De pronto la invadió una extraña euforia: al día siguiente volvería a casa y se alejaría de Londres, que nunca había sido su hogar. El hecho de que ese club y sus empleados hubieran sido como su casa después de la muerte de sus padres, lo decía todo. Pero entonces, de pronto, el terrible recuerdo del accidente volvió a incrustarse en su cerebro. Fue como revivir una película de miedo; ese momento en el que vio el coche ir hacia ellos y fue incapaz de gritar a Ariel para avisarlo. Sintió un fuerte dolor en su interior y bajó la mirada. ¿Cómo podía haberse olvidado por un segundo de la tragedia acaecida hacía escasos días y de la que, según los médicos, había sobrevivido milagrosamente? Pepe. El corazón se le detuvo un instante antes de volverle a latir. Él le había hecho olvidar por un momento y le estaba haciendo olvidar en ese mismo instante. Volvió a mirarse en el espejo ignorando el brillo de sus ojos; no le sorprendería que él se hubiera marchado cuando volviera a la barra. Conocía demasiado bien a esa clase de hombres; los que frecuentaban el pub eran hombres de negocios que competían por ver quién compraba el champán más caro y quién se iba con las mujeres más bellas.
Sin embargo, Paula tenía que ser sincera consigo misma porque Pepe no le había dado esa impresión. Parecía demasiado sofisticado. No había duda de que era rico, eso se veía a la legua, y sólo ese detalle la hacía estremecerse porque ya había visto a demasiados millonarios y detestaba la obsesión de muchos de ellos por el poder. Contempló la idea de pedirle a uno de sus compañeros que fuera a la barra para recuperar sus cosas y así evitar volver a verlo, pero decidió despojarse de su miedo. Podría ocuparse de la situación… si es que él seguía allí… Sin embargo, cuando volvió a entrar en la zona VIP, Pepe ya se había ido y, a pesar de habérselo esperado, la invadió una fuerte decepción. Aún estaba intentando controlar esa reacción cuando Sergio, uno de los camareros, le entregó una nota:
"Cielo, he tenido que irme… una crisis doméstica con Simón. ¡Te llamo mañana antes de que te marches! Juan".
De nuevo, decepción, ya que había tenido la esperanza de que la nota fuera de Pepe, lo cual era ridículo ya que sólo habían hablado durante escasos minutos. Cuando estaba recogiendo su teléfono y su abrigo, oyó un ruido tras ella, una voz familiar.
—¿Es demasiado tarde para pedirte que tomes otra copa conmigo?
No se había ido! Un gran alivio la embargó y sintió que no quería que ese hombre volviera a alejarse de ella. Se giró y, al mirarlo a la cara, volvió a perderse en esos fascinantes ojos y quedó cautivada por la brusca belleza de su rostro.
—Bien. He reservado una mesa privada y he pedido una botella de champán.
Paula se vió incapaz de responder con coherencia y Enzo la tomó del brazo para llevarla hacia la mesa.
—Bueno —dijo él—. Pues aquí estamos.
Se inclinó hacia delante y su rostro quedó iluminado por la suave luz de la lámpara que pendía sobre sus cabezas. Sin duda era el hombre más guapo que había visto en su vida.
—Dime, ¿Vienes mucho por aquí?
Paula sonrió.
—Es como mi segunda casa —inmediatamente imaginó lo mal que debían de haber sonado esas palabras y se apresuró a aclararlo—. Eso es porque…
En ese momento una camarera apareció allí con el champán interrumpiendo la explicación de Paula y, para cuando volvieron a quedarse solos y Pepe sirvió las copas, ya había olvidado cuál había sido la pregunta.
—Brindo por esta noche.
—¿Por qué por esta noche?
—Porque creo que va a ser… catártica —respondió él antes de dar un sorbo de champán.
Qué cosa tan rara por la que brindar, pensó Paula, que también bebió saboreando las burbujas que le recorrían la garganta. No podía creer que estuviera allí sentada, con su vestido de trabajo y bebiendo champán con ese enigmático hombre. En todo el tiempo que llevaba trabajando allí, nunca había conocido a nadie como él, y eso que por ese exclusivo local pasaban los hombres más ricos del mundo; las presas favoritas de su hermano, y la razón por la que ella había conseguido empleo allí. Al menos el vestido era lo suficientemente apropiado: sencillo y negro. La única pega era que era demasiado corto, pero Simón, el novio de Juan, insistía en que diera el aspecto de ser la chica más importante del local. Y con Diego allí para protegerla de las malas intenciones de algunos, por lo general evitaba situaciones comprometidas. Algo de lo que Simón había sido consciente al contratarla, ya que la vio demasiado joven como para trabajar en el club. Al final había decidido darle un puesto en la puerta.
—Háblame de tí, Paula.
Estaba haciéndolo otra vez, pronunciando su nombre con ese sutil acento, y entonces Paula se dió cuenta de que deseaba hacer exactamente lo que Juan le había sugerido: dejarse llevar y permitir que ese extraño la ayudara a olvidar su dolor y su pesar.
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