-Sí. Cortar las uvas un día antes o un día después, puede afectar la calidad del vino. Esas decisiones debemos tomarlas antes de elaborar el mosto. Después, hay muchos detalles que debemos tener en cuenta.
-Entonces, la fabricación del vino no es tan sencillo como pensaba- comentó Paula-. Tenemos que tomar una decisión tras otra.
-Es lo mismo en la vida -intercaló Pedro y la sobresaltó.
Para poder concentrarse en el trabajo, trató de olvidarse de él. Pero le recordó su presencia cuando le vió trepado por un grupo de tubos para tomar una foto desde un ángulo diferente. De pronto, Pedro enfocó la cámara hacia ella y Paula escuchó el «clic» del aparato.
-No hace falta que me saques a mí -bajó la cabeza, cohibida.
-Es para mi colección particular -la calidez de sus ojos era claramente posesiva.
La última que le había hecho para su colección había sido en la zona de topless de la playa Bondi y seguro que quería recordárselo.
Aunque Leonardo estaba distraído examinando un tonel, Paula se enfadó por ese empeño de Pedro de recordarle su lugar en todo momento. Poco después, y a solas en la cabaña. Paula explotó.
-El pobre Leonardo no sabía dónde meterse -Pedro se detuvo con un rollo a medio cambiar.
-¿De modo que ahora es «el pobre Leonardo»? ¿No decías que no significaba nada para tí?
-Y es cierto -tronó-. Pero no es malo ser cortés.
-No cuando te mira como lo hace -gruñó Pedro.
-¡Basta! -ordenó-. Ya te he dicho que te amo y te lo he demostrado ampliamente. No voy a permitir que me envuelvas en algodón para ocultarme de los demás y que me saques sólo para tu diversión.
-¿Hago eso? -la miró pasmado.
-Eso siento.
-¡Dios mío! -se despeinó al pasarse los dedos por el cabello-. No era mi intención. Supongo que he estado duro con Bedford.
-Lo has estado- dijo sin dejarse convencer por el aparente arrepentimiento de Pedro-. Además, sé por qué lo has hecho. No soy tu madre y tendrás que aceptar mi palabra de que eres el único hombre en mi vida -nunca habría otro y Pedro tendría que averiguarlo por su cuenta.
-Por lo visto, aún me queda un largo trecho por recorrer -volvió una silla y se sentó a horcajadas.
-A mí también, y lo hemos compartido en la cama... -se obligó a continuar-, es sólo el principio.
-No es suficiente -comprendió.
-Sabes que no. Una relación debe tener bondad, cariño y confianza como base para que tenga éxito; además, también debe haber compatibilidad en la cama.
-Tienes razón -asintió sombrío-. Pero debes saber que nunca he tenido el tipo de relación que acabas de describir.
-¿Nunca?
-Las cosas eran diferentes cuando era niño -murmuró después de recordar-. Mi madre no se había cansado todavía del matrimonio y la maternidad fue una novedad para ella -suavizó la expresión-. Supongo que mi vida debió ser agradable los primeros años.
-¿Recuerdas cuándo comenzaron los cambios?
-Cuando mi padre empezó a viajar.
-¿Crees que los viajes tuvieron algo que ver con el comportamiento de tu madre?
-De ninguna manera -rechazó achacarle parte de la culpa al padre a quien adoraba-. Ya te dije que pasaba todo el tiempo que podía conmigo.
-Exacto, contigo, pero... ¿Y con tu madre?
-Comprendo, debía sentirse muy sola, pero eso no le daba derecho a abandonar el hogar.
-Por supuesto que no, sólo buscaba un motivo. No significa que todas las mujeres hagan lo mismo.
-¿Quieres decir que no tengo que pensar siempre lo peor?
-Mereces un premio -bromeó.
-Voy a estar muy ocupado contigo -se rió-. ¿Cuándo te dieron el título de psicóloga?
-Con el de periodista. Nos enseñaron a buscar los motivos que hay tras las acciones.
Pedro se puso de pie, pasó una pierna por encima de la silla, y extendió los brazos.
-¡Sé cómo me voy a comportar durante los próximos minutos y mi única motivación es el apetito carnal!
Los ojos de Paula cintilaron cuando se acercó al círculo de sus brazos para amoldarse a su cuerpo. El deseo fue contagioso y ella le rodeó el cuello con las manos.
-No es necesario tener un título en psicología para saberlo -aseguró.
Descubrió que hacer el amor por la tarde desquiciaba el programa de trabajo. Tuvo que hacer un esfuerzo para concentrarse y más porque Pedro no cesaba de frotarle la nuca con la nariz.
-Para tí es muy fácil, envías el rollo a Sydney y Lucas hace el trabajo pesado - se quejó.
-¿Trabajo pesado? -repitió amenazador.
-Al menos, parte -se defendió.
-Me gustaría que te tragaras esas palabras.
-Si sigues distrayéndome, no voy a comer más que palabras porque si no entrego el reportaje a tiempo me despedirán.
-¡Qué lástima! Tienes las orejas muy bonitas -le mordisqueó un lóbulo.
-No me dejas trabajar -le miró al sentir que le soplaba en la mejilla.
-Puedo alejarte de todo esto -pareció bromear.
-¿Me estás haciendo alguna proposición? -el corazón le dió un tumbo.
-Nunca se sabe cuándo se presenta la suerte -se encogió de hombros. Quizá sea buena idea viendo cómo te mira Leonardo Bedford.
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