Para sufrir ya tendría tiempo cuando volviera a casa e intentara comenzar de nuevo. Al pensar en ello, la amenaza de la noche anterior volvió a colarse en su cabeza, pero logró volver a enterrar su miedo. Por el momento, y al lado de ese hombre, podía fingir que todo iba bien… ¿O no?
Pepe enarcó las cejas.
—¿Tienes un título en Empresariales?
Paula asintió, orgullosa del título que había obtenido por fin hacía escasas semanas, y no muy segura de por qué él se mostraba tan incrédulo. Tal vez era uno de esos hombres que no creía que las mujeres pudieran estudiar y trabajar, aunque, por otro lado, no parecía ser de esa clase. La botella de champán estaba medio vacía y sentía una deliciosa sensación en la cabeza.
—¿Pero no has ido a la universidad?
—¿Te lo he dicho? —qué curioso, no recordaba haberle contado que había hecho el curso a distancia, desde casa—. Tienes razón, no he ido —estaba preguntándose cómo habían acabado hablando de ese tema cuando se oyó un pitido y él se disculpó para responder al teléfono.
Al oír que decía algo sobre un padre enfermo, Paula le hizo una seña indicándole que le dejaría hablar en privado, pero él la detuvo agarrándola por el brazo. Mientras hablaba en un fluido italiano, la miraba a los ojos y le acariciaba el interior de la muñeca, ella tuvo que contenerse para no emitir un gemido, pero no pudo dejar de mirarlo y tampoco se apartó, a pesar de saber que con ello estaba dándole una señal tácita. ¡Era una locura! Él terminó la conversación y la soltó con brusquedad, como si se arrepintiera de haberla agarrado.
—¿Va todo bien?
Le vió apretar la mandíbula mientras la miraba con intensidad.
—Es hora de salir de aquí.
¿Quería decir que se fueran juntos? No. ¿Por qué iba a querer un hombre así irse con ella?
—Mañana me espera un día duro, será mejor que yo también me vaya. Gracias por las copas.
Pepe ya había pagado y no hizo caso cuando ella intentó darle parte del dinero, algo que para Paula fue un alivio, porque aunque no le gustaba que nadie le pagara nada, no tenía demasiado dinero en el monedero. Juan se había marchado antes de poder darle el dinero de las propinas y aún faltaban un par de semanas hasta que recibiera el cheque de su último sueldo. Juntos salieron del club para adentrarse en la oscuridad de las calles y el frío aire de comienzos de primavera. Era casi medianoche. Paula se estremeció levemente cuando Pepe la ayudó a ponerse el abrigo y le apartó su larga melena rozándole el cuello. Justo en ese momento alguien que hacía cola en la puerta del local la llamó y él apartó las manos. Ella se giró y saludó con la mano a una actriz que frecuentaba el local.
—¿Es amiga tuya?
Paula se giró hacia Pepe, el corazón le latía con fuerza.
—No exactamente —dió un paso atrás, aunque descubrió que alejarse de él era más difícil de lo que quería admitir—. Mira, gracias por todo… y por las copas. Me ha gustado charlar contigo.
Él se la quedó mirando con las manos metidas en los bolsillos.
—¿De verdad quieres irte?
A ella se le helaron el corazón y el cerebro.
—¿Qué has dicho?
—Ven a mi hotel conmigo.
No era una pregunta, era prácticamente una orden que volvió a acelerarle el corazón. ¿Pero a quién intentaba engañar? No estaría preparada para un hombre tan viril como Pepe ni en un millón de años. Y sin embargo, mientras pensaba eso, su cuerpo se despertó haciéndole creer que él era el único hombre del mundo con el que podría hacer el amor. Confundida, se apartó negando con la cabeza.
—Lo siento, yo no… —«No hago esa clase de cosas porque nunca antes lo he hecho».
Independientemente de lo que su cuerpo pudiera estar diciéndole, su cabeza le estaba advirtiendo que saliera corriendo en la otra dirección. Pepe estaba bajo la farola; tenía unos hombros enormes, un cuerpo esbelto e impresionante, y un rostro oscuro y pecaminoso. Todo lo que tenía que ver con él resultaba pecaminoso. Recordó las palabras de Juan. ¿Podría ese hombre hacerle olvidar? Sin embargo, mientras pensaba en ello para tomar una decisión, él retrocedió. Al parecer, había perdido la oportunidad y eso la hizo sentirse decepcionada.
—Allora, buonanotte, Paula.
En ese instante, ella se dió cuenta de que nunca más volvería a ver a ese hombre y de pronto se preguntó cómo sería besarlo. Por otro lado, se recordó que todo eso formaba parte de una fantasía porque él estaba fuera de su alcance y, además, ¿no detestaba a los hombres que entraban en el club? Sin embargo, una voz dentro de ella le decía que tal vez era diferente. Su recién despertado cuerpo parecía estar pidiéndole a gritos que le dijera: «Sí, espera, acepto tu ofrecimiento», pero en lugar de eso. dijo:
—Buenas noches, Pepe.
Se giró bruscamente y se alejó, con la respiración acelerada y el corazón palpitando con tanta fuerza que temió que se le fuera a salir del pecho. Y, porridículo que parezca, en ese momento se sintió más sola de lo que se había sentido en toda su vida hasta la fecha. Cuando las lágrimas se acumularon en sus ojos, decidió que debían de ser causa de todos sus problemas y de la terrible semana que había pasado, y no de la increíble noche que había surgido como de la nada.
Me encantó el comienzo!
ResponderEliminar