella podía sentir los callos que tenía en la palma de la mano. Era la mano de alguien que trabajaba la tierra, una mano sincera. Una mano que le costó trabajo soltar.

—¿Al menos lo pensará? —le preguntó mientras se sacaba una tarjeta de visita de la cartera—. Ah, y no se olvide de la muestra.

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