martes, 21 de enero de 2020

Venganza: Capítulo 8

—Como no he deseado nada nunca —respondió. En ese momento supo que estaba allí porque sentía mucho más que una simple conexión física con ese hombre.

—Dime que lo necesitas —le dijo, y con un diminuto y sutil movimiento Paula lo sintió deslizarse en su interior.

―Oh…

Él se adentró un poco más.

—Dímelo —le pidió con la voz entrecortada.

Obedeciendo a sus instintos más primarios. Cara alzó las caderas ayudándolo a deslizarse más adentro.

—Necesito esto. Te necesito a tí. Por favor, Pepe… por favor…

Con un intenso gemido de masculina satisfacción, Pepe sujetó las caderas de ella antes de tomar uno de sus pezones en su boca mientras se movía dentro. Paula gritó, incapaz de contenerse. Había oído historias sobre el dolor de la primera vez, pero lo único que sintió fue un placer tan intenso y puro que podría haberllorado. Pepe se retiró levemente.

—¿Te he hecho daño?

Ella negó con la cabeza enérgicamente.

—No… Nunca había sentido algo así.

Pepe la agarró con fuerza de las caderas y volvió a adentrarse en ella, con más fuerza esta vez. La había llamado hechicera, pero él era un mago por lo que estaba haciéndole sentir. Tenía la piel resbaladiza por el sudor y, con la voz entrecortada ante sus movimientos cada vez más rápidos y desesperados. Paula le suplicó:

—Por favor, Pepe… por favor.

Con los ojos abiertos de par en par y conteniendo la respiración, lo miró a la cara. Los altos pómulos de Pepe estaban algo enrojecidos y los ojos le brillaban con un tono tan oscuro que no pudo interpretar esa mirada. Después, mientras él se movía dentro de ella, Paula llegó al éxtasis y lo sintió a él liberando su poder en su interior. El peso de Pepe sobre su cuerpo resultaba delicioso. Tenía las piernas alrededor de él, y los brazos alrededor de su cuello. No quería soltarlo. Su conexión era tan intensa que resultaba abrumadora. Sus corazones palpitaban a la vez contra suspechos. Tras unos largos momentos, Pepe se apartó y, abrazados, se quedaron tumbados el uno frente al otro. Por primera vez en mucho tiempo. Paula se sintió en paz. Como si hubiera regresado a su hogar después de un largo y arduo viaje.

Pedro volvió a la realidad con una dolorosa claridad. Podía sentir el seductor cuerpo que se aferraba a él, sentir su brazo rodeándola de un modo tan posesivo. Había perdido el control y todo se le había ido de las manos. Desde el momento en que la había visto en el bar y había mirado esos enormes y misteriosos ojos verdes, todo había cambiado. No había contado con que sólo con verla la deseara como nunca antes había deseado a nadie. Resultaba vergonzoso y esa vergüenza lo consumía. Guiado por un impulso, por algo que ni siquiera ahora podía comprender, le había dicho que se llamaba simplemente Pepe… había ocultado su verdadera identidad. El rostro de Paula lo había embelesado; ese rostro exquisitamente claro, con unas pecas que la hacían parecer tan joven e inocente. Con cuidado de no despertarla, se apartó de su lado y forzó a su mente a olvidar lo que había sucedido, a olvidar el hecho de que había ido demasiado lejos. Se recordó que ya la había visto en acción antes de siquiera conocerla, tirada sobre la barra del bar. Estaba claro que era una consumada seductora bajo una máscara de inocencia. Por un momento había tenido la ridícula sensación de que tal vez era virgen, pero ella pronto había desecho esa posibilidad al mostrarse tan receptiva, al tomarlo con una confianza que sólo podía ser fruto de la experiencia. No tenía más que ver la rapidez con la que se había dejado tender en la cama, con esa actitud diseñada para excitar a un hombre.

Al sentarse en el borde de la cama, antes de levantarse, admitió que se habían unido de un modo tan apasionado que no recordaba la última vez que había experimentado eso… si es que lo había hecho alguna vez. Fue hacia el baño, furioso consigo mismo por lo que acababa de hacer. Sin embargo, pensó que tal vez ésa podría ser la más dulce de las venganzas, porque Paula se había ido a la cama con él sin saber quién era y, sin duda, con la esperanza de que él mantuviera su exorbitante estilo de vida ahora que su hermano se había ido. Se dijo que la había invitado a acompañarlo al hotel sólo para probarla y no porque la hubiera deseado con unas ganas que rozaban la desesperación. Pero sabía que durante el momento que había estado frente a ella bajo el frío aire de la noche, se había olvidado de Malena y de lo que esa mujer le había hecho a su hermana. Pero no se dejaría engañar; de bien pequeño había aprendido la lección sobre lo manipuladoras que podían ser las mujeres. Su propia madre se lo había enseñado.

Las mujeres sólo se preocupaban de sí mismas y Paula Chaves estaba haciendo exactamente eso… buscando a un hombre que la mantuviera… Su hermano había seducido a su hermana con la intención de despojarla de su fortuna y luego abandonarla y ahora Pedro le haría a Paula algo similar. Ya no se sentía culpable, enterró en lo más profundo de su ser toda clase de emociones y se convenció de que lo único que había hecho había sido aprovecharse de ella para obtener un intenso placer físico. Y eso no tenía nada de malo. Cara era una mujer bella y bien versada en la vida. Estaba adelantada a su edad y sin duda poseía una astucia de la que su hermana siempre había carecido. Malena había sido una presa fácil para alguien tan despiadado y corrupto como Ariel Chaves.

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