jueves, 20 de febrero de 2025

Compromiso Fingido: Capítulo 38

Su grito final la estremeció y se relajó totalmente entre sus brazos. Se quedaron abrazados en silencio durante un tiempo, no podría haber calculado cuánto. Después, Pedro la soltó despacio y sus pies por fin tocaron el suelo. Pero no la sostenían, sus músculos estaban agotados, demasiado débiles después del esfuerzo. La tomó entonces en brazos.


—Te tengo, Paula. Relájate.


Gimió y se dejó caer sobre su pecho. Creía que también se le había olvidado cómo hablar. Atravesando el vestíbulo, Pedro se detuvo un segundo para que ella encendiera un interruptor en la pared. El salón se llenó de una tenue luz. Se relajó en sus brazos y aprovechó el momento para aprender más de él contemplando su casa. Un sofá y sillones de piel granate llenaban la estancia. Desde ellos se podía contemplar el océano y una gran pantalla de televisión. El salón se comunicaba con un comedor y una moderna cocina. De la gran sala salía un estrecho pasillo que sin duda llevaba a los dormitorios.  Pedro se detuvo al lado del sofá.


—¿Quieres quedarte aquí o te llevo dentro?


—Dentro, por favor.


Quería saber más de él. Quería conocer al hombre que se escondía tras el político. Sólo sabía de él que le gustaban los sofás de piel y que de pequeño quería ser policía.


—¡Qué bien! Da la casualidad de que yo también quería ir al dormitorio. De hecho, cualquier sitio donde pueda desnudarte es perfecto.


Quería vivir el momento y disfrutar de las sensaciones que estaba viviendo, pero seguía temiendo que aquello se le fuera de las manos y acabara sintiendo algo más por él. Sabía que aquella tenía que ser la última noche, no podía arriesgarse a ir más lejos. Pedro se dió cuenta de que todo podía ser mucho más sencillo de lo que se había imaginado. Llevó a Paula en brazos a su habitación pensando que quizás hubiera exagerado la situación desde el principio. Se llevaban bien y estaba claro que la química que había entre ellos iba más allá de una aventura de una sola noche. Pensó que quizás debiera arriesgarse. Una amistad acompañada de increíbles relaciones sexuales era una alternativa mejor que pasar el resto de sus vidas solos o metidos en relaciones que no los llenaban. La besó con ternura en los labios antes de dejarla sobre la cama. Le gustó verla allí y sabía que le gustaría mucho más en cuanto despojara su bello cuerpo de la ropa que aún llevaba puesta. Y vió que Paula tenía lo mismo en mente porque se arqueó hacia él para besarlo con tal pasión que a él no le quedó ninguna duda, estaba lista para hacerlo de nuevo. Se quitó la chaqueta y la dejó sobre la silla sin dejar de besarla. Paula le deshizo el nudo de la corbata de manera apresurada y se la quitó. Después comenzó a desabrocharle la camisa y a acariciar su torso al mismo tiempo. Él la besó en el cuello y bajó por sus hombros mientras le quitaba uno de los tirantes del vestido. Su ropa interior había quedado olvidada en el suelo del vestíbulo. Estaba casi desnuda. No pudo evitar sonreír, estaba deseando tenerla entre sus brazos. Hundió la nariz en su piel y dejó que su aroma floral lo embriagara por completo.


—Al menos esta vez vamos a hacerlo en una cama…


Paula le bajó los pantalones y él terminó de deshacerse de ellos. 

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