-Es una especie de sueño--confirmó él—. Pero los médicos están intrigados. Cuando le hicieron las pruebas, reaccionó a un amplia gama de estímulos y están convencidos de que recobraría el conocimiento si quisiera.
-Lo dices como si fuera sencillo.
-Quizá lo sea. Si supiéramos por qué no quiere enfrentarse al mundo, quizá podríamos despertarla. Se supone que nos oye hablar aunque no pueda o no quiera contestar.
Paula sabía por qué no quería enfrentarse a la realidad. Cuando se enteró del compromiso de ella con Pedro, no le quedaron motivos para seguir viviendo. Primero la había abandonado Francisco y luego Pedro, y eso era más de lo que podía tolerar. No había esperanza de que Vanesa y Francisco salvaran sus diferencias. Había leído en el periódico que el magnate regresaba a su tierra para ponerse al frente de los negocios de la familia. Sin duda, era miembro de la antigua élite adinerada. Pobre Vanesa. No podía hacer nada más que estar al lado de su hermana el mayor tiempo posible. Cuando no estaba en el hospital, se paseaba por la cabaña como un espectro. Intentaba trabajar, pero sólo escribía banalidades sin sentido. Arrancó otra hoja de la máquina de escribir, la estrujó y tiró al otro lado de la habitación para que se incorporara al creciente montón. ¿Qué le pasaba? A partir del accidente no podía concentrarse en nada. Quizá debería ir al hospital para que la examinaran de nuevo. Pero sabía que su mal no era físico. Estaba locamente enamorada de Pedro, y cada momento que pasaba, más se convencía de que no podía casarse con él. Leonardo le había vuelto a proponer que se quedara para que escribiera la historia de Bedales y para convencerla, le había llevado varios libros sobre la región, pero la chica no podía leer. Si se comprometía a escribir el libro, Pedro tendría que regresar a Sydney sin ella. Nunca se había sentido tan confusa. ¿Cómo podía tomar una decisión si ya no sabía lo que era correcto? Estaba sentada en un banco, fuera de la cabaña, rodeada de los libros que Leonardo le había dado.
-¿Estás segura de que ya estás en condiciones de trabajar?
-No, pero tengo que hacer algo para no enloquecer.
-Éstos no son para inversiones, ¿Verdad? -preguntó Pedro al leer los títulos.
-No, a lo mejor escribo la historia de Bedales.
-Necesitarías pasar mucho tiempo aquí para una empresa de ese calibre - comentó mirándola fijamente.
-Sí -desvió la mirada y trató de hablar con serenidad.
-¿Se te ha olvidado que has aceptado casarte conmigo? -preguntó Pedro con voz tensa-. Me he mantenido a cierta distancia mientras estabas convaleciente, pero si estás lo bastante bien para hacer planes, ¿No crees que deberías incluirme?
El pesar de, su voz hizo que levantara la cabeza y le mirara de frente. Paula se conmocionó al ver tanta desesperación. Parecía un reflejo de su propio torbellino interior. De alguna manera tenía que explicarle lo que sentía.
-Tal como están las cosas, no puedo casarme contigo.
-¿Cómo están? exigió—. Dímelo. Últimamente pasas mucho tiempo con él, ¿Wué es?
-¿No te das cuenta? Nuestro amor casi mata a mi hermana. ¿Cómo puedo ser feliz sabiéndolo?
-Por que no te cases conmigo no va a cambiar nada -masculló con el rostro contorsionado por el enfado y el dolor.
-Lo sé, pero, ¿Qué puedo hacer? Te amo, Pedro, más que a mi vida. Debes saberlo.
-¿Cómo puedo saberlo si estás dispuesta a sacrificar nuestro futuro para calmar tu sentimiento de culpa? ¡Por Dios, Vanesa se metió debajo del tractor, tú no la empujaste!
-De todos modos yo le provoqué su ofuscación -murmuró con amargura-. No habría salido corriendo si no le hubiera dicho que íbamos a casarnos.
-¿Vas a hacer penitencia el resto de tu vida?
-No sé lo que voy a hacer. ¡Dios, Pedro! ¿Qué pasará si no recobra el conocimiento?
-Basta, Paula, me estás destrozando. Te amo y deseo que seas mi esposa. No debemos permitir que nada cambie nuestras vidas.
-No es tan sencillo -movió la cabeza-. Si me caso contigo, siempre recordaré el precio que ha pagado mi hermana por mi felicidad -las lágrimas le empañaron los ojos.
-Entonces, ¿No vas a aceptar esto de nuevo? -preguntó casi trastornado, buscando algo en el bolsillo.
Sacó el anillo de compromiso. La sortija se le había caído a Paula del dedo cuando corría hacia Vanesa. Luego, lo estuvo buscando, pero llegó a la conclusión de que jamás lo encontraría.
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