martes, 14 de enero de 2025

Prisionera De Tu Amor: Capítulo 55

 –Temías que volviera a pedirte matrimonio –adivinó él con gesto sombrío.


–En parte, temía que insistieras… –admitió ella. Pero lo que más había temido había sido ser incapaz de negarse.


–¿Tan terrible te parecía mi proposición?


Cuando Paula asintió, percibió una expresión de sufrimiento en los ojos de él.


–Pero no por lo que tú crees –continuó ella, acercándose un poco más–. No podía soportar que solo fuera una alianza de negocios. Para impulsar tu éxito y tu reputación. Y solo porque acababas de decidir que querías tener una familia.


–No fue así –dijo él, mirándola a los ojos, con voz cargada de emoción–. Siento mucho todo lo que ha pasado. Solo querías ayudar a tu hermano y te traté como a una ladrona. Luego, te seduje, cuando no tenía ningún derecho a robarte tu inocencia. No tenía derecho a trastocar tu vida de esa manera – reconoció él y se puso pálido–. Cuando te ví debajo de esos caballos… Pensé que te habían matado. Lo del bebé es culpa mía, Paula. Si no te hubiera hecho participar en la carrera, no habría pasado. Tú eres inocente de todo.


De pronto, Paula se llevó la mano a la boca, quedándose helada.


–¿Te culpas por lo que pasó? ¿Por eso estabas tan afectado cuando viste el accidente? Pensé… –balbuceó ella y volvió la cara. 


Nunca se había sentido tan idiota. Había pensado que él, tal vez, la amaba, pero había sido solo una cuestión de culpabilidad.


–Cuando te propuse que nos casáramos, en el hospital, no quería admitir que me siento incapaz de vivir sin tí –continuó él–. Cuando pensé que iba a perderte… Eres la única persona a la que he amado de verdad. Pero, entonces, no quería reconocerlo.


–¿Qué estás diciendo? –dijo ella y parpadeó, preguntándose si estaría oyendo bien.


–Digo que te amo, Paula –contestó él con una expresión inusual de vulnerabilidad–. Creo que te he querido desde el primer momento. Pero sé que tú no me amas. Y te mereces a alguien mejor que yo.


–Te he mentido –confesó ella tras un instante, temiendo que aquel mágico momento pudiera romperse si hablaba–. Sí te amo. Lo sé desde que fuimos juntos a París.


–¿Lo dices en serio? –preguntó él, tomando su rostro entre las manos.


Paula asintió.


–Cuando te dije que no te quería en el hospital fue solo por despecho, porque pensaba que querías casarte conmigo solo por conveniencia.


–Nada de lo que tengo me importa, si no estás tú. Te dije que no era un matrimonio por amor porque no sabía lo que era el amor. Lo supe el día siguiente, cuando fui a buscarte y no estabas allí. Quiero tener una familia contigo, Paula. Aunque sea una idea que me da miedo. No sé cómo actuar, nunca he tenido a nadie que me diera ejemplo.


–Yo te enseñaré –susurró ella, rodeándolo con sus brazos.


Entonces, él esbozó un gesto serio, mirándola con intensidad.


–Paula Chaves, no pienso dejar que te vayas de mi vida nunca más. ¿Quieres casarte conmigo?


–Sí, sí –repitió ella, sin poder parar de llorar–. Te quiero.


–Y yo te quiero a tí.


Mientras la sujetaba entre sus brazos, con sus bocas unidas, Pedro supo que, por fin, había encontrado el amor, la paz y un hogar de verdad.






FIN

No hay comentarios:

Publicar un comentario