—Ya te lo dije. No me acosté con ese hombre y, por otro lado, no se me ocurriría un destino peor que tener que casarme contigo. Lo único que quiero es que sepas enlo que han derivado tus actos; sobre todo, teniendo en cuenta tu libertad y la vida tan fácil que llevas. No quiero que después me acuses de haber mantenido en secreto que tenías un hijo.
Pedro se giró hacia un lado y Paula actuó por puro impulso al pensar que pretendía marcharse y rechazarla otra vez. El dolor era demasiado. Tenía que decir algo para que la creyera. Lo agarró de la manga y lo detuvo. El la miró a los ojos.
—Odio admitir esto delante de tí, pero esa noche era virgen, aunque tú ni siquiera lo notaras. Este bebé es tuyo y de nadie más —soltó una carcajada a caballo entre un llanto estrangulado y un gemido de dolor—. ¿Crees que después de esa noche me puse a buscar a alguien que me dejara embarazada para luego poder venir a por tí y decirte que el bebé es tuyo?
Pedro se quedó paralizado. Podía oír esas palabras, pero de algún modo no era consciente de ellas, de lo que suponían. Tenía que estar mintiendo… Tenía que estar mintiendo. Pero entonces recordó la imagen en la que estaba de pie ante él, con esa sencilla ropa interior de algodón y con actitud de vulnerabilidad. Y recordó también cómo, por un instante, había sospechado que podía ser virgen… antes de que su mente volara a otra parte.
—No es posible.
—Puedes creerme o no, Pedro, pero el hecho es que estoy embarazada y que el bebé es tuyo.
Estaba mirándola con unos ojos tan fríos que Paula no pudo creer cómo había podido ver algo de ternura y delicadeza en su mirada. Y entonces, de pronto, decenas de flashes se dispararon a su alrededor. Los dos miraron hacia la luz.
—¡Dio!
Los paparazis los habían pillado. Paula vió a Pedro apartarle con brusquedad la mano de la manga de su chaqueta con la intención de agarrarla por el brazo para llevarla a otra parte y acusarla de haber orquestado esa situación. Pero ella lo esquivó y salió corriendo abriéndose paso entre la multitud de periodistas que gritaban:
—¿Señor Alfonso, es cierto? ¿Van a tener un bebé? ¿Cómo se llama la chica?
Paula logró llegar a la puerta, aterrorizada de que Pedro pudiera alcanzarla en cualquier momento. Se subió al primer taxi que vió en la entrada del hotel y, cuando arrancó, miró atrás para ver a Pedro en la calle y buscando el taxi con verdadera furia en la cara. Se giró y le dió la dirección al taxista antes de cerrar los ojos. ¿Qué había hecho? Comenzó a llorar y se puso una mano contra el pecho para intentar controlar la emoción que estaba amenazando con destrozarla por dentro. No podía creer que se hubiera dejado llevar tanto como para haberle revelado todo… hasta dónde se extendía su vulnerabilidad e inexperiencia aquella noche. Y al hacerlo, al contárselo todo sobre el embarazo, le había invitado a volver a su vida, a arruinarla más de lo que ya lo había hecho… Porque de una cosa estaba segura: ni por un segundo esperaba que Pedro Alfonso se alejara de esa situación.
Se había armado un gran revuelo en el vestíbulo, donde los empleados del hotel intentaban echar a los fotógrafos. Paula Chaves estaba equivocada si pensaba que podía amenazarlo con lo del embarazo. Pero, por otro lado, las fantásticas revelaciones… el hecho de que hubiera sido virgen aquella noche, el hecho de que no se hubiera acostado con Mortimer… era algo que no podía sacarse de la cabeza. ¿Era posible? Justo en ese momento, oyó tras él la puerta giratoria y sintió una mano dándole una palmadita en la espalda. Se giró para ver allí a su amigo.
—Mariana está intentando controlar las habladurías ahí dentro. ¿Te importaría decirme quién era esa chica y por qué se ha armado todo este revuelo con la prensa?
Pedro negó con la cabeza. Por mucho que admiraba y respetaba a su amigo, no podía articular palabra.
—Una advertencia, amigo mío —le susurró Pablo—. Las pelirrojas son peligrosas. Yo debería saberlo bien. Desde el momento en que ví a Mariana, ella puso mi mundo patas arriba.
—Créeme. Esto no se parece en nada a la relación que tienen Mariana y tú.
Mientras Pedro se disponía a volver a entrar en el hotel, sintió de nuevo esa extraña sensación en el pecho… aunque esta vez estaba seguro de que se quedaría ahí dentro por mucho tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario