jueves, 2 de julio de 2020

Chocolate: Capítulo 7

Paula Chaves entró en el minúsculo despacho que había al lado de la cocina del restaurante y se dejó caer sobre un taburete. Había llegado con tan solo unos minutos de antelación después de dirigirse a su casa para recoger unos postres de chocolate para el restaurante. El cocinero jefe del restaurante de una de las galerías de arte más importantes de Londres se había convertido en uno de sus mejores clientes, por lo que estaba encantada de hacer en persona aquella entrega.

Marcos le había dado la oportunidad de producir una variedad de postres y chocolates artesanales sobre los que ella tan solo había podido soñar años atrás en la panadería de su padre. Cada uno de ellos era la práctica perfecta para la única cosa que ella había deseado siempre. La única cosa por la que se había esforzado día tras día, semana tras semana y mes tras mes. Año tras año… y habían pasado muchos años desde París. Su propia chocolatería, en la que serviría unos deliciosos bombones artesanos confeccionados con el mejor chocolate orgánico. Su chocolatería iba a ser la fantasía de cualquiera. Ese era su sueño y estaba a punto de hacerlo realidad. Tenía las recetas. Tenía ideas para la tienda y sobre cómo sería su decoración. Incluso se imaginaba el olor, con todos los bombones expuestos. Sería maravilloso. Lo único que necesitaba en aquellos momentos era un proveedor del mejor cacao orgánico y estaría preparada para entrar en el banco con una propuesta empresarial que los dejaría a todos boquiabiertos. Además, llevaría algunas muestras por si las negociaciones se ponían difíciles. Iba a ocurrir porque ella iba a hacer que ocurriera. Por fin podría mostrarle al mundo lo que podía hacer la hija de un panadero de una pequeña ciudad de provincias, tal y como su padre había predicho que ocurriría. Sola. No necesitaba que, de nuevo, un chocolatero famoso se llevara el mérito. Era una pena que su padre no hubiera vivido lo suficiente para ver cómo ella alcanzaba su sueño.

Paula aún estaba recuperando el aliento cuando Marcos se acercó a ella, se secó las manos en el paño que llevaba colgado del delantal y le estrechó la mano.

—Gracias por venir tan rápidamente, Paula. Hoy ha sido una locura ahí fuera. Tenemos todo reservado para almorzar y cenar durante las próximas dos semanas. Por supuesto, no me quejo. Ni mucho menos, pero esta situación me deja con un problema. Un problema muy grande. Me refiero a tí, jovencita —añadió mientras señalaba a Paula con el dedo.

Paula tragó saliva.

—¿Yo? ¿Hay algún problema con su pedido? Lo repasé con el ayudante del chef cuando entregué las bandejas. Siento mucho si…

—No, no —replicó Marcos mientras tomaba asiento—. No hay ningún problema con tus postres. De hecho, se trata más bien de lo contrario. En cuanto probé tus creaciones, supe que los postres que nos proponías serían muy populares con las damas que almuerzan aquí, pero no tenía ni idea de cuántas porciones serviríamos. Has visto cómo los pedidos se doblaban en las últimas semanas y anoche nos quedamos sin el pastel. A nuestros clientes no les sentó bien. Y eso me trae al porqué te he pedido que te quedes aquí unos minutos. Tengo una propuesta para tí. En estos momentos, yo realizo mis pedidos a través de la empresa de Sofía, lo que estaba bien para pedidos ocasionales. Sin embargo, eso era antes de que yo descubriera lo buena que realmente eres. Nosotros nos ocupamos de cuatro galerías de arte en esta ciudad y, por ello, resulta que necesitamos un chocolatero profesional como tú para que se ocupe de dirigir la sección de postres.

Paula se quedó sin aliento. Tan sorprendida estaba que ni siquiera pudo responder.

—Sé que quieres abrir tu propia chocolatería, en la que puedas colgar un cartel con tu nombre encima de la puerta. Eso me lo dejaste muy claro el primer día que entraste en mi cocina y es algo que no tiene nada de malo. No tienes por qué no hacerlo, pero piensa en esto. ¿Qué te parece si hacemos que tu nombre figure en el menú y hacemos que esto sea un trabajo a tiempo completo, con tu propia zona en la cocina y un ayudante para que te eche una mano? Podrías llegar a cientos de personas todos los días con tus postres y tendrías flexibilidad para experimentar con nuevas recetas. Comprar el chocolate que quieras. El trabajo es tuyo si lo deseas. Ahora, puedes volver a respirar.

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