jueves, 14 de diciembre de 2023

Culpable: Capítulo 12

 –Te odio –dijo Paula con voz entrecortada–. No te mereces…


–¿Qué? –la instó él a continuar cuando no terminó la frase–. ¿Qué es lo que no merezco?


Paula apartó la vista.


–No te mereces ni un minuto más de mi tiempo.


Su tono, frío y tajante, llenó a Pedro de desesperanza. ¿Cómo podía haber pensado siquiera que podría ganarse a Paula? Solo ahora empezaba a darse cuenta de que jamás vería las cosas desde su perspectiva. Lo odiaba, como había temido que ocurriría en cuanto supiera quién era en realidad. No había nada que hacer.


–Y si piensas que soy un monstruo –le dijo con voz ronca–, ¿Cómo es que sigues aquí? ¿Por qué no te marchas?


Ella se quedó mirándolo, y por un momento pareció indecisa, pero luego se irguió y le dijo: 


–Tienes razón; ni siquiera debería haber venido –fue hasta la puerta y cuando ya tenía la mano en el pomo se volvió para añadir–: En lo que a mí respecta, el hombre al que amaba ha muerto.


Salió de la habitación si mirar atrás y se alejó por el pasillo, dejando solo a Pedro, que de pronto se sintió verdaderamente como un monstruo al que, a pesar de su dinero y su poder, el mundo se le antojaba aún más oscuro y frío que antes de conocerla. 





Cinco meses después


Estaban ya a principios de marzo, pero en Nueva York seguía haciendo frío y las aceras aún estaban bordeadas por los restos de la nevada que había caído hacía unos días. Los árboles ni siquiera habían empezado a retoñar. Parecía como si se estuviera alargando el invierno, pensó Paula arrebujándose en su abrigo cuando salió de la clínica, tras su cita con el ginecólogo. Estaba ya de seis meses y apenas podía abrochárselo. Debería comprarse uno nuevo. Estaba cansada y tenía un hambre atroz. Se había saltado el almuerzo tras un turno de seis horas en la cafetería para irse directamente a la clínica, y las consultas iban con retraso, así que había estado sentada en la sala de espera casi una hora. A pesar de todo, a pesar incluso del cielo plomizo que amenazaba lluvia, no podía dejar de sonreír mientras apretaba el paso. La revisión no podía haber ido mejor. El bebé estaba bien, el embarazo progresaba con normalidad y tras las horribles náuseas del primer trimestre y la incertidumbre del segundo, por fin estaba en el último. De pronto se sentía llena de… Esperanza. Tenía su gracia, hasta no hacía tanto había estado convencida de que no podría superar los golpes que le había ido asestando la vida: La enfermedad de su madre, su muerte, cuando ella tenía solo siete años, sus fracasos como artista, la condena a su padre y su fallecimiento repentino, enamorarse y quedarse embarazada de un hombre que luego había resultado ser Pedro Alfonso… Había decidido criar sola a aquel bebé, en vez de con un hombre que no merecía ser su padre, y ahora se le hacía raro pensar que cinco meses atrás hubiera dudado siquiera de que fuera a ser capaz de hacerlo. Claro que tampoco le había quedado otra opción tras la discusión con Pedro la noche de la fiesta. 

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