martes, 2 de junio de 2020

Dulce Amor: Capítulo 14

«De modo que no salía con nadie…», pensó Pedro, viendo cómo Paula subía a su coche a toda prisa y arrancaba prácticamente quemando la goma de los neumáticos. Eso le decía todo lo que tenía que saber. Paula Chaves no salía con nadie… Era una monada, refrescante, natural, evidentemente soltera y en lo mejor de la vida. Probablemente tendría hombres llamando a su puerta a todas horas. ¿Y no salía con nadie? Además, se dedicaba a una causa perdida: La resurrección de Kettle Bend a través de sus fiestas anuales. Pero al menos era una causa que no podía hacerle daño.

Alguien le había roto el corazón, estaba seguro. Y por cómo había mirado a Franco, con una expresión completamente serena, feliz, eso era lo que quería de la vida. Ese anhelo estaba escrito en su cara, en su tierna expresión cuando miraba al niño, en el suspiro inconsciente cuando Ralf apoyó la cabecita en su pecho. Paula quería una familia, hijos, seguridad. Había sido muy inteligente por su parte marcharse. Y él había sido inteligente por dejarla ir. Sus objetivos en la vida no podían ser más diferentes. Él tenía un trabajo que le gustaba y que hacía bien, pero que no le permitía tener la clase de vida que ella anhelaba. Por culpa del maldito vídeo, todo el mundo quería creer algo que no era. Pero conocía sus limitaciones demasiado bien. Y el objetivo de Paula estaba escrito en su cara mientras tenía a su sobrino en brazos. Era una de esas personas ingenuas que creía que el mundo podía cambiar a base de fuerza de voluntad. Su devoción a la organización de las fiestas de Kettle Bend era la prueba de eso. Estaba seguro de que podría matar sus ilusiones en cinco minutos. No deliberadamente, él no era una persona cruel, sino con el escepticismo que había desarrollado después de muchos años lidiando con lo peor de la sociedad. Si sus ilusiones la hacían feliz, aunque fuesen una quimera, lo mejor sería dejar que las conservase. Sus vidas volverían a encontrarse porque había aceptado dar las entrevistas, pero después se olvidaría de ella y del extraño anhelo que sentía cada vez que la miraba. «Descanso».


—¡No necesito descansar! —dijo en voz alta, irritado. Franco despertó en ese momento y Joaquín apareció corriendo, con la cara pintarrajeada con un carmín de labios de su madre—. Salvo de esto…


Al día siguiente, Paula lo llamó al móvil. Estaba trabajando, pero era una mañana muy tranquila, incluso para Kettle Bend. Habría sido una buena mañana para limpiar coches patrulla, pero no le apetecía. Aunque por el momento, el orgullo le impedía contarle a su jefe que había aceptado dar las entrevistas después de todo.  Y Pedro se dió cuenta, inquieto, de que se sentía alegre al escuchar su voz.

—¿Cómo está tu cuñado?

—Mejor, la operación ha ido bien. Estará unos días en el hospital, pero mi hermana volverá a casa esta noche.

Silencio. Pedro sabía que quería preguntarle cómo estaba Franco y si habían ido a cenar a Hombre’s. Pero no lo hizo. Evidentemente, también ella tenía sus reservas. Y así era como debía ser. Parecía distante cuando le preguntó si podían verse. Había preparado las entrevistas, y como le había prometido, antes de darlas harían un ensayo. Muy bien, lo haría. Y luego podría dejar atrás el capítulo de Paula Chaves.

—¿Quieres que vaya a tu casa? —le preguntó.

—No, mejor no —respondió ella.

Era un alivio. Había algo en su casa, una sensación de hogar, que podría tirar las barreras que debía mantener levantadas entre ellos.

—Mi casa está hecha un asco, llena de mermelada por todas partes.

—No te gusta hacer mermeladas, ¿Verdad?

Podría haberse dado de bofetadas por decir eso. Era una pregunta personal… ¿Qué pasaba con sus barreras? Era como si hubiese dicho: «No eres feliz. ¿Por qué? ¿Qué te pasa? ¿Por qué no te sientes satisfecha con tu vida?». Afortunadamente, la pregunta consiguió que ella levantase sus barreras y no al contrario.

—¿Por qué dices eso? —replicó Paula, a la defensiva—. Me encanta el negocio de mi abuela. Me encanta hacer mermeladas y compotas.

«Déjalo», pensó Sullivan. Pero no lo hizo.

—Ya.

—¡Es verdad!

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