martes, 28 de julio de 2020

Chocolate: Capítulo 34

Se levantó de la mesa y fue a buscar platos y cubiertos. Sabía que Pedro estaba observando todos sus movimientos. Había llegado el momento de evitar que él siguiera sufriendo. Si él podía hacer el sacrificio y ser noble, ella también podría hacerlo diciéndole la verdad, aunque no necesariamente en su totalidad.

—La respuesta breve a tu pregunta es sí. Es suficiente —dijo. Volvió a sentarse y alcanzó la mermelada y la mantequilla—. Sin embargo, también hay una respuesta larga. ¿Recuerdas que Marcos mencionó que yo había trabajado en París para Barone? ¿Sí? Bueno, pues deberías saber que conocí a mi primer amor en París. Era un chocolatero y, entre los dos, planeamos hacernos los dueños del mundo del chocolate. Éramos los mejores en el negocio y nada iba a impedirnos llegar a la cumbre.

Paula comenzó a comerse el croissant mientras Pedro la escuchaba en silencio, aunque con más interés que preocupación.

—La relación terminó mal. He tardado tres años de duro trabajo en reconstruir mi vida y la seguridad en mis habilidades hasta el punto en el que puedo pensar en salir sola. Por eso quiero mi propia tienda. Así podré tomar mis propias decisiones. Ese concurso que tú me has propuesto me va a ayudar a conseguirlo, pero si vamos a ganar, tenemos que dar el todo por el todo y no permitir que nuestras vidas personales se interpongan. ¿Podrás hacerlo, Pedro? ¿Es eso suficiente para tí?

Pedro asintió una vez. Después, estiró la mano izquierda y la colocó sobre el brazo de Paula.

—Tienes mi palabra. Haré todo lo que esté en mi mano para ayudarnos a ganar este concurso. Ahora somos un equipo. Después, ya seguiremos adelante con nuestras vidas. Te ruego que me creas. Sé lo importante que esta conferencia es para ambos. Cuando tengo que hacerlo, puedo centrarme en los negocios.

—Te creo. De hecho, te creo lo suficiente como para llevarme el chocolate a Londres y hacer todo lo que pueda para crear algo sorprendente para el concurso. Haré todo lo que pueda, Pedro. Tienes mi palabra.

—En ese caso —replicó él—, ¿Te importaría que les diera estos croissant a los pájaros y tostara unos bollitos blancos? Me apetece algo crujiente y muy inglés para desayunar.

Ella lo miró a los ojos y le dedicó una sonrisa que reflejaba lo bien que entendía que Pedro no se estaba refiriendo simplemente a la comida.

—Pensaba que jamás me lo sugerirías.


Pedro se enderezó la corbata con una mano mientras tiraba del cuello de su elegante camisa de vestir con la otra. Se había olvidado de lo encorsetada que resultaba la ropa de vestir, pero merecía la pena. No. Más bien Paula merecía la pena. Los últimos dos días habían sido un torbellino de actividad. Parecía casi imposible que estuvieran por fin allí, en el hotel de Cornualles, con todo lo que necesitaban para conseguir que el Equipo Alfonso fuera el ganador. Había apalabrado compradores para su cacao y Paula había dado por terminadas las recetas. Lo que tenían que hacer en aquellos momentos era trabajar con más fuerza que nunca para conseguir el éxito. Ojalá él se pudiera acordar de cómo se ponía una corbata… Tal vez Paula podría echarle una mano. Estaba al otro lado del pasillo y…

Pedro dejó caer las manos sobre la cómoda de su habitación y se miró en el espejo. ¿Qué estaba haciendo? Podría ser que el resto de los delegados llevara puestas corbatas, pero ciertamente no era su estilo. Odiaba las corbatas y todo lo que se asociaba a ellas. Tal vez se la pusiera para una de las presentaciones más formales que tenía que dar como parte del programa de la conferencia, pero ¿Para un cóctel? Se quitó la corbata y la arrojó sobre la cama. Entonces, se desabrochó los dos botones superiores de la camisa y respiró aliviado. Quería que Paula lo viera con un traje. Ella lo había desafiado a hacer todo lo que pudiera por ella y eso era precisamente lo que Pedro tenía la intención de hacer. El traje era parte de la imagen profesional que quería transmitir para los otros delegados y compradores de cacao.

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