Sin embargo, se le hacía extraño caer en la cuenta de repente de lo poco que sabía de él. Por no saber, no sabía ni dónde trabajaba ni dónde vivía. Siempre rehuía cualquier pregunta personal. Claro que podía tener sus razones, por supuesto. Quizá compartía un piso minúsculo con un par de compañeros y le daba vergüenza, pensó. No todo el mundo tenía un amigo rico, como ella, que le proporcionaba alojamiento. Si no fuera por la generosidad de Enrique –Enrique Bain, un antiguo amigo de su padre–, ella sí que tendría que estar compartiendo piso con dos o tres personas. Y entonces se le pasó por la cabeza, por primera vez, una idea espantosa. ¿Podría ser que Pepe…?
–¿Estás casado? –le preguntó de sopetón, con el corazón en la garganta.
Él parpadeó y se rió suavemente.
–¿Casado? Si lo estuviera, ¿Estaría en la cama contigo?
–¿Lo estás? ¿Sí o no? –insistió ella.
Él resopló y sus ojos negros brillaron divertidos.
–No, no estoy casado. Ni pienso casarme. Nunca –murmuró–. Ese no es el problema.
Paula se quedó mirándolo. La aliviaba saber que no estaba casado, pero… ¿No quería casarse? ¿Ni siquiera en un futuro? Inspiró profundamente y le dijo:
–Es que sé tan poco de tí… No me has dicho dónde trabajas. Ni me has llevado a tu casa. Y no he conocido a tu familia, ni a tus amigos.
Él apartó las sábanas y se bajó de la cama. Se agachó para recoger su ropa y empezó a vestirse sin decir nada. Cuando finalmente se volvió hacia ella, le preguntó mientras se abrochaba la camisa:
–¿De verdad quieres ver dónde vivo? ¿Tanto importa?
–¡Pues claro que importa! –Paula se incorporó y, sujetándose la sábana contra el pecho con una mano, señaló con la otra a su alrededor–. ¿Crees que estaría viviendo en un sitio así si el mejor amigo de mi padre no se hubiera apiadado de mí? Si el problema es que vives en un piso pequeño, no tienes por qué avergonzarte. Ni tampoco por tu trabajo, si es que el problema es ese. Sea lo que sea, para mí seguirás siendo perfecto.
Pepe, que había acabado de abrocharse la camisa, dejó caer las manos y se quedó mirándola. Fue entonces cuando Paula tuvo la certeza de que iba a cortar con ella. Lo supo por su expresión sombría y la repentina tirantez de sus sensuales labios. Desde un principio había sabido que ese día llegaría. Tenía diez años más que ella y era tan sexy y tan atractivo… Ni siquiera acertaba a comprender qué había visto él en ella. ¿Cómo podía un hombre como él sentirse atraído por una insulsa camarera de Brooklyn? Pepe inspiró profundamente y le dijo:
–Si tanto interés tienes puedes venirte conmigo y así verás dónde vivo. Y luego, si te parece, podemos hablar.
¿Estaba invitándola a su casa, no cortando con ella?
–Claro –murmuró Paula.
Al darse cuenta de que estaba sonriendo, se sintió irritada consigo misma. «No, no dejes que se dé cuenta; no puede saber que te estás enamorando de él», se reprendió. Solo hacía un mes que se conocían. Era demasiado pronto para confesarle sus sentimientos por él. Apartó la mirada y se bajó de la cama.
–Voy a darme una ducha –anunció.
Sintió como Pepe la seguía con la mirada mientras cruzaba desnuda el dormitorio. Antes de entrar en el cuarto de baño se volvió un momento para mirarlo con picardía. Apenas había abierto el grifo de la ducha cuando entró Pepe, que se quitó la ropa en cuestión de segundos. Luego se metió en la ducha con ella, bajo el chorro de agua caliente, y la besó con pasión. Se enjabonaron el uno al otro, recorriendo cada centímetro de piel con sus manos, hasta que él la empujó contra la húmeda pared de azulejos mientras la besaba de nuevo. Un gemido de placer escapó de su garganta cuando Leo frotó su pecho, musculoso y cubierto de vello, contra sus pezones endurecidos. Luego notó su miembro erecto apretado contra su vientre, pero él se apartó de mala gana con un gruñido.
–Necesitamos un preservativo –se disculpó con un suspiro antes de cerrar el grifo.
Mientras la secaba suavemente con una toalla, Paula se preguntó, nerviosa, si no sería ya demasiado tarde para eso, si no se habría quedado ya embarazada a pesar de sus precauciones, porque esa noche ya habían hecho el amor dos veces.
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