-Por mi bella invitada -entrechocaron las copas y ella sintió una punzada.
¿Por qué no podía enamorarse de Leonardo Bedford? Sería muy sencillo. Él la admiraba y Paulale tenía cariño. Leonardo ni siquiera conocía a su gemela, de modo que no la confundiría. Además, Bedales era un sitio mágico donde podría vivir. En efecto, sería muy fácil, pero nunca suficiente. Quizá fuera el vino lo que la hizo aceptar su invitación para cenar en un restaurante de Cessnock, convenciéndose de que no le iba a hacer daño a Leonardo, pues sabía que ella no sentía nada especial por él. Al mismo tiempo era consciente de que aceptaba sólo por no estar sola con sus pensamientos. Hasta las ocho y media que iría a recogerla, tenía tiempo de mecanografiar sus notas, programar los artículos y arreglarse. Cuando entró en la cabaña, le sorprendió no ver señales de Laura Healey, pues la chica ya debería haber llegado. De no saber que Laura sabía arreglárselas muy bien se habría preocupado y además la habría llamado si hubiera tenido algún contratiempo. Quizá saliera tarde de Sydney y llegara mientras estuviera cenando en Cessnock. ¿Con quién pasaría Pedro esa noche?, la pregunta se abrió camino en su mente. ¿Qué estaría haciendo en ese momento? Seguro que no la extrañaba. Se lo había confirmado Vanesa la noche anterior.
-¡Basta! -se dijo en voz alta.
Corrió a la máquina de escribir, metió una hoja de papel y comenzó a teclear parpadeando para que las lágrimas no mojaran el papel. Tenía que trabajar para olvidar a Pedro y poder seguir viviendo sin él. Poco a poco, la disciplina profesional la dominó y se concentró en la tarea. Cuando levantó los ojos, irritados por la fatiga, eran cerca de las ocho. El artículo estaba casi terminado, aunque tenía que pulirlo. Sin embargo ya tenía forma y sustancia. Sonrió con tristeza. Pensar en Rowan era un tormento, aunque la impulsaba a trabajar lo mejor posible. El restaurante que Laurie eligió era rústico, pero cómodo, y lo atendían con eficiencia.
-Me lo he pasado bien hoy -le informó a Leonardo mientras abría la carta.
-Has venido en buen momento. Si llegas a venir en época de vendimia, nos habrías encontrado muy ocupados.
La mirada le contradijo dando a entender que habría sacado tiempo de donde fuera para estar con ella, lo que hizo que la chica se sintiera incómoda. ¿Qué hacía ella en ese lugar si el único hombre con quien deseaba estar se encontraba a cientos de kilómetros de distancia?
-¿Perdón? -murmuró al darse cuenta de que Leonardo le había hecho una pregunta.
-Te preguntaba que si quieres que pida por tí.
Lo que quería era olvidarse de la cena y escapar a su cabaña para pensar, pero sabía que eso decepcionaría a Leonardo y él no tenía la culpa de su caos.
-Sí, por favor -aceptó.
La elección fue excelente y Paula recobró el apetito al ver la comida. Comenzaron con una sopa de zanahoria y naranja; luego, les sirvieron un pastel de ternera, acompañado de vino de Bedales. Durante la cena, Leonardo le sacó más información de la que ella estaba dispuesta a darle. Comprendió que habían hablado poco de él, aunque se había enterado de que su anfitrión había abandonado su carrera como abogado porque unas vacaciones se había enamorado del valle.
-¿Siempre has querido escribir? -le preguntó queriendo saber más de ella.
-Sí confirmó-. Elegí el periodismo como la mejor manera de ganarme la vida con una máquina de escribir.
-¿Tiene el mismo talento tu gemela?
-No, a ella no le interesa lo mismo -hizo un movimiento negativo con la cabeza-. Nunca le gustaron los libros ni el estudio, así que se hizo modelo. Ella sí sabe cómo sacarse buen partido y es muy guapa.
-Dices que es la belleza de la familia, pero que son gemelas idénticas -frunció el ceño-. ¿No te menosprecias?
-Físicamente somos casi idénticas, pero Vanesa tiene un fulgor interno que la embellece -Leonardo ya le había dicho claramente que ella le gustaba y quería desilusionarle-. Es experta en maquillarse y vestirse; en cambio a mí, eso no me interesa.
-Te equivocas -habló en voz baja y deslizó la mano para tocarle los dedos-. Eres preciosa, Paula, y el hecho de que tú no lo pienses así sólo aumenta tu atractivo para mí.
-Eres muy amable, pero...
-Nada de peros -declaró con firmeza-. ¿Qué te ha hecho creer que no eres guapa?
El que Vanesa me haya quitado a todos los amigos, pensó con tristeza. Con Pablo Bowden el primer hombre a quien estuvo dispuesta a amar, y que prefirió a Vanesa sin ocultar la preferencia, Paula había recibido una buena lección.
-No hablemos más de mí -sugirió. Le dolía recordar que Rowan le había impartido la última lección-. Me gustaría saber más de tu viñedo para mi reportaje.
-¿Sólo el viñedo y el reportaje? -preguntó triste.
-Me temo que sí. Me caes muy bien, Leonardo, pero como te dije anoche, estoy comprometida -a pesar de que Pedro no me corresponde, pensó.
-Bueno, no iba a tener tanta suerte-ten vano trató de hablar animado.
-Lo lamento, pero no puedo permitir que pienses... -le tocó la mano.
-... lo que estoy pensando -terminó por ella-. Agradezco tu franqueza, Paula, pero he disfrutado elucubrando mientras me has dejado.
-¿Has estado casado? -preguntó antes de darle un sorbo al café que les había llevado el camarero.
-Estuve a punto de hacerlo -aceptó-. Pero me habían aceptado por despecho. Tarde o temprano ella se hubiera arrepentido y habría comenzado a odiarme.
-Nadie podría odiarte, Leonardo-le aseguró.
-Quizá no; sin embargo, parece que es difícil que me amen -la generosa boca hizo una mueca.
-¿Merece la pena? -preguntó pensando que tenía razón.
-Te lo diré cuando lo averigüe -le hizo una seña al camarero para que le presentara la cuenta.
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