—Siento que estés tan tensa. No me gusta darme cuenta de que es seguramente la campaña electoral la que ha producido estos nudos en tus músculos —le dijo mientras trabajaba con los dedos sus contracturas.
—No lo llevo mal —repuso ella mientras bebía un poco de champán.
—No seas modesta, la verdad es que lo estás haciendo fenomenal —le aseguró Pedro mientras reposaba la barbilla sobre su cabeza—. Pero no te gusta ser el centro de atención, ¿No?
Eso era lo último que necesitaba. No quería recordar la conversión que había escuchado durante la fiesta y las preocupaciones de Leandro Davis. El director de campaña creía que ella perjudicaba a Pedro y la probabilidad de que éste ganara a Martín Stewart. Se quedó callada, terminó su copa de champán y se distrajo jugando con las pompas de jabón. El vapor había conseguido amortiguar sus sentidos. Hacía tiempo que se había empañado el espejo, pero aún recordaba ver en él la imagen de ellos dos en la elegante bañera de mármol. Pedro seguía acariciando y masajeando su espalda.
—Ya verás cómo todo se resuelve pronto. Estoy seguro.
Pero ella no sabía qué iba a pasar ni quería pensar en ello. Le frustraba seguir con la farsa del compromiso, pero tampoco podía hacerse a la idea de acabar con todo y salir para siempre de su vida. Creía que lo mejor que podía hacer, al menos por esa noche, era olvidarse de todo y concentrarse en lo que estaba viviendo.
—Me encanta esto…
Pedro estaba consiguiendo relajar sus músculos.
—Sí, este jacuzzi siempre me ayuda a recuperarme después de hacer deporte con mis hermanos.
—No hablaba de la bañera, sino de tus manos.
—Me alegra oír que te gusta que te toque.
—Mucho… —repuso ella con sinceridad.
Pero lo cierto era que no sólo le gustaba mucho, sino probablemente demasiado. Su atracción por Pedro había sido mucho más llevadera cuando él era inalcanzable y estaba convencida de que ese hombre nunca se fijaría en ella. Se tocó el hombro izquierdo, el que aún estaba más elevado por culpa de la enfermedad.
—Tuve escoliosis cuando era pequeña —le dijo sin pensar.
Las manos de Pedro se detuvieron medio segundo y se dió cuenta de que la había oído.
—Fue una suerte que la tía Silvia se ocupara del problema con mi columna vertebral tan pronto como lo hizo —le dijo—. Eso ya no afecta demasiado mi vida, pero evito llevar tacones altos. Y casi siempre que paso mucho tiempo de pie sin moverme acabo con dolor de cabeza.
—Bueno, tengo entendido que los tacones de aguja no son buenos para la espalda de nadie y quedarse de pie sin moverse tampoco me parece buena idea.
Le encantó que lo aceptara con tanta naturalidad. Consiguió que se sintiera muy cómoda y más relajada.
—No puedo creer lo que acabo de oír.
—¿A qué te refieres?
—Es la primera vez que oigo a un hombre oponiéndose al uso de tacones altos —repuso ella mirándolo por el encima de su hombro con la nariz arrugada—. No me lo creo. Pensé que a todos los hombres les quitaba la respiración ver las piernas de una mujer con tacones altos.
—Y yo no me puedo creer que digas algo tan manido como eso. Haces que los hombres parezcamos seres muy superficiales.
—Eso lo has dicho tú, no yo.
—¡Vaya! ¡Qué golpe más bajo! Pero la verdad es que has jugado bien tus cartas. A lo mejor deberías representarme durante los debates electorales —sugirió Pedro mientras la abrazaba bajo el agua—. Está claro que todo el mundo tiene predilección por alguna parte del cuerpo.
—Como las piernas, ¿No?
Pedro deslizó las manos hacia arriba y cubrió sus pechos. Después comenzó a jugar con sus pezones.
—Sí, pero tampoco hay que olvidarse del pecho —susurró él—. Ni de la suavidad de tu piel —añadió mientras la besaba en el cuello—. Sin dejar de lado tu maravillosa melena…
—Sabes muy bien cómo seducir a una mujer…
Pedro dejó de acariciarla al escuchar sus palabras.
—Sólo estoy siendo sincero —replicó él—. ¿Por qué te cuesta tanto aceptar los halagos?
Ese hombre había aceptado con tanta comprensión lo que le había contado que decidió ir más lejos y confesarle las consecuencias emocionales a las que se había tenido que enfrentarse desde pequeña por culpa de su defecto de nacimiento.
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