-Deben tener mucho de qué hablar -comentó con torpeza-. Si me necesitan, voy a estar con Leonardo en la cava.
Paula le dijo con los ojos que siempre la iba a necesitar, pero le agradeció su tacto. Estaba impaciente por averiguar por qué Vanesa había llegado sin avisar. Seguro que tenía relación con su volátil romance con Francisco, el norteamericano. Esperó hasta que Pedro saliera para acomodarse en el sofá, frente a su gemela.
-Ha sido una sorpresa --comenzó.
-Lo mismo ha dicho Pedro-Vanesa se rió triste-. Cuando me ha visto en la estación de autobuses de Cessnock creía que eras tú. He estado a punto de no decirle la verdad. Es todo un hombre, ¿Verdad?
Paula experimentó las primeras señales de angustia. ¿Era posible que Vanesa pretendiera reanudar su relación con Pedro?
-Por supuesto. Me dijo que tenías problemas con Francisco.
-Salir con él ha sido un error y me dí cuenta cuando fui a conocer a su familia.
-¿No han congeniado? -preguntó Paula.
-Yo no he tenido problema, me he llevado bien con todos. Ellos son el problema. Se consideran de mucho abolengo y su madre me dió a entender con mucha claridad, que yo no estoy a su altura por ser de familia irlandesa, quizá con antepasados convictos.
-¿Qué te dijo?
-No es tanto lo que dijo, es como lo dijo -Vanesa se encogió de hombros-. Le resultaba gracioso que mi padre fuera poeta y me dijo que tenía una criada que se llamaba Vanesa. Con mucha diplomacia, me dió a entender que no era la mujer adecuada para su querido Francisco.
-Pero si le amas...
-¿Amarle? -la interrumpió-. ¡Él no dijo una sola palabra en mi defensa! ¡Se quedó sentadote mientras sus padres me aplastaban con sus tacones Gucci! Hice la maleta y tomé el primer avión que salía para Sydney. Pedro ha sido siempre amable conmigo, pero se vino aquí y me quedé sola.
Dada su inmensa alegría, Paula le tuvo más compasión que nunca a su hermana.
-Ha sido un asunto malhadado -concordó-. Pero conocerás a otros hombres y si Francisco no ha sido hombre suficientemente para defenderte. Estarás mejor sin él.
-Para tí es fácil decirlo -soltó Vanesa con tanto veneno que Paula se sorprendió-. Tú siempre tienes lo que quieres, así que no sabes lo que es quedarse rezagada.
-¿Que te has quedado rezagada? -preguntó Paula consternada-. Jamás te ha ocurrido nada semejante y no lo dirías si no estuvieras tan perturbada.
-Sé bien lo que digo -aseguró Vanesa-. Es la verdad. Tú tienes cabeza y por eso te resulta todo fácil. Todos sabían que tendrías éxito en lo que emprendieras.
-Sólo porque no podía competir contigo en lo físico -profirió Paula-. Desde niña has sido preciosa y aunque tenemos casi la misma apariencia, tú tienes algo que hace que la gente se vuelva para verte.
-No he tenido elección. Mi físico es lo único que tengo. Tú siempre eras la primera en la escuela y no podía competir en eso. Odiaba estudiar y a tí te encantaba. Decidí aprovechar mi físico para al menos, ganarte en algo.
-Yo siempre te he tenido envidia -Paula nunca se había imaginado que su hermana le envidiara su éxito académico-. Para tí era fácil salir con chicos y yo tenía que pedirles que me llevaran a las fiestas de la escuela.
-Porque te tenían un poco de miedo -explicó Vanesa-. Temían no estar a tu nivel intelectual, eso decían.
-No lo sabía. Creía que preferían tu manera de divertirte.
-¡Divertirme! -la modelo casi escupió la palabra-. Esa es la mejor representación de mi vida. Finjo ser la mujer que se divierte. Ha habido momentos en que he deseado matarte por ser tan inteligente.
-¡No digas eso, Vanesa! -la conmoción hizo que Paula se aferrara tanto a la silla que los nudillos se le pusieron blancos-. No hablas en serio.
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