jueves, 30 de enero de 2020

Venganza: Capítulo 18

Y sin embargo ahora, con la evidencia en un pedazo de papel en la mano, finalmente tenía que admitir que esa noche no había tenido el más mínimo cuidado. Prácticamente lo mató la posibilidad de poder haber engendrado un hijo. Su determinación a no tener familia había sido fruto de un juramento hecho hacía mucho tiempo. Incluso su padre sabía que eso era algo que no podía pedirle después de todo lo que había pasado en su familia. Pero después se recordó que su padre había esperado que Malena lo hiciera abuelo… Y ahora esta mujer. Paula Chaves… Tenía algo contra lo que no podía luchar. Era diferente al innumerable número de mujeres con las que había estado, era más peligrosa.

—Ni siquiera has tenido que ir a buscarme, yo he venido a tí. Qué oportuno, ¿no?

—Descubrí que estaba embarazada la semana pasada y después vi el artículo en el periódico diciendo que ibas a venir a Dublín.

—Pero no hay duda de que me habrías informado de mi inminente paternidad tarde o temprano.

—Sí… Te lo habría dicho.

—Por supuesto que sí —respondió él, furioso.

A juzgar por su expresión. Paula entendió que había interpretado mal sus palabras. Ella se lo habría contado porque, independientemente de lo que hubiera pasado, creía que él tenía derecho a saberlo, y no porque quisiera obtener un beneficio económico. Pero él no la creería, y por eso no dijo nada y se limitó a alzar la barbilla. Pedro la miró, vió su determinación en su gesto y en sus ojos verde oscuros. No iba a echarse atrás, y no admitiría que ese bebé era de otro hombre. Eso le dejaba a él sin ninguna opción y, por mucho que odiara decirlo, tenía que hacerlo.

—Bueno, entonces, no tenemos elección. No puedo marcharme de aquí sin tí.

Paula lo miró con recelo.

—¿Qué quieres decir?

Durante un desesperado momento, ella deseó poder fingir que había mentido, que el bebé no era suyo. Pero no podía. Su moral y el respeto por su hijo no se lo permitirían.

—Esto es lo que quiero decir.

A Paula la recorrió un escalofrío.

—Podrías haberte acostado con alguien más después que conmigo, pero supongamos que estés embarazada de mi hijo. Eso lo cambia todo. No dejaré que intentes amenazarme o chantajearme con esto.

Paula apretó los puños y le dijo entre dientes:

—Es tu bebé, pero puedes alejarte de su lado. Siento habértelo contado.

Pedro se rió fríamente.

—¿Alejarme? Oh, seguro que sí. Y en cuanto te quedes sola venderás la historia a los periódicos para intentar manipularme. Si no me responsabilizo del bebé, puedes demandarme y manchar el nombre de mi familia —sacudió la cabeza—. No, de ninguna manera.

Paula se estremeció y se aferró con fuerza al respaldo del sillón que le estaba ofreciendo poca protección contra el hombre que tenía delante. El miedo corría por sus venas.

—¿De qué estás hablando?

—Mi padre ha visto las noticias. El es un hombre tradicional y quiere conocer a la madre de su nieto —dijo con cara de disgusto—, la mujer que ha logrado cambiar a su hijo. Se está recuperando de un infarto. Tu hermano y tú le hicieron mucho daño, pero no dejaré que le hagas más daño al no concederle el deseo de conocerte. Sobra decir que no sabe que la mujer que participó en la muerte de su hija es la futura madre de su nieto —la miró de arriba abajo—. Si llevas a mi hijo en tu vientre, como dices, sólo se puede hacer una cosa. En media hora partiremos hacia Roma, y nos casaremos lo antes posible. Aunque la idea de casarme contigo me revuelve las entrañas, ya que el matrimonio no es algo que valoro, no me supondrá ninguna emoción hacerlo y me servirá para tenerte vigilada y para darle legitimidad al heredero Alfonso. Además, salvará mi reputación. Nuestras acciones ya han estado tambaleándose con el escándalo que se está formando.

—Eso nunca. Jamás me casaría con alguien como tú —dijo horrorizada.

—Entonces, ¿Estás dispuesta a firmar un documento legal negando que el niño es mío y jurando que no volverás a ponerte en contacto conmigo durante el resto de tu vida? Porque ésa es la única alternativa al matrimonio.

Deseó poder decirle que sí, pero en un instante vió un futuro en el que ella estaría negándole a su hijo el derecho a conocer a su padre y no pudo hacerlo. Negó con la cabeza sabiendo que estaba sellando su destino. Una expresión de intenso cinismo atravesó el rostro de Pedro.

—Lo que suponía. Serás recompensada por ser la madre de un heredero Alfonso y a su debido tiempo seguirás tu camino. Yo tendré la custodia completa del niño.

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