Llamaron a la puerta. Abrió y Paula fue derecha a sus brazos, aferrándolo como si no quisiera dejarlo escapar nunca, lo que a él le parecía muy bien. Finalmente la alejó de sí y la besó suavemente.
—Buenas tardes —dijo ella con voz ahogada.
Él percibió que algo iba mal, Pero no iba a presionarla, se lo contaría cuando estuviera preparada.
—Parece que celebramos algo —comentó Paula, entrando en la habitación.
—Son bastante lamentables, ¿No? —Pedro miró las flores y sonrió avergonzado.
—Si te refieres a las flores, me parecen encantadoras.
—Los dos sabemos que eso no es verdad, pero suena bien de todas formas.
—Eres imposible —afirmó Paula, moviendo la cabeza.
—Siéntate —pidió Pedro con un nerviosismo que a él lo molestó y a ella le causó asombro. — ¿Quieres vino o cerveza?
—Ninguna de las dos cosas, de momento.
Él alzó las cejas.
—Me gustaría oír qué dijo Fabián. Sobre quién te disparó.
—No creerás lo que voy a contarte —Pedro movió la cabeza de lado a lado.
—Claro que sí. Soy abogada, ¿Recuerdas?
—Un adolescente de dieciséis años decidió ir con su escopeta a dar unos tiros. Montó en la camioneta de su padre y fue a la tierra de Holland. Cuando vio un jabalí, decidió seguirlo.
Hizo una breve pausa.
—Para resumir, cuando tuvo la oportunidad de disparar lo hizo, pero falló y el jabalí se lanzó contra la maleza. Yo grité, el chico se asustó y se fue. Estaba tan asustado que chocó contra un árbol, de ahí la confesión. Tuvo que contarles a sus padres por qué había un golpe en la camioneta y que había estado en la tierra de Holland. Un par de días después su padre se enteró de que alguien había recibido un disparo allí. Ató cabos y comprendió lo ocurrido. Hoy fueron a hablar con Fabián.
—Podría haberte matado —dijo Paula, solemne.
—Lo sé. Fabián me preguntó si quería demandarlo.
—¿Vas a hacerlo?
—No. El pobre chico está aterrorizado por haber herido a alguien. Fue un accidente. Además, ya tiene bastante con sus padres, que no están nada contentos.
—Chicos —Paula movió la cabeza. —Al menos el misterio está resuelto, Y tú casi recuperado.
—Eso es verdad —sonrió con descaro. —Eso significa que podré seducirte sin piedad.
—Antes tenemos que hablar.
—Creía que eso es lo que acabamos de hacer.
—Sobre otra cosa...
—Bien. Habla.
—Jimena ha vuelto.
—¿Cuándo? —Pedro se tensó visiblemente.
—Esta tarde, a la hora de cerrar.
—Eso está bien —forzó una sonrisa. —Estoy seguro de que las dos están contentas.
Siguió un incómodo silencio.
—Puede que tú no necesites beber nada, pero yo sí —fue a la cocina, agarró una cerveza y se bebió la mitad de un trago. Paula lo había seguido a la cocina, sería. —¿Cuándo te marcharás?
—Pronto.
—Lo imaginaba, he aprendido a leerte bastante bien —hizo una pausa. —Antes de que digas nada más, quiero preguntarte algo.
—Adelante.
—¿Crees que hay alguna posibilidad de que tú y yo tengamos un futuro juntos? —alzó la mano al ver que ella abría la boca. —Sé que somos de mundos diferentes, y muy distintos —se frotó la nuca. —Pero esas diferencias hacen que la vida y las relaciones sean estimulantes.
—Pedro...
—Sí todos fuéramos iguales, sería muy aburrido.
—¿Qué estás diciendo? —preguntó Paula con voz queda.
—Resumiendo. ¿Te quedarás algo más de tiempo... conmigo? Para ver adonde nos lleva todo esto.
—Pedro, Martín llamó. Desde Houston.
El silencio que siguió fue largo y agobiante.
—¿No vas a decir nada? —inquirió Paula.
—Ya he hablado. Ahora te toca a tí.
—Mi empresa quiere que vuelva de inmediato.
Aunque Paula no dijo nada, Pedro supo que se debatía. Anhelaba abrazarla, besarla, decirle que la amaba y suplicarle que no se fuera. Pero se quedó inmóvil y callado.
—Siento que se lo debo a ellos, y a mí misma. Así que me marcho mañana.
—Creo que con eso queda dicho todo —farfulló Pedro, tras mirarla larga y duramente.
—Eso no significa...
—Sé lo que significa. Has decidido volver a Houston —encogió los hombros. —No intentaré hacerte cambiar de opinión.
—¿Me estás diciendo que esto se ha acabado? —Paula palideció.
—Tú eres la abogada de algo rango. ¿Es que no está claro?
Se miraron fijamente unos instantes.
—También me estás diciendo que debería irme ahora mismo, ¿Verdad? —Paula apenas fue capaz de hacer la pregunta, tenía la garganta seca.
—Dadas las circunstancias, creo que probablemente sea buena idea.
Conteniendo las lágrimas, Paula giró sobre los talones y salió, cerrando la puerta a su espalda.
Maldiciendo, Pedro lanzó la botella de cerveza contra la chimenea. Ni se inmutó cuando los trozos de cristal salieron disparados por todos sitios.
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