martes, 5 de diciembre de 2023

Rivales: Capítulo 53

Aderezar


—Solo quedan tres —anunció Diego dramáticamente al comienzo del siguiente episodio—: La chef Dunham y los chefs Alfonso y Surkovsky. Hoy se decidirá quién pasa a la final.


—Espero que no sea un postre —masculló Pedro.


—Yo también —dijo Paula, sonriendo.


La buena noticia fue que tenían que preparar un primer plato. La mala, que solo disponían de veinte minutos.


—¡Solo veinte minutos! —gimió Paula.


Habían estado en la misma situación anteriormente y no le había dado tiempo a terminar la salsa. Afortunadamente, la combinación de especias que había creado para su plato de langostinos había sido lo bastante imaginativa como para mantenerla en la competición.


—No has llegado hasta aquí para fracasar ahora —dijo Pedro.


Paula se irguió, tal y como él confiaba que hiciera.


—Tienes razón.


—Esa es mi chica —musitó él.


Habría querido besarla, pero se conformó con saber que lo  haría más tarde, en privado.


Pedro optó por un plato italiano con un toque español: Carbonara con chorizo. Terminó justo a tiempo, pero la presentación dejaba que desear. Por su parte, Paula preparó unos escalopes con ralladura de lima, que salteó con mantequilla de ajo, y presentó sobre una cama de judías verdes. Visualmente, el conjunto quedó espectacular.


—Sabía que lo conseguirías —comentó Pedro.


—Gracias. ¿Has visto que Rafael ha optado por un entrecot con ensalada?


—Muy poco creativo —replicó Pedro.


Los jueces coincidieron con él.


—Chef Surkovski —anunció Diego, solemne—. No pasa a la siguiente fase.


Rafael estalló en improperios y tiró los utensilios de cocina al suelo.


—¡Voy a demandar al programa! —amenazó.


Y, como Ángela, tuvo que ser escoltado fuera del estudio mientras seguía gritando: 


—¡La final está amañada!


¿Amañada? Pedro pensó que más bien estaba condenada cuando se encontró en el ascensor al padre de Paula que subía al estudio el último día de la competición. En lugar de hacer un comentario desagradable Luis saludó con una inclinación de cabeza. Pedro entró y mantuvo la mirada fija en las puertas, asumiendo que subirían en silencio. Pero Luis le sorprendió al decir: 


—Su deseo fue concedido, joven. ¿Se arrepiente ahora?


—Me temo que no sé a qué se refiere.


—El día que vinieron a mi restaurant llamé a la cadena.


Pedro lo miró de hito en hito.


—¿Quiere decir que es responsable de que Paula volviera al concurso?


Luis rió con aspereza.


—Por lo que tengo entendido, el responsable es usted.


—Pero usted le dió la oportunidad. ¿Por qué?


—He pagado su formación.


—¿Y quería satisfacer su curiosidad?


—¿Es usted siempre tan impertinente?


—Solo cuando tengo razón.


Luis rió de nuevo antes de decir: 


—Puede que no lo parezca, pero siempre he querido lo mejor para Paula.


—Lo que ella quiere es su respeto y su amor.


—Puede que no sea un gran padre, pero amo a mi hija.


—¿Se ha molestado en decírselo? Paula necesita saberlo.


Llegaron a la planta de la cadena. Las puertas se abrieron y Luis salió. Pedro pensó que no le contestaría, pero dió media vuelta y dijo:


—Lo haré. Gane quien gane.


Diego dió la vuelta a las tarjetas de una en una.


—Chefs, tienen cuarenta minutos para hacer un primer plato. Como saben, la cata será a ciegas y puesto que estamos en la final, el juez será Luis Chesterfield. Buena suerte —miró el reloj— . El tiempo empieza… Ya.


Pedro había tomado una decisión: Iba a perder para que ganara Paula. La amaba y quería que consiguiera el trabajo con su padre, al tiempo que recomponía su relación con él. Por su parte, podía seguir trabajando para clientes privados. Y tenía a Paula. Como le había dicho siempre su madre, uno sabía que amaba de verdad cuando la felicidad del otro era más importante que la propia.


Paula miró a Pedro de soslayo. Habían vuelto de la despensa con los ingredientes. Ella iba hacer salmón rojo. Su padre lo detestaba. Por eso mismo lo había elegido. Quería perder. Pedro necesitaba una nueva oportunidad y el puesto en el Chesterfield. Ella ya estaba satisfecha habiendo llegado hasta la final. Le bastaba con que su padre supiera que era una buena cocinera, y por lo visto lo había conseguido, porque al cruzarse con él de camino al estudio, le había deseado suerte.


—No has salado el arroz —murmuró Pedro, acercándole la sal.


Paula asintió, pero no la tocó. Pedro también había optado por pescado: Un róbalo. Y, recordando aparentemente lo que le había dicho, iba a hacerlo a la plancha. Llevaba varios minutos y no le había dado la vuelta.


—Tienes que dar la vuelta al pescado —masculló Paula.


Pedro sacudió al cabeza.


—Todavía no.


Y el resto del tiempo transcurrió de la misma manera, cada uno haciendo recomendaciones al otro. Cuando sonó el timbre los platos parecían más propios de estudiantes de cocina que de profesionales.


—Parece que los nervios han jugado una mala pasada a nuestros competidores —comentó Diego.


En la antesala, Paula abrió una botella de agua y la bebió casi de dos tragos. Cocinar mal era más difícil que hacerlo bien.


—¿Qué ha pasado? —preguntó Pedro.


—No he tenido mi mejor día —contestó ella—. Parece que tú tampoco.


—Precisamente por eso, debería haber sido fácil ganarme.


Paula lo miró con suspicacia y finalmente dijo:


—No sé si abofetearte por querer que te ganara o si besarte.


—Yo voto por lo segundo —dijo él, sonriendo.


Paula dejó escapar una carcajada.


—¡Maldita sea, Pedro! Yo quería que ganaras.


—¿Por eso no has salado el arroz, además de preparar un plato insípido?


—Entre otras cosas —al ver la mirada inquisitiva de Pedro, Paula añadió—: Mi padre odia el salmón rojo.


Pedro enarcó las cejas.


—¿Por qué lo has hecho? Podrías haber ganado.


—Y tú. Se ve que ya no nos importaba tanto como al principio —contestó Paula.


Se estrecharon en un abrazo y seguían besándose cuando Gustavo entró, dando palmadas.


—Los esperan en el estudio —anunció.


—¿Qué crees que va a pasar? —preguntó Paula a Pedro.


—No lo sé. Pero quiero que sepas una cosa —Pedro le tomó la mano—: Te amo, Paula.


—Y yo a tí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario