Lo miró con el ceño fruncido. Le entraron ganas de darle un codazo, pero no quería que viera hasta qué punto le afectaba lo que le decía.
—Eso es parte del pasado y ya no es relevante.
—De acuerdo —repuso él—. Bautista y Federico tienen cada uno varias habitaciones en la casa, supongo que podrías llamarlas «Suites». Bautista vive allí desde que se licenció y Federico desde que se separó de su mujer. Juan Pablo está en un piso cerca de la base militar de Charleston. Yo vivo en la antigua casa de carruajes, que se remodeló para hacer allí una vivienda. ¿Te parece bien?
Se dió cuenta de que parecía buena idea. Su cuñado acababa de volver de una misión y, aunque Florencia y David le habían dicho que les encantaría tenerla en casa, no se le olvidaba que estaban recién casados y que tenían que celebrar la noticia del embarazo. Quería darles la oportunidad de estar solos unos días y sabía que sería absurdo tener que conducir entre Charleston y Hilton Head varias veces al día. El plan de Pedro parecía lo más lógico y ella era una mujer práctica.
—De acuerdo, así lo haremos. Gracias. Sólo espero que tus hermanos no se paseen por la casa en calzoncillos.
—Por eso no te preocupes —le dijo él con una picara sonrisa que consiguió estremecerla—. Si los veo de esa guisa, les daré una buena patada en el trasero.
Se quedaron en silencio y Paula se entretuvo mirando por la ventana. Había crecido en Charleston, pero no conocía bien esa zona de la costa. Era una de las más exclusivas de todo el estado. Parecían haber sido capaces de domar la naturaleza sin que fuera evidente. El paisaje era bellísimo. Fueron pasando impresionantes mansiones. Cada una parecía más grande y lujosa que la anterior. Se dió cuenta de que los dueños de esas propiedades se podían permitir hacer lo que quisieran con el paisaje, incluso transformarlo a capricho. Salieron de la carretera principal y siguieron por una sinuosa calle. Desde el coche sólo veía palmeras y cuidados céspedes. Y llegaron poco después frente a una enorme casa blanca, de tres pisos y con tejados Victorianos. Desde allí se podía ver el océano. Distinguió las escaleras que subían hasta el segundo piso, donde un porche ofrecía las mejores vistas desde la casa. Y allí parecía estar también la entrada principal. Ventanas con celosías cerraban la mayor parte de la planta baja, que parecía ser una espaciosa zona de entretenimiento y ocio. Muchas casas de Charleston seguían el mismo tipo de construcción. La verdadera vivienda estaba en las plantas altas para protegerla de las posibles inundaciones que podían traer los huracanes en esa zona del país. Al lado de la mansión había un garaje con tantas puertas que perdió la cuenta. El chófer detuvo el coche a un lado de la casa. No sabía si mirar a las bellas azaleas que tenía tras ella o al océano que tenía delante. Se fijó en una piscina que había entre la playa y la casa. La habían construido para simular una laguna natural entre las rocas y vió que también había un jacuzzi.
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