martes, 25 de febrero de 2025

Compromiso Fingido: Capítulo 44

 —Bueno, creo que por un día ya nos hemos abierto demasiado, ¿No crees? Ya sabes que no me va este rollo sentimental… ¿Por qué no nos concentramos de nuevo en el juego? Estoy dispuesto a ganar este torneo.


Detuvo el carro, se bajó y sacó un palo de su bolsa de piel.


—Empiezo a pensar que mamá hizo lo correcto.


Juan Pablo salió del otro carro y se acercó a él.


—¿A qué te refieres?


—Eligió a un amigo cuando se casó por segunda vez. Me parece mucho más inteligente que meterte en una de esas relaciones sentimentales que son como una montaña rusa. Creo que todos deberíamos aprender de ella.


Bautista se quedó boquiabierto al escucharlo.


—¿Es que estás ciego? Mamá está loca por el general —le dijo su hermano pequeño mientras se apartaba sus abundantes rizos de la cara.


—Sí, sí —replicó él con incredulidad—. Aunque me cueste decirlo, sé que se sienten atraídos el uno por el otro. Recuerden cuando los pillamos aquel día en la cama…


Tanto sus hermanos como él se estremecieron al recordar el momento. Había sido uno de los días más complicados de sus jóvenes vidas y les había costado olvidar lo que habían visto, a su madre haciendo el amor con el que había pasado de ser su mejor amigo a su amante. Se casaron algún tiempo después. Hasta a Bautista, el más mujeriego de los cuatro, le costaba recordar aquello.


—Habría preferido pasar por la vida creyendo que nuestra santa madre nos había concebido a todos por arte de magia. Fue una experiencia traumática…


Federico levantó las manos para solicitar una pausa.


—De acuerdo, no hablemos de eso otra vez, por favor. Pero es verdad, creo que Bautista tiene razón. No se trata sólo de atracción, mamá quiere de verdad a ese hombre.


Se quedó callado unos instantes, pensando en la boda de su madre con Carlos Renshaw. Se casaron unas Navidades y de manera bastante impulsiva y romántica. Pero a lo mejor había algo más de lo que él se podía haber imaginado. Recordó cómo se iluminaba la cara de su madre cuando recibía una llamada de su marido. Además de sus exitosas carreras profesionales, su madre y su segundo esposo compartían mucho más. Siempre que podían sacaban una hora libre para sentarse juntos en el balancín del porche. Allí los había visto charlar y reír mientras se tomaban una copa de vino. Se dió cuenta, al analizarlo de una manera más tranquila, que era obvio y no entendía cómo no lo había visto antes. El general Carlos Renshaw y su madre estaban muy enamorados.  Pensó que quizás hubiera querido creer que no era así porque se ajustaba mejor a su modo de ver la vida. Llevaba años huyendo de los compromisos y las relaciones serias. El problema era que se había metido en un callejón sin salida. Ya no sabía cómo iba a poder finalizar esa relación. Ni siquiera tenía claro que quisiera hacerlo. Lo único que sabía a ciencia cierta era que no podría seguir viviendo sin repetir lo que habían compartido la noche anterior.



De vuelta en la casa principal, Paula se entretuvo mirando el océano desde la ventana de su dormitorio. La vista era similar a la que había contemplado siempre desde la casa de su tía Silvia. Eso le recordó cuánto la echaba de menos. Sobre todo en esos momentos, cuando se enfrentaba a la que podía ser la decisión más dura de su vida. Ni la presencia del océano ni la suave decoración de la habitación consiguieron calmar sus nervios. Se había pasado la tarde con sus hermanas, repasando los daños y evaluando cuánto costaría conseguir que Beachcombers abriera de nuevo sus puertas al público. Había sido mucho más duro de lo que se había imaginado. Se enfrentaba a la ardua tarea de reconstruir esa casa, pero lo que más le dolía era que lo tendría que hacer sola, fuera ya de la vida de Pedro. Eso le angustiaba más de lo que había esperado. Pero tampoco podía seguir con la farsa. No podía seguir acostándose con él sin tomar una decisión sobre el futuro de los dos, ya fuera juntos o por separado. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario