martes, 16 de octubre de 2018

El Engaño: Capítulo 38

Oyó voces, muchas voces hablando al mismo tiempo. Unas manos le exploraban el cuerpo y alguien intentaba levantarla. Estaba a punto de protestar cuando otros brazos la ciñeron y se sintió protegida. Estaba muy cansada, pero se encontró en la gloria cuando apoyó la cabeza dolorida en la dureza de un pecho masculino. Alguien la estaba llevando a un sitio cálido y cómodo, para que descansara. Se sintió muy sola cuando la colocaron sobre una superficie almohadillada y la cubrieron con una manta. Los brazos que la habían consolado desaparecieron. Entreveía luces difusas y oía más voces; sintió algo frío y punzante en el brazo antes de quedar inconsciente. Despertó y vió que se encontraba en una cama alta, protegida por un biombo lateral que le impedía ver más allá. Una mano le acarició la frente y vió los ojos de Pedro.

-¿He dormido mucho tiempo? -preguntó.

-Lo que suele preguntarse es, ¿Dónde estoy? -comentó mientras le acariciaba los dedos-. Pero ya sé que eres muy original. Has dormido casi una hora y estás en el hospital de Cessnock.

-¿Hospital? -de pronto, recordó lo sucedido y de manera convulsiva, se aferró a la mano de Pedro-. ¿Está bien Vanesa?

-Está dormida. La has salvado la vida -su rostro se ensombreció.

-No, has sido tú -negó con un movimiento de cabeza y cerró los ojos al sentir un repentino dolor de cabeza-. Si no disparas el conductor no se habría dado cuenta.

-A él no le daba tiempo a reaccionar. Si no la hubieras empujado...

-¿Realmente está bien?

-Lo estará. Se ha caído y se ha dado un golpe en la cabeza. A tí, te ha dado el tractor, pero sólo tienes cardenales. El médico me ha asegurado que estás bien.

-¿Qué quieres decir con que Vanesa estará bien?

-De acuerdo, está en coma -declaró después de inspirar profundamente y apretarle con fuerza la mano.

-¿En coma? Eso es grave -abrió los ojos aterrorizada.

-El médico me ha explicado que hay diferentes grados de coma. En el caso de Vanesa, es posible que su estado se deba al golpe que ha sufrido en la cabeza, aunque reacciona a ciertos estímulos. Por eso piensan que pronto recobrará el conocimiento.

-¿Lo recobrará? -la voz le vibró por temor.

-Es el diagnóstico de los médicos, pero tenemos que tener paciencia.

Paula desvió la mirada para que Pedro no viera las lágrimas que le anegaban los ojos. Para él era fácil ser paciente porque ignoraba lo que había impulsado a Vanesa a salir corriendo como una loca.

-Yo tengo la culpa -murmuró-. Yo soy la culpable -repitió acongojada.

-No seas ridícula, acabo de decirte que le has salvado la vida.

-Si hubiera sido más sensible, no habría hecho falta.

Pedro se sentó en el borde de la cama y Paula no tuvo más remedio que mirarle.

-Explícame a qué viene esta orgía de autorrecriminación.

Vacilante, le refirió lo que había pasado en la cabaña.

-Si le hubiera dicho que me iba a casar contigo, de otra forma, esto no habría ocurrido.

-Eso no puedes saberlo -levantó la cabeza cuando desplazaron el biombo y apareció una enfermera.

-¿Ya ha recobrado el conocimiento Vanesa Chaves? -preguntó Pedro.

-Lamento decir que no -respondió la mujer mientras le tomaba el pulso a Paula-. El médico ha dicho algo muy extraño. La señorita no ha sufrido tanto como para estar así. Parece que no quiere despertar.

«Parece que no quiere despertar». Las palabras persiguieron a Paula durante todo el día siguiente en el que no cambió el estado de su hermana. Para permanecer cerca de Vanesa, aceptó el ofrecimiento de Leonardo que fuera a reponerse a Bedales. Aunque se puso bien pronto, el médico le recomendó mucho reposo antes de reanudar su vida normal. ¿Cómo podía volver a su vida normal, con Vanesa yaciendo en el hospital y viviendo gracias a las sondas que tenía en todo el cuerpo?

-Parece que duerme -le murmuró a Leonardo durante una de las visitas.

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