jueves, 23 de enero de 2025

Compromiso Fingido: Capítulo 5

Vió pasar a dos bomberos que arrastraban una manguera. Eso le recordó que tenía problemas más graves que las manos de Pedro y la escasa ropa que llevaba encima. Su restaurante se estaba quemando. Se trataba del negocio que había iniciado con sus dos hermanastras en el único hogar de verdad que había tenido en su vida. Era la casa que les había dejado su querida tía Silvia, la mujer que las había acogido a las tres. Se le llenaron los ojos de lágrimas. Estaba aterrada. Temía que el fuego se extendiese y afectase a otras casas. Entre ellas, estaba la de su hermana Florencia.


—¿Paula?


Oyó su nombre, giró la cabeza y, entre su propia melena, vió a su hermanastra.



Pedro se detuvo entonces al lado de una camilla, tomó su cabeza y se inclinó con cuidado para tumbarla en ella.  Miró hacia Beachcombers, su restaurante. El humo salía por las ventanas de la fachada, cubriendo con nubes grisáceas el cielo. Se preguntó si aún quedaría algo dentro de la bella casa que habían heredado de su madre de acogida. Sus dos hermanas y ella habían invertido en ese negocio todo su dinero y todas sus ilusiones. Se apoyó en los codos para poder incorporarse un poco y ver mejor lo que estaba pasando. La tristeza y el desconsuelo le dificultaron aún más la respiración.


—Paula…


Su hermana le dió un abrazo al que no pudo responder con facilidad, tenía los brazos atrapados. Y entonces se dio cuenta de que su hermana había levantado sin querer su manta mojada y dejado al descubierto lo que quedaba del camisón desatén. Esperaba que nadie la estuviera mirando. O mejor dicho, esperaba que Pedro no se hubiera fijado en ese detalle. Pero lo miró y se dio cuenta de que no había tenido suerte. Había algo en sus ojos que le recordó a la pasión de la noche anterior. 


Pedro estaba seguro de estar imaginando cosas. Paula estaba de nuevo cubierta. Sólo había quedado un hombro al descubierto y pudo distinguir un fino tirante de satén rosa. Le sorprendió darse cuenta de que no quería que nadie más viera esa parte de ella. Intentó acercarse de nuevo a la camilla, pero se lo impidió uno de los sanitarios.


—Apártese, por favor, congresista. Ese enfermero le echará un vistazo mientras nos ocupamos nosotros de la señorita —le dijo mientras colocaba una mascarilla de oxígeno sobre la cara de Paula—. Respire… Muy bien, señorita. Respire profundamente y con calma. Intente relajarse.


Apenas fue consciente de que alguien lo auscultaba, le limpiaba la herida que tenía en la sien y le colocaba un vendaje. Intentó calmarse y respirar de manera normal, como si así pudiera conseguir que Paula también lo hiciera. 

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