martes, 28 de enero de 2020

Venganza: Capítulo 14

Sus palabras se detuvieron al sentir un fuerte dolor en el brazo; Pedro la había agarrado y la estaba alejando de allí, tirando de ella entre la multitud con tanta facilidad como si pesara poco más que una pluma. Abrió la boca y, como si le hubiera leído la mente, él le dijo:

—Ni una palabra más, Chaves.

La multitud se separó como el Mar Rojo y enseguida llegaron a la puerta del salón de baile. Antes de poder darse cuenta, Pedro la había llevado hasta una esquina del vestíbulo.

—No has tenido por qué sacarme de ahí como si fuera una niña de dos años — le dijo ella frotándose el brazo cuando la soltó.

Nunca hasta ahora lo había visto tan furioso… y ¿Cómo era posible que, a pesar de ello, pudiera estar fijándose en lo impresionante que resultaba vestido con un esmoquin tradicional? Estaba más guapo de lo que recordaba, si eso era posible, y le dolía como si la hubiera atravesado un puñal pensar que tal vez sentía algo por él a pesar de cómo la había tratado.

—¿Ah, no? ¿Y qué tendría que haber hecho? ¿Dejarte soltar toda la sórdida verdad? ¿Que eres responsable de…?

—¡Para! —le susurró con desesperación, de pronto abrumada por verse tan cerca de él. —¿Qué estás haciendo aquí?

—¿Qué estás haciendo tú aquí? —le contestó ella con la intención de ganar tiempo y sabiendo perfectamente bien por qué estaba allí. Su furia estaba disolviéndose y formando una masa de emociones confusas ahora que lo tenía delante.

—Tengo negocios aquí, aunque no es algo que a tí te importe.

Paula respiró temblorosa y miró a otro lado. Ya estaba allí. Tenía que hacerlo. A eso había ido. Él tenía que saber lo que había hecho.

—Bueno, yo también tengo unos asuntos aquí. Algo que tengo que tratar contigo.

Pedro se acercó a ella y vio cómo se abrieron sus ojos y se le sonrojaron las mejillas. Volvió a inhalar su aroma y le sorprendió ser capaz de no bajar la mirada a su cuerpo, a sus pechos. Tenía el vivido recuerdo de haberle cubierto uno de sus pechos, de lo bien que había encajado en la palma de su mano, y de cómo había sido el tacto de ese terso pezón bajo su dedo. ¡Y de cómo había sabido! En sólo un instante, una erección tomó forma bajo sus pantalones y eso le hizo recordar que ninguna mujer desde entonces había vuelto a encender su libido. Se excitó como un colegial viendo por primera vez a una mujer desnudándose. No podía creerlo.

—¿Y bien? ¿De qué se trata? Dímelo ahora mismo o haré que te echen a la calle.

Paula se negaba a sentirse intimidada y se acercó más a él antes de decirle:

—Estoy embarazada de tí. Me temo que las consecuencias de tu venganza de aquella noche han ido más allá de lo que te esperabas.

Pedro se quedó quieto por un momento antes de dar un paso atrás.

—No es posible. Usé protección —le dijo con expresión de alivio.

—Bueno, debió de romperse o algo así, porque, te guste o no, estoy embarazada. De tu hijo.

Pedro visualizó por un momento la imagen de Pablo y Mariana y de lo protector y atento que su amigo se mostraba con su esposa embarazada. Después, intentó tranquilizarse con la idea de que Cara Paula mintiendo. Tenía que estar mintiendo.

—¿Has tardado dos meses en planear la forma de volver a mí? —dijo entre risas—. ¿Y me vienes con esto? ¿Qué pensabas que sucedería? ¿Que te suplicaría que te casaras conmigo por el bien de nuestro hijo? ¿Es que no has podido encontrar a otro millonario iluso al que timar… a Sebastián Mortimer, por ejemplo? ¿A su padre verdadero?

A Paula se le encogió el corazón.

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