martes, 7 de enero de 2025

Prisionera De Tu Amor: Capítulo 48

Paula dejó el tenedor.


–¿Y qué pasa si no manejo bien a tu caballo?


Pedro se encogió de hombros.


–Entonces, volverás a mis establos de Irlanda.


Ella se sintió como un peón movido de un sitio a otro a su voluntad. La metía y la sacaba de su cama, de sus establos… Era hora de exigir su independencia.


–Pedro, yo…


–Mira, Paula…


Los dos hablaron al mismo tiempo y se callaron.


–Habla tú –invitó él.


Ella tragó saliva con el corazón acelerado.


–Solo quería decir que no creo que debamos acostarnos juntos nunca más. He venido aquí para trabajar. Me gustaría centrarme en eso.


Los ojos de Pedro parecían dos joyas indescifrables. Era imposible saber lo que pensaba, se dijo ella.


–De acuerdo. Iba a decir lo mismo.


–Bien –repuso ella con rapidez, aunque una patética parte de ella había esperado que él se lo discutiera.


Entonces, Pedro se levantó y se dirigió a la ventana. Paula se puso en pie también, notando una creciente sensación de náusea.


–Como has dicho, estás aquí para hacer un trabajo. Además, has demostrado tener talento para ello. Eso es lo que más importa ahora.


Por supuesto que era importante, porque estaba dando al nombre de Alfonso una buena dosis de respeto y éxito. Y, como ella había aprendido, para Pedro su negocio y su reputación lo eran todo. Era comprensible, después de todo lo que él había pasado en su infancia. Pero no había lugar en su vida para el amor, ni para tener una familia.


–Mi vida no está hecha para tener una relación, Paula. No tengo nada que ofrecerte, excepto lo que hemos compartido. Hay otras mujeres que pueden entenderlo y aceptarlo. Tú eres distinta y, créeme, eso es algo positivo. Pero yo no creo en finales felices. Para mí… Ya se ha desvanecido la emoción de la novedad.


Su amante virginal había perdido el atractivo de la novedad. Paula debería estarle agradecida por ser tan brutalmente honesto. Sin embargo, solo podía sentir un hondo dolor.


–Estoy lista para irme ya. Avisa a tu chófer, por favor.


Durante un largo instante, el silencio pesó sobre ellos.


–Claro, lo llamaré y lo avisaré.


Muy civilizado, pensó ella. Entonces, se dió media vuelta y salió del salón. Corrió a su habitación y, en el baño, no pudo reprimir las náuseas. En el espejo, reparó en lo pálida que estaba. Era hora de recuperarse y olvidarse de todo lo que había pasado entre los dos. Debía hacer la carrera, ganar el dinero, pagar la deuda de Gonzalo. Ese era su único objetivo. Nada más.



Cuatro días más tarde, Paula estaba agotada y dolorida de los entrenamientos. Vincent apareció en la puerta de los establos, donde ella estaba cepillando a Sur La Mer. Casi había esperado que el caballo la tirara al suelo cuando intentara montarlo. Al contrario, los dos se habían llevado a la perfección desde el primer momento. Había sido un animal maravilloso y habían conectado muy bien. Vincent había estado emocionado. Pedro no se había presentado por allí para ver los entrenamientos, pero uno de los otros jockeys le había informado de que había cámaras de circuito cerrado y que él solía revisar las imágenes desde su oficina. Al pensar que observaba sus progresos, pero evitaba tener más contacto personal con ella le atravesaba el corazón como un cuchillo. Vincent la estaba mirando, como si esperara una respuesta. ¿Le había dicho algo? 

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