-¿Me crees?
-¿No debo hacerlo?
-Sí. Le gusto a Leonardo, pero no es justo que yo le ilusione...
-Porque eres mía, ¿Eso ibas a decir? -le brillaron los ojos. ¿Cómo podía serlo si no sabía qué significaba para él?
-¿Así están las cosas? -preguntó Paula con tono grave.
-Si quieres. ¿Quería? ¿Podría entregarse de todo corazón dudando de que la relación fuera sincera?-. Estoy esperando -insistió el fotógrafo.
-Sí -y le rogó a Dios que la ayudara.
Quería pertenecerle en cuerpo y alma, no le importaba nada más. Cuando Rowan soltó el aire contenido comprendió que no sabía qué respuesta le iba a dar.
-Gracias al cielo -murmuró enternecido. Volvió a acercarla a su cuerpo y Paula sintió su calidez a través de la ropa. El pulso se le aceleró como otras veces y le fue difícil respirar con normalidad.. Como en trance, se dirigió junto a Pedro a la alcoba más grande y vió que había sacado sus pertenencias de la maleta. Se sentaron en el borde de la cama, sin que él dejara de mirarla.
-Te he echado mucho de menos -murmuró inclinándose para acercarse más.
-Yo también.
En un gemido la abrazó con delirio y comenzó a besarla en el cabello y a murmurarle palabras cariñosas sin sentido. ¿Cómo había podido dudar de él? se preguntaba Danni mientras su cuerpo reaccionaba a las caricias. Como para cerciorarse de que de verdad estaba a su lado, comenzó a explorar su musculoso cuerpo.
Pedro contuvo el aliento cuando Paula le deslizó los dedos por el vello del pecho. Con ternura, la empujó hacia las almohadas y apoyó los codos a sus lados para volver a besarla. Paula sintió que se le encendían las venas y arqueó el cuerpo para acercarse más a él. Sólo él podía apagar el infierno interno en que se hallaba. La unión fue como caer al vacío; al final, quedaron agotados pero satisfechos. Pedro se incorporó, apoyado en un codo, y la miró con calidez.
-¿Estás contenta de que haya venido?
-Me he puesto contenta en cuanto te he visto en el umbral de la puerta - aceptó porque ya no necesitaba fingir.
-Sin embargo, me has hecho pasar un infierno demostrándote algo de lo que ya estabas convencida -fingió irritación.
-Me gusta que me convenzan -se incorporó y le alisó el ceño fruncido.
-Eres una bruja, Paula Chaves-gruñó-. Pero si necesitas más convencimiento...
Se lo proporcionó.
Bastante más tarde, Pedro encontró en la nevera una botella de champán que había comprado Leonardo. Sirvió dos copas y le llevó una a Paula.
-Una copa para mi dama.
-No la necesito, voy a dormir como un bendito -bajó las piernas de la cama-. Pero si quiero estar despejada para trabajar mañana, voy a tener que irme a mi cama.
-Estás en tu cama -comentó severo-. Desde ahora en adelante, mi cama es la tuya. Creía que te habías convencido de eso.
-¡Estoy convencida! -simuló estar alarmada y al echarse hacia atrás se dió con la cabecera de la cama-. ¡Pero no me des golpes!
-¿Darte golpes? -se rió-. ¡Qué buena idea!
-Habría estado más segura con Laura.
-¿Sigues molestando porque he cambiado el trabajo con ella? -la observó muy serio.
-La verdad es que no estaba molesta, pero me ha sorprendido verte aquí - aceptó-. Desde anoche no dejo de pensar en tí y casi no podía creer que realmente estabas aquí... además, no sabía si quería verte.
-¿Y ahora?
-Estoy segura. Cuando Vanesa contestó al teléfono, no sabía qué pensar. Era como si mis peores temores se confirmaran.
-Ahora lo comprendo y me arrepiento de haberlo tomado con indiferencia -se sintió culpable-. Intentaste decirme que cuando te confunden con Vanesa te sientes herida y fui un tonto confundiendo el nombre. Cuando te fuiste de Sydney, comprendí que unos rollos de película valían poco comparados con lo que siento por tí. ¿Puedes perdonarme?
Paula se inclinó para darle un beso fugaz.
-Cuando venía para acá, pensaba que era tonta arriesgando por algo tan banal, todo lo que podríamos compartir.
-Para tí no era banal.
Pedro se dirigió a la ventana para observar las siluetas de las ondeantes colinas y más estrellas de las que Paula pensó que existían. Luego, se volvió hacia ella.
-Aprender a confiar es muy difícil, ¿Verdad?
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