A la mañana siguiente, un tintineo de trastos en la cocina despertó a Paula. Tardó unos minutos en recordar quién estaba en la otra habitación y al hacerlo, se arreboló. Era Pedro y habían pasado la noche juntos. Paula se incorporaba cuando entró con una humeante taza de café.
-Perfecto, estás despierta.
-¿Por qué no me has despertado? -preguntó con timidez y muy consciente de lo arrugada que estaba la otra mitad de la cama.
-Estabas preciosa dormida y no he tenido corazón para perturbar tu descanso.
-Debería estar levantada. Leonardo quiere enseñarme el procedimiento que siguen para hacer el vino -tan pronto mencionó a Leonardo, a Pedro se le ensombrecieron los ojos y supuso que se había acordado del beso que le había dado Leonardo la noche anterior. Sin embargo, Pedro sabía por qué había sucedido.
Tenía que enfrentarse a Laurie para pedirle disculpas, aunque la idea fuera desagradable.
-¿Sabe Bedford que estoy aquí? -preguntó Pedro a secas.
-Esperábamos a Laura Healey -hizo un movimiento negativo con la cabeza- Pero no creo que le importe si el fotógrafo es hombre o mujer.
-Con el interés que tiene por tí, yo diría que sí le va a importar - comentó y antes de que ella pudiera contestar se dirigió a la puerta, pero se detuvo-. Espero que te apetezca una tortilla española para desayunar. He encontrado huevos y patatas.
Aunque había protestado diciendo que no tenía apetito, al llegar a la cocina el olor la incitó. Pedro estaba preparando zumo de naranja y le puso un vaso y una ración de tortilla delante.
-Anda, come, tenemos trabajo pendiente -la apremió.
Leonardo los estaba esperando a la entrada de la destilería y Paula se adelantó mientras Pedro instalaba su equipo. Estaba decidida a aclarar las cosas con Leonardo antes de que Pedro hiciera su aparición.
-Ayer pasé un día muy agradable -le comentó.
-Hasta que lo eché a perder en la cabaña -respondió triste.
-No es cierto y yo tuve la culpa -insistió-. Sé cómo te sientes y no debía haber aceptado tu invitación.
-Por favor, no te disculpes por haberme proporcionado una cena en tu compañía -sonrió triste-. Sería como pedirte que me correspondieras a un regalo.
Cohibida, Paula se volvió y poco faltó para que chocara contra Pedro. Las cejas de Leonardo se arquearon al ver al otro hombre.
-Te presento a Pedro Alfonso. Va a reemplazar a Laura Healey porque ella está con otro trabajo -explicó consciente de que el temblor de la voz delataba su cariño por Pedro. Pero Leonardo sólo le ofreció la mano al desconocido.
-Bienvenido a Bedales. ¡Menos mal que ha podido venir con tan poco tiempo de aviso!
-Estoy encantado de hacerlo -respondió Pedro, mirando amable a Paula.
Como ella se ruborizó, Leonardo comprendió que su compromiso era con ese hombre. Al ver su expresión de dolor Paula deseó que lo hubiera averiguado de otra manera. Por propia experiencia sabía que era tremendo amar sin ser correspondido. Apretó el paso hacia el edificio principal y gimió cuando los dedos de Leonardo se incrustaron en su brazo tirando de ella hacia atrás. De pronto, oyó el rugir de un motor y vió a una inmensa segadora lanzada hacia ella. El sonido se apagó cuando rodeó el edificio principal y Paula le sonrió a Leonardo agradecida.
-Gracias, ha faltado poco para que ese monstruo me aplaste.
-El tonto debería fijarse por dónde va -tronó Leonardo, tan alterado como Paula-. Es nuevo, pero aún así debería saber que si anda cerca de las cabañas tiene que estar muy alerta. Me dan ganas de despedirle.
-No lo hagas -rogó Paula temiendo que el hombre perdiera el empleo por su culpa-. No ha tenido toda la culpa, yo iba despistada.
-Está bien, no le despediré -aceptó a regañadientes-. Pero le voy a amonestar.
Paula asintió tranquilizada. Miró alrededor y vió que Pedro, muy concentrado, estaba sacando fotos a las verdes colinas con las hileras de vides. Pensó horrorizada que si hubiera visto lo ocurrido, le habría pegado al conductor, e hizo un gesto a Laurie para que no comentara nada.
-Estoy impaciente por ver como hacen el vino- comentó Pedro al unirse a los otros dos.
-En esta época no van a poder ver la vendimia, pero el resto del proceso sí.
Al entrar en el edificio, lo primero que Paula vió fueron unos inmensos tanques de acero inoxidable y una red de tubos. Laurie señaló el equipo.
-Todo esto se usa al inicio del proceso. Aquí se fermenta el mosto antes de pasar a otros tanques donde se destila. Una vez transcurrido el tiempo de reposo, se embotella el vino.
-No es muy romántico -comentó Paula decepcionada.
-Te gustará más cuando lleguemos a la bodega de toneles de roble -le informó Leonardo. Dió un paso adelante dando la impresión de que la iba a tomar por los hombros, pero se arrepintió-. Vamos por aquí.
Paula oyó a Pedro gruñir de desaprobación y se puso tensa. Viendo cómo miraba de soslayo a Leonardo, ya no le quedaba ninguna duda de que lo amaba. Hizo un esfuerzo por concentrarse en sus anotaciones mientras continuaban la visita.
-Cada año tenemos que decidir cuánto pueden podarse las vides y si hay que fertilizarlas. Al llegar la época de la vendimia, no cesamos de verificar el nivel de azúcar en las uvas para cortarlas el día exacto.
-¿El día exacto? -preguntó Paula-. ¿Tan riguroso es el asunto?
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