-Ya no falta mucho.
—Así que vas a concluir tus asuntos en Montana y volver a los bosques del este de Texas, ¿Eh?
—Correcto, así que aguanta un poco —Jimena se rió. —Sé que estás deseando volver a Houston.
«No necesariamente», estuvo a punto de decir Paula, pero no lo hizo por temor a las preguntas que seguirían. Sin duda Jimena se escandalizaría.
—Ha sido toda una experiencia, lo admito.
—Dios, estoy deseando que me lo cuentes todo. Sigue asombrándome que accedieras a hacerlo.
—A mí también, pero sabes que no tenía más opción que irme de Houston.
—Sí la tenías —intervino Jimena. —Podrías haber alquilado una casita en la playa o ir a Nueva York al apartamento de algún amigo para descansar y relajarte. No tenías por qué ayudarme.
—En eso te equivocas. Una buena acción merece otra. Haga lo que haga, nunca será suficiente para recompensarte lo que hiciste por mí cuando te necesité, hace cuatro años.
—Deja de insistir en eso. No me debes nada. ¿Cómo van las cosas?
Paula la puso al día lo mejor que pudo; incluso le contó los problemas de Pedro y su relación profesional, pero no mencionó la personal.
—Me alegro de que lo estés ayudando. Sí no sale de ese lío, acabará en la ruina.
—Sí está en mi mano, no perderá esa madera.
—Adelante, chica. Si alguien puede enderezar a esos palurdos, eres tú.
—Eh, que estás hablando de tus amigos.
—Oye, en el campo también hay idiotas —Jimena volvió a reírse.
—Tengo que dejarte. Llegan clientes. Hay que hacer dinero.
—Eso me parece muy bien. Ya te llamaré. Pero nos veremos muy pronto.
Esa conversación había tenido lugar hacía dos días, y desde entonces Paula había estado trabajando como una loca en la cafetería. Parecía que una nueva ola de frío había hecho que la gente tuviera más hambre de lo habitual, porque el negocio iba mejor que nunca. Había sido después de la avalancha de clientes de la mañana cuando había pensado en que no había visto a Pedro desde que hicieron el amor en su casa. Ni siquiera le había dicho que Julián Ross se había negado a hacerse la prueba del ADN. Sospechaba que él ya se lo temía, pero aun así la inquietaba no haberlo visto o hablado con él. Se preguntó si se arrepentía de haber estado con ella. Suponía que no, porque sabía que se iría pronto. Habían disfrutado de una noche de pasión, que ambos necesitaban, y eso era todo. Ni arrepentimiento. Ni compromisos, Ni futuro. El escenario perfecto. Sabía que eso era pura basura, o no estaría tan ansiosa por su ausencia. Ni enfadada. Se había atrevido a hacerle el amor con pasión y luego la ignoraba; no necesitaba ese tipo de agravios en su vida. Había ido allí a relajarse, no a estresarse más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario