—¿Y qué pasa si estás embarazada? —soltó.
Vió la expresión de conmoción en su rostro, después Paula desvió la mirada.
—¿Eso cambiaría las cosas? —su voz tenía un curioso tono amortiguado.
—¡Sto Diavolo!, lo cambiaría todo. Una criatura... —hizo una pausa para respirar hondo.
Había dicho lo primero que se le había venido a la turbia cabeza. ¿Cómo iba a querer otro hijo si ya tenía a Camila? ¿Cómo iba a afrontar la posibilidad de semejante trauma otra vez? Un hijo. Suyo y de Paula. Una mano invisible le tocó el corazón. Qué regalo sería.
—Deberías saber que me tomo en serio mis responsabilidades familiares.
—No creo que haya ninguna posibilidad —dijo ella.
—Claro que la hay —bramó—. Hemos practicado sexo sin protección, no una vez, sino varias.
Eso era lo que él había tenido en el fondo de su mente en la playa, la vaga noción de que algo no estaba bien. Pero no le había detenido. La miró a los ojos. ¿Había estado ella tan atrapada como él para no darse cuenta de que no había usado un preservativo? La idea le gustó. Dejó caer la mano por el brazo acariciando la suave piel. Ella tembló por su caricia como hacía siempre. De pronto ella se apartó de él y fue hasta la ventana.
—No hay ninguna posibilidad de que esté embarazada —dijo con voz fría y precisa.
De nuevo los recuerdos. Se había casado con Laura porque había decidido que necesitaba una esposa. Pero el matrimonio no había supuesto ni la paz ni la compañía que había esperado. Y en ese momento, ignorando el buen juicio, se abandonaba y sucumbía a la tentación sin tomar ninguna precaución. Dos mujeres tan diferentes. Pero también podría haber similitudes. Sintió una náusea ante la posibilidad.
—¿Qué pasa si te equivocas, Paula? —se obligó a preguntar—. ¿Qué pasa si estás embarazada? ¿Esperas que pague el aborto?
Paula había estado pensando una hora antes si resistiría la verdad. Pero aquello era una tortura. Escuchar al hombre que amaba. Sí... el hombre que amaba, maltratar su corazón con su descarado desprecio. ¿Qué más quería de ella? Ya había tenido su cuerpo. Había tomado su confianza, su amor, sus esperanzas y sueños y los había pisoteado. Oh, no era fallo de él. Le había advertido, había sido totalmente sincero. Había sido su ilusión infantil la que había sucumbido a la destructiva pasión. Y después, cuando era demasiado tarde, se había autoconvencido de que la situación había cambiado, de que él también sentía algo. ¿Cómo no iba a sentir algo tan poderoso? Y por la mañana había vuelto a la cruda realidad. Se había engañado. No la amaba. Así que había reunido los trozos de autoestima que le quedaban y decidido no mostrarle cuánto daño le había hecho. Su idea era escapar lo antes posible con la dignidad intacta.
—¡Respóndeme, Paula! ¿Recurrirías a mí para que te pagara el aborto?
—Esa pregunta no merece respuesta —dijo sin dejar de mirar por la ventana.
Una enorme mano agarró su codo y la obligó a darse la vuelta de un modo tan brusco que casi se cayó, pero estaba tan cerca que su otra mano rápidamente la sujetó. Los ojos de Pedro ardían de rabia mientras la agarraba de las muñecas.
—¡Respóndeme!
Sitió miedo al estar tan cerca de alguien tan furioso, pero no se dejó intimidar. Su rabia la animaba a tener coraje. ¿Cómo se atrevía a hablarle de ese modo?
—¿Qué parte de la situación le molesta más, Kyrie Alfonso? ¿El aborto en sí o tener que pagarlo?
—¡Christos! —dijo y siguió con una cascada de rapidísimo griego. No reconocía al hombre que veía. Tenía delante a un salvaje un peligroso depredador—. No tratarás a un hijo mío como si fuera un inconveniente —rugió.
—Y tú vas a dejar de hacer presunciones insultantes sobre mí —dijo con los dientes apretados. No había hecho nada malo, no se merecía su desprecio—. No estoy embarazada de tu precioso hijo —le escupió las palabras—, y aunque lo estuviera, no consideraría abortar —hizo una pausa para respirar—. Te digo más: eres la última persona del mundo de la que aceptaría dinero.
Estaba tan furiosa intentando que la soltara, que no se dio cuenta de que cada vez que se movía estaba más cerca de él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario