jueves, 28 de diciembre de 2023

Culpable: Capítulo 21

 –No tienes por qué preocuparte –le dijo Pedro con suavidad–. En eso estamos de acuerdo: Ninguno de los dos buscamos el amor. Como te decía antes, es algo que puede ser muy destructivo.


Si pensaba lo mismo que él a ese respecto… ¿Por qué le dolía oírle decir eso?


–Supongo que tienes razón –dijo. Inspiró profundamente y añadió–: Pero eso no significa que vaya a perdonarte así, sin más, ni a olvidar lo que hiciste.


Pedro se quedó callado un momento.


–Querías a tu padre, ¿No?


–Sí.


–¿Y no crees que nuestra hija también se merece tener un padre?


Paula tragó saliva. ¿Estaba siendo egoísta? ¿Estaba anteponiendo su ira a lo que era mejor para su hija?


–¿Y cómo sé que serás un buen padre? –le preguntó en un tono quedo.


–Te lo juro. Por mi honor.


–Por tu honor… –repitió ella con amargura, llevándose las manos al vientre en un gesto protector.


Pedro puso una mano sobre las de ella.


–Sí, por mi honor –reiteró él, mirándola a los ojos–. No tengo familia, Paula: Ni hermanos, ni primos… Mis padres ya murieron y yo nunca había tenido intención de casarme, ni de tener hijos, pero ahora… Ese bebé es todo lo que tengo. Lo único que me importa ahora mismo es su felicidad. Haré lo que sea para cuidarla y protegerla.


A Paula se le hizo un nudo en la garganta. Por la pasión con que había hablado, parecía que de verdad quería esforzarse por ser un buen padre. ¡Cuánto le gustaría creerle! Habría sido bonito poder haberlo tenido a su lado durante todos esos meses de embarazo, cuidando de ella, en vez de tener que llevar toda la carga ella sola. Pero… ¿Cómo podría vivir con un hombre que había hecho lo que él había hecho?


–Además, casarnos podría tener otras… Ventajas –murmuró Pedro, apretándole suavemente las manos con la suya–. Disfrutábamos tanto haciendo el amor…


–Si crees que voy a volver a acostarme contigo es que estás loco – dijo ella apartándose de él.


–No puedo olvidarme de lo maravilloso que era –murmuró él–. Incluso sueño con ello. ¿Tú no?


–Por supuesto que no –mintió ella.


Un destello brilló en los ojos de Pedro. Sus labios se curvaron en una sonrisa malévola y, pillándola desprevenida, la rodeó con sus fuertes brazos.


–¿Quieres que te recuerde lo increíble que era? –susurró contra sus labios.


Por un momento, allí de pie con él, en el departamento donde tantas veces habían hecho el amor y en tantos sitios diferentes –en el sofá, contra la pared…–, lo único que Paula quería era besarlo, sentir sus manos sobre su piel desnuda. La aterraba la facilidad con que su cuerpo la instaba a sucumbir a esa ansia de él. Temblorosa, volvió a apartarse de él.


–No. 

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