martes, 18 de febrero de 2025

Compromiso Fingido: Capítulo 33

 —Todo va bien —le aseguró—. ¿Por qué no iba ser así? Davis estaba comentándome cómo puedo serte de mayor utilidad en la campaña.


Pedro rodeó su cintura con el brazo y miró a los otros dos hombres.


—Paula no tiene que hacer nada especial, sólo ser ella misma —les dijo.


—Me preocupan mucho ustedes dos —les dijo Leandro.


—Limítate a hacer tu trabajo —repuso Pedro con frialdad—. Si tienes algo más que decir sobre este tema, lo haremos más tarde en las oficinas centrales.


—Tú mandas —contestó Leandro Davis mientras se alejaba de ellos en compañía del otro hombre.


Pedro se quedó mirándolos con gesto suspicaz. Después la miró a ella.


—¿Han dicho algo que te haya molestado?


—No, nada. De verdad. Todo está bien —repuso ella.


Pedro le acarició la mejilla con ternura. Después, y antes de hablarle de nuevo, miró a su alrededor como lo había hecho Leandro.


—Pareces agotada. Y tienes ojeras.


Su preocupación le recordó lo que acababa de decirle Davis y acabó con su paciencia. Tenía los sentimientos a flor de piel y Pedro no le estaba ayudando a controlarse.


—Parece que sabes muy bien lo que decirle a una chica para que se sienta guapa —repuso ella.


—Estás preciosa, pero pareces cansada. Sé mejor que nadie que las campañas electorales pueden ser agotadoras —le dijo Pedro—. Vamos a irnos ya.


—Pero… No puedes irte —repuso ella mirando a la gente que bailaba—. Esta es  tu fiesta.


—Sí, pero puedo irme cuando quiera. Ya estamos en el muelle y hay más gente desembarcando. Aprendí hace mucho que no puedo quedarme en estos eventos hasta el final. Entonces es cuando las fiestas se vuelven locas y eso no favorece en nada la imagen de un político.


Consiguió convencerla. Sonrió y tomó el brazo que le ofrecía.


—Vámonos antes de que la señora Reis se emborrache y cuelgue su sujetador del palo mayor.


—Vaya, ahora no voy poder quitarme esa imagen de la cabeza —le dijo él con sarcasmo.


—Encantada de poder complacerte —repuso ella.


Pedro la miró entonces con los ojos entrecerrados.


—No sabes cuánto me complaces, Paula Chaves, más de lo que te imaginas — le dijo al oído—. Y no sabes cuánto siento haber arruinado la oportunidad de poder complacerte de nuevo.


Sus palabras la estremecieron y se quedó sin aliento. Sabía que Leandro Davis tenía mucha experiencia en la política y tendría sus motivos para decirle que no era el tipo de mujer más conveniente para Pedro. Pero, aunque sólo fuera por esa noche, estaba decidida a llevarse un bello recuerdo de esa historia que pudiera atesorar para siempre. 

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