jueves, 27 de febrero de 2025

Compromiso Fingido: Capítulo 46

Por otro lado, no podía seguir participando en esa mentira, ella no era así. Aunque romper con Pedro y salir de su vida iba a romperle el corazón.


—No puedo seguir fingiendo que estamos prometidos. Ha sido difícil mentirle a la prensa, pero tener que engañar a mis hermanas ha sido horrible. Lo he pasado muy mal esta tarde. Creo que deben de sospechar algo…


—Bueno, la verdad es que yo he estado pensando en lo mismo esta tarde, mientras jugaba al golf con mis hermanos —repuso Pedro mientras le tomaba las manos con cariño.


Se le hizo un nudo en el estómago. Se dió cuenta de que todo estaba a punto de terminar. Iban a separarse y ella volvería a Charleston sola. Con la única compañía de recuerdos para sustituir a lo que antes sólo eran fantasías. El problema era que la realidad había superado con creces lo tejido por su imaginación.


—Y ¿Qué es lo que has decidido?


Pedro apretó con más fuerza sus manos.


—¿Qué te parece si lo intentamos de verdad y nos olvidamos de que empezó como una farsa?


No creía haberle escuchado bien.


—Vas a tener que repetir eso porque creo que te he entendido mal. No es posible…


Pedro levantó su mano izquierda y acarició el dedo donde había llevado el anillo.


—Dejemos la sortija en su sitio e intentemos conocernos mejor, salir juntos…


—¿Y seguir acostándonos?


—Vaya, eso espero.


Pedro volvió a sonreír. Le gustó ver cuánto la deseaba, pero eso ya no era suficiente para ella, necesitaba más.


—¿Decidiste mientras jugabas al golf con tus hermanos que tenemos que pasar más tiempo juntos y seguir haciendo el amor a menudo?


—Bueno, supongo que no me he expresado demasiado bien, lo cual es extraño teniendo en cuenta que me dedico a la política. Así te haces una idea de hasta qué punto me vuelves loco —le dijo él con una sonrisa maliciosa—. Lo intentaré de nuevo. Lo que sugiero es que nos conozcamos mejor, poco a poco, para que así podamos tener una… Una…


Pareció quedarse sin palabras y se quedó mirando el horizonte.


—Una relación, Pedro. Creo que «Relación» es la palabra que no te salía.


Para ella también era extraño, pero al menos podía decir esa palabra sin atragantarse.


—Sí, eso es. 


Pedro parecía nervioso e incómodo. Sus palabras contradecían su lenguajecorporal.


—Creo que lo que estás describiendo es lo que hacen los amigos con derecho a más o los amantes. Y, que yo sepa, los amantes no se intercambian anillos de compromiso —le dijo ella.


Unas semanas antes, habría estado encantada de ser sólo eso para Pedro Alfonso, pero las cosas habían cambiado y ese anillo empezaba a representar lo que ella creía que merecía tener algún día en su vida.


—¿Qué es lo que esperas de mí? —le preguntó Pedro con frustración—. ¿Quieres que te diga que te quiero? Ya he estado enamorado antes y esas cosas llevan su tiempo. No te conozco lo suficiente como para estar seguro de algo así. Pero puedo decirte que creo que podría llegar a amarte algún día. ¿Por qué vamos a romper cuando existe esa posibilidad en nuestro futuro?


«¿Qué me podría llegar a amar algún día?», se dijo ella sin saber qué hacer con una promesa tan insuficiente. Pero entonces recordó lo que acababa de decirle.


—¿Has estado enamorado?


Pedro se quedó helado.


—¿De quién? —le preguntó ella sin poder aplacar su curiosidad—. La prensa te ha emparejado con decenas de mujeres durante los últimos años, pero nunca pudieron encontrar una relación lo suficientemente seria como para resaltarla. Creo que por eso les ha gustado tanto escuchar lo de nuestro compromiso.


—Supongo que tienes razón —concedió él.


Pedro no parecía querer responderle, y eso no hizo sino acrecentar su curiosidad. No sabía por qué le interesaba tanto. 

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