Paula se quedó petrificada varios segundos, por la conmoción que le habían causado sus palabras.
-No soy Vanesa.
-¡Por Dios, mujer!, ¿Qué importancia tiene eso? -distraído, se pasó la mano por el cabello-. ¿Puedes estar en el estudio mañana o no?
Ella asintió con un movimiento de cabeza porque no podía hablar. En silencio, salió al vestidor y, al momento, reapareció totalmente vestido.
-Tengo que volver al estudio para ver si puedo salvar los rollos. Llama un taxi para que te lleve a tu casa y luego me pasas la cuenta. ¿De acuerdo? Siento haberte estropeado la noche, pero así son las cosas.
Y desapareció dejando sola a Paula, pensando en lo que acababa de ocurrir. Comprendía la preocupación de Pedro por el rollo defectuoso y la fecha de entrega, eso disculpaba que la hubiera llamado Vanesa. Pero lo que no podía ni quería comprender era la declaración de que la equivocación no tenía importancia. Él sabía que para ella era primordial. Le había explicado que temía que los hombres la usaran como sustituta de Vanesa. Pero había roto su promesa. Por eso se encontraba en esa triste situación. Pedro, en su nerviosismo había olvidado con qué gemela estaba y cuando ella le había hecho ver su equivocación. él la había considerado trivial. Para ella era importante. Quizá había cortejado a muchas mujeres en el curso de su vida y por eso no las recordaba. Aunque eso no concordaba con lo que había dicho, que para él sólo debía existir una mujer. Quizá quería decir que las quería de una en una. Pues no sería con ella. Se vistió de prisa, cogió su bolso y llamó un taxi, decidida a no cobrárselo a Pedro. No quería deberle nada. Pero cuando llegó a su casa, su estado de ánimo había cambiado de infelicidad a enfado. ¿Cómo se atrevía a tratarla así? Parecía que a él le importaba más su trabajo que ella. Pues bien, los dos podían participar en el mismo juego. Tal vez fuera el momento de continuar con su carrera y su vida. En el contestador tenía un mensaje y dudó entre escucharlo o hacerlo al día siguiente. Pero recordando su decisión, rebobinó la cinta. El mensaje era de Rafael Conreid, su antiguo editor en la revista de inversiones. Quería que le llamara ese mismo día, a la hora que fuera. Paula consultó el reloj y, según su norma, era tarde, pero para Rafael no. Era un búho nocturno que iba a la oficina a cualquier hora cuando no podía dormir. Llena de curiosidad, marcó el número.
-Soy Paula, espero no haberte despertado -dijo.
-No estaba durmiendo y me alegro de que me hayas llamado -hizo una breve pausa-. No sé si tengo derecho a pedirte ayuda después de tratarte como lo hice, pero necesito con urgencia a una periodista para un reportaje fuera de la ciudad.
-Me interesa -respondió. Era la respuesta a su plegaria-. Además, tú no tuviste la culpa que yo dejara el trabajo, lo decidí yo.
-Me alegro de que lo consideres así -suspiró contento-. Ahora la periodista que estaba de colaboradora ocupa tu puesto, ya no tengo a quién enviar a que me haga los reportajes especiales y esto es muy urgente. ¿Todavía no tienes trabajo fijo?
-Hay algunas perspectivas, pero no corren prisa. De hecho, he estado haciendo de modelo un poco -comentó a la ligera.
-Supongo que también me dirás que sí eras la de la foto central -ahogó una risita.
El tono bromista de Rafael era como una brisa de aire fresco, después de la presión de los últimos días en compañía de Pedro.
-Te vas a quedar con la duda. ¿Cuál es el asunto urgente?
-La señora Philmont quiere que hagamos unos buenos reportajes de los pequeños lugares de Hunter Valley, de los aboga dos de la calle Pitt y de las granjas de fin de semana, ese tipo de asuntos. Uno de sus amigos es vitivinicultor y él se lo sugirió..
Lo que más necesitaba Paula, esta distancia entre Pedro y ella. Al pensar en él, recordó otra cosa.
-¿Quién va a hacer las fotos?
-Laura Healey. Ya has trabajado con ella.
-Sí y formamos un buen equipo.
-Eso pienso yo. Me gustaría que empezaras este reportaje lo antes posible. ¿Cuándo puedes venir para que te explique los detalles?
Paula pensó que Pedro la esperaba en el estudio a la mañana siguiente. Aunque tenía grandes tentaciones, no podía defraudarle.
-¿Te parece bien que vaya pasado mañana? -le preguntó a Rafael.
-Si no puedes antes, de acuerdo. Mientras tanto, empezaré a mover el asunto para que puedas ir al valle en cuanto hablemos. No me gusta meterte prisa, pero ya sabes cómo se pone la señora Philmont cuando se le mete una idea en la cabeza.
-No hace falta que lo digas -riendo, colgó el auricular.
Al menos en esa ocasión la señora Philmont le iba a hacer un favor. No podía dejar de pensar en Pedro y eso era muy peligroso. Necesitaba irse de la ciudad para analizar lo ocurrido. Tras muchas dudas sobre si decirle o no lo que había planeado, al llegar al estudio decidió callar. Estaba de mal humor y Paula no sabía si era por tener que repetir las fotos estropeadas o por su comportamiento de la noche anterior. Pero no debía ser por lo segundo pues no hizo referencia alguna a su error. Se mostraba muy profesional, frío y exigente como la primera vez. Parecía que la noche anterior no había existido.
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