sábado, 19 de marzo de 2016

El Negocio: Capítulo 19

—¿Y por qué ibas a saberlo? —replicó ella, sin molestarse en fingir una amabilidad que no sentía—. Sólo hace unos meses que me conoces y dejé de competir hace tiempo.

De repente, empezaba a dolerle la cabeza. Saber que lo único que podía esperar a partir de aquel momento eran más cenas como aquélla la ponía enferma.

De modo que, apartando la silla, se levantó.

—En fin, estoy encantada de haberlos conocido, pero me temo que debo irme a dormir —se disculpó—. No, por favor, Pedro, tú sigue entreteniendo a tus invitados —añadió cuando él iba a levantarse.

—Te acompaño al camarote, querida. Si necesitáis algo, llamad al camarero. Yo vuelvo enseguida.

—Campeona de natación, qué impresionante —dijo Pedro mientras abría la puerta del camarote—. Estás llena de sorpresas, Paula. Pero si hay alguna más, te agradecería que me la contases a mí primero. No me gusta que me hagas quedar mal delante de mis invitados mientras coqueteas con otro hombre.

—¿Yo te he hecho quedar mal? —repitió ella—. Y eso lo dice un hombre que invita a su amante en su luna de miel...

—Camila no es…

—Por favor, es evidente que te has acostado con ella. No te molestes en negarlo.

—Me acosté con ella una vez, hace diez años —suspiró Pedro—. Pablo es un viejo amigo mío, yo los presenté y fui el padrino de su boda. Camila es una amiga, nada más.

—No hace falta que me des explicaciones, no las necesito —replicó Paula—. Aunque me sorprende que ese hombre tan agradable sea amigo tuyo cuando tú eres la persona más arrogante y cruel que he tenido la desgracia de conocer. Y ahora vuelve con tus invitados, a mí me duele la cabeza y me voy a la cama. Sola.

Pedro tuvo que hacer un esfuerzo para controlar el deseo de besarla para hacerla callar.

—Sola no —dijo, tomando su brazo.

Paula  intentó soltarse, pero él no la dejó.

—Eres mi mujer y vas a compartir mi cama… eso no es negociable.

En sus ojos azules vió la rabia, el dolor que intentaba esconder y… ¿miedo?

¿Había miedo en sus ojos?

Atónito, soltó su brazo. Él tenía éxito en todo lo que hacía; las mujeres lo miraban con admiración, con deseo, con adoración incluso. Pero nunca lo habían mirado con miedo. ¿Cómo demonios había conseguido asustar a su esposa?

—Pareces agotada. Voy a buscar unos analgésicos para que puedas dormir.


Paula suspiró cuando una mano grande empezó a acariciar sus pechos.

Apoyándose en un duro cuerpo masculino, echó la cabeza hacia atrás para dejar que besara su garganta, una cálida lengua rozaba el pulso que latía allí. Intentó abrir los ojos, pero decidió dejarse llevar por el placer que le proporcionaban las caricias de unos dedos largos y expertos… estaba perdida en un sueño erótico, su corazón latía cada vez a más velocidad. La boca masculina sobre la suya, unas piernas musculosas abriendo las suyas…

Paula abrió los ojos de golpe. No era un sueño… era Pedro encima de ella, la luz del sol dándole a su pelo negro un brillo casi azulado, sus ojos mirando en su alma, prometiéndole el paraíso. Y era demasiado tarde para resistirse a él. No quería resistirse a él. Lo deseaba, ardía por él. Sintió la aterciopelada punta de su miembro y levantó la pelvis para recibirlo.

—¿Me deseas? —musitó Pedro.

—Sí, oh, sí...

Él metió las manos bajo sus nalgas para levantarla y, con una poderosa embestida, la llenó, entrando y saliendo una y otra vez, cada más con más fuerza, más deprisa, hasta que el cuerpo de Paula, como por decisión propia, empezó a seguir su ritmo. Llegó al clímax en segundos, los espasmos la obligaban a clavar los dedos en su espalda, y Pedro terminó poco después. Su poderoso cuerpo se convulsionó de placer.

Más tarde, cuando los temblores habían desaparecido, Paula sintió una ola de vergüenza por su fácil capitulación. Abrió los ojos e intentó apartarlo, pero Pedro  sujetó sus dos manos con una sola; con la otra, apartó el pelo de su frente.

—¿Estás bien?

—Tan bien como puedo estar mientras tenga que seguir contigo.

— Tuvimos una pelea ayer, pero eso ya es pasado. Las dos personas por las que discutimos están muertas ahora… ésa es la realidad. Nosotros tenernos que seguir adelante.

—La realidad es que quiero irme de aquí —replicó ella.

—El problema es que no quieres admitir que deseas a un hombre de carne y hueso como yo —dijo Pedro, inclinando la cabeza para aplastar sus labios con un beso—. No puedes enfrentarte con la realidad, ésa es la cuestión. Quieres amor romántico, un cuento de hadas, cuando cualquiera con un poco de sentido común sabe que ese amor que imaginas no existe. La química sexual es lo que atrae a una pareja. Se casan y después de un año esa química ha desaparecido, pero normalmente hay un hijo para cimentar la unión. Para un hombre, es un instinto natural proteger a la madre de su hijo y, en la mayoría de los casos, una obligación moral que asegura que dure el matrimonio…

—¿De verdad crees lo que estás diciendo?

—Sí —Pedro se incorporó, estirándose como un enorme felino—. Aunque ahora que te miro, no creo que vaya a cansarme nunca de desearte.

1 comentario:

  1. Muy buenos capítulos! Que duro que es Pedro para decir lo que piensa, no mide lo que lastima a Paula...

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