Carraspeó para aclararse la garganta y concentrarse en el tema del que estaban hablando.
—¿Dónde estaban esos terrenos?
—En la playa de Myrtle —repuso él.
Era un lugar de veraneo exclusivo, donde las familias más pudientes del estado se construían sus mansiones.
—Eso explica muchas cosas… —comentó ella.
Le llamó la atención que quitara importancia a la manera en la que su familia se había hecho rica. Pero una riqueza así no crecía sola.
—Explica muchas cosas, pero no todo —insistió ella—. Muchas familias se gastan las herencias antes de que llegue la siguiente generación.
—Hemos invertido ese dinero de manera bastante inteligente durante décadas —reconoció Pedro mientras jugaba con los gemelos de su camisa.
Parecían antiguos. Se acercó más y vió que tenían las iniciales de su padre.
—Siempre hemos vivido bien, pero sin perder el norte y pendientes de que los bienes fueran creciendo.
—Muy inteligente.
Pensó en muchas maneras de incrementar una cartera tan importante como la de los Alfonso. Después de todo, ése era su campo de trabajo. Envidió a la persona que se encargara de jugar con todo ese dinero.
—Las familias crecen. Así que siempre hay que alimentar los ahorros familiares para que no vayan haciéndose cada vez más pequeños.
—Así es —le dijo él—. Hemos tenido la suerte de poder elegir las profesiones que nos gustaban sin tener que preocuparnos por el dinero.
Le emocionó que apreciara lo que tenía y la fortuna de poder tener esa vida. Le gustaba todo lo que iba descubriendo en él y se dió cuenta de que debía tener mucho cuidado con ese hombre si no quería salir herida.
—Es admirable que todos penséis así cuando podíais haber elegido tener una vida fácil, de lujo y diversión.
El conductor frenó de repente. Estaban metidos en un atasco por culpa de un accidente. Iban a tardar más de lo que se había imaginado y decidió que lo mejor que podía hacer era mantener viva la conversación.
—Te podías haber dedicado simplemente a viajar y ver mundo. A nadie le habría extrañado que lo hicieras —le dijo.
—Supongo que podría hacer ese tipo de locuras, pero no es mi estilo. Me gusta jugar al golf tanto como a cualquiera —le comentó mientras señalaba un campo lleno de golfistas—. Pero no soy lo suficientemente bueno como para dedicarme a ese deporte de manera profesional. La política me mantiene en contacto con el resto del mundo, hace que siga siempre con los pies en la tierra. Mi hermano Juan Pablo dice lo mismo de su trabajo en las fuerzas aéreas.
La conversación no iba según lo previsto. No le estaba ayudando. Todo lo contrario, cada vez le gustaba más. Rezaba para que salieran pronto de ese atasco. Antes de que hiciera alguna tontería.
—¿Y tu hermano Federico?
—Él es abogado, experto en temas económicos. A él tenemos que agradecerle tener un futuro más que seguro.
—¿Y Bautista?
—Aún no sabemos que hará con su vida —repuso Pedro con una sonrisa algo tensa.
—Es el más joven, ¿Verdad? —preguntó ella—. Creo que leí no hace mucho que acababa de terminar sus estudios en la universidad.
—Así es, pero eso no es excusa para que se dedique únicamente a divertirse y viajar —repuso Pedro con el ceño fruncido—. No sé cómo mis padres han podido criar a un hijo que les ha salido vividor.
Se quedó callada al escucharlo. Se estaba dando cuenta de que Pedro Alfonso no era sólo un hombre atractivo, rico y con carisma para la política. Había mucho más. Cada vez se sentía más atraída por él. Era como si tuviera un magnetismo especial que la afectara aunque no lo estuviera tocando.
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