jueves, 25 de marzo de 2021

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 34

Los primeros instantes dispusieron de la pista para ellos solos, pero Paula ya no era consciente de los invitados que los miraban, solo de la presión que ejercía el príncipe sobre ella, como si la quisiera moldear a su deseo. Casi por propia voluntad sus pies siguieron el ritmo impuesto por Pedro. Había sido sincero. No era un bailarín diestro, pero se movía con una gracia natural que compensaba cualquier falta de habilidad. Por su parte, ella jamás había bailado con más gracilidad en su vida.


-¿Disfruta de la fiesta? -musitó. Ella asintió, sin poder confiar en su voz debido a la proximidad-. Parece haber cautivado a Estela Pascale.


-A mí también me agrada ella. Es fácil apreciarla -repuso.


-A diferencia de a su jefe -comentó con agudeza.


Alzó la cabeza. No podía concebir un sentimiento más débil que el simple agrado hacia Pedro. Al ser un hombre apasionado, exigía respuestas apasionadas, como el odio o... No se permitió pensar en ello.


-Pensé que esta noche éramos iguales-susurró casi sin aliento.


Él inclinó la cabeza.


-Como una igual, entonces, dígame qué piensa.


Paula respiró hondo y deseó que la música parara para poder alejarse de la magnética presencia de Pedro, porque temía disfrutarla demasiado. Compartir sus pensamientos con él resultaba impensable.


-Pensaba en lo bien que se siente una al ser otra vez una mujer libre, al menos por una noche.


-La libertad es importante para usted, ¿Verdad, Paula? -la estudió con mirada penetrante. Imaginar los años en que llevar su propia vida, libre de las exigencias de su familia, había sido un sueño imposible, ella asintió-. Supongo que cuando uno se acostumbra a seguir sus propios dictámenes, es complicado quedar supeditado a las reglas de otro.


El comentario era tan injusto y alejado de la realidad que sintió una oleada de ira. Experimentó un deseo irracional de herirlo del mismo modo que sus palabras la habían lastimado.


-¿Se refiere a mí o a su matrimonio?


El golpe al azar había dado en el blanco. La apretó con más fuerza. Paula miró la mano que se cerraba sobre su cintura y Pedro pareció cobrar conciencia de lo que hacía. Aflojó un poco, pero sin soltarla. 


-Quizá me refería a ambos, ya que la rebelión evidentemente forma parte de su idiosincrasia nacional.


-Viene de tener un pasado de convictos -musitó ella. Se sentía horrorizada por haber dado un golpe tan bajo-. Tendemos a rebelarnos contra la autoridad cuando se usa de manera injusta.


-De modo que la retengo aquí injustamente, ¿Cierto?


-Ya que lo pregunta, sí -confirmó-. ¿Qué he hecho que fuera tan terrible? Las mujeres han abofeteado a los hombres desde los inicios de la humanidad.


-Quizá, pero no a un monarca.


-En otras palabras -aprovechó su oportunidad-, somos iguales, pero si perteneces a la realeza, eres más igual que otros -la música cesó, sorprendiéndola. 


Pedro realizó una leve reverencia, pero con expresión tormentosa.


-¿He de suponer que su problema es conmigo como gobernante, no como hombre?


Sin responder, lo miró con ojos centelleantes y dejó que la guiara por el codo hasta el borde de la pista, cerca de uno de los ventanales que daban a la terraza. Agradeció la sensación de la brisa fresca sobre sus mejillas acaloradas mientras odiaba pensar que Pedro podía tener razón.


-¿Tanto lo sorprende mi actitud? -quiso saber ella- El príncipe es quien no deja de exhibir su poder. Apenas he tenido oportunidad de conocer al hombre.


-Si las cosas hubieran sido distintas, ¿Le habría gustado?


¿Quién podía saber entonces qué rumbo hubiera tomado su relación? Pero era un príncipe y lo demás era desear lo imposible.


-Las cosas no pueden ser distintas, así que no tiene sentido tratar el tema -de pronto se sintió acalorada en exceso y supuso que era por el baile y la gente.


Él lo captó en el acto y llamó a un camarero para que le llevara un poco de agua.


-Salgamos, el aire nocturno le hará bien -sugirió.


-Estoy bien -afirmó, tras beber un sorbo de la copa con agua que la había entregado el camarero. Lo último que quería era estar a solas con Pedro.


Él le quitó la copa y la deposito sobre una mesa.


-¿Debe cuestionar cada sugerencia mía, incluso aquellas que solo velan por su bienestar? 

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