-Lo intentaré -concedió y vió que eso satisfacía mucho a la niñera- ¿Qué más puedo hacer ahora que tu príncipe Pedro ha recurrido a esa antigua ley para cerciorarse de que no me marche hasta que él lo permita?
-¿Estás segura de que su alteza real no se siente atraído por tí, Paula? Quizá imponerte el vínculo es el único modo en que puede persuadirte de que te quedes hasta que tú sientas lo mismo.
Oír esa posibilidad plasmada en palabras la aturdió y permaneció en silencio mientras la asimilaba. No podía negar lo mucho que la atraía el príncipe. Cuando se hallaban en la misma habitación sus sentidos se crispaban con la tensión de no imaginarlo como amante. Imaginarlo en la cama resultaba demasiado fácil y seductor. Estaba convencida de que haría el amor con la misma potencia que hacía lo demás. El problema radicaba en el resto. Era un monarca dedicado, amado por su pueblo y adorado por su hijo. Pero que pudieran estar bien en la cama no lograría compensar el hecho de tener que compartirlo con todo un país. Irritada consigo misma por haber reaccionado con tanta intensidad a la sugerencia de Laura, movió la cabeza.
-Aunque tengas razón, y estoy segura de que no la tienes, jamás funcionaría, aunque me uniera a él de por vida -perturbada por las imágenes vividas que había invocado la idea de Laura, se levantó y se dirigió al parapeto que separaba la terraza del bosque tropical. Se volvió hacia su amiga-. No puede sentirse atraído por mí. Le desagrada todo lo que hago. A veces creo que le desagradan las mujeres en general, probablemente porque amó tanto a su esposa que no es capaz de soportar la idea de amar a otra mujer y perderla también.
-¿De dónde has sacado esa idea? -Laura la miró desconcertada.
-Es verdad, ¿No? Si no, ¿Por qué iba a mantener el estudio tal como estaba, como si fuera un museo dedicado a ella?
-Por desgracia, te equivocas -Laura movió la cabeza-. El estudio permanece así porque le recordaba cómo debería haber sido su relación, razón por la que ordenó que se cerrara y abandonara. Durante un tiempo yo trabajé para los dos y lo que vi entre ellos no era amor, al menos no por parte de la princesa. Ella era de tu país y, de acuerdo con los rumores de palacio, adoraba la idea de ser una princesa, pero no estaba dispuesta realizar los deberes que se esperaban de ella.
Paula jamás había imaginado que Pedro y su esposa fueran infelices; de hecho, todo lo contrario. Entonces recordó la expresión de él cuando se le escapó que Sandra no había sido una buena madre. Al parecer tampoco había sido una buena esposa. Entonces, ¿Por qué se sentía tan agraviado con ella? No porque procediera del mismo país, sino porque parecía tan irresponsable como su esposa. Incómoda, aceptó que no le había dado motivos para pensar lo contrario y le había ocultado los detalles de su lucha para mantener unida a su familia cuando su padre las abandonó. Si hubiera sido más abierta con Pedro, ¿La habría tratado de forma diferente? Alarmada, pensó que no quería que lo hiciera. Tanto por él como por el pequeño Joaquín, lamentaba que su matrimonio no hubiera salido bien, pero no tenía nada que ver con ella. Lo único que deseaba era su libertad y él había logrado negársela, al menos durante dos meses.
-No lo abofeteaste de verdad, ¿No? -inquirió Laura. El tono en la voz de la niñera le reveló que la idea, le resultaba casi inconcebible.
-Sí, lo hice -regresó a su asiento-, pero se lo merecía.
-¿Cómo puedes decir algo así? Es el gobernante de nuestro país. Haga lo que haga, es lo correcto, no por costumbre, sino por ley.
-Entonces es hora de que actualicen su costumbres y leyes -gruñó-. No puede ir por ahí besando a sus empleadas por el mero hecho de que le apetece.
No había tenido intención de confiarle eso a Laura, pero no logró contenerse. En vez de parecer conmocionada, la niñera apoyó una mano en el brazo de su amiga.
-Paula, no tiene por costumbre besar a sus empleadas, como tú dices. Que yo sepa, no ha mirado a ninguna mujer desde que murió su esposa. Si te besó, será porque que eres la primera mujer que ha vuelto a despertar sus pasiones.
Paula lo dudó. Pero aunque fuera cierto, las responsabilidades de la vida de Pedro, incluso de vacaciones, la convencían de que no quería formar parte de la familia real. Si su difunta esposa había sentido lo mismo después de casados, eso explicaría muchas cosas.
-Estoy segura de que te equivocas -afirmó-. Me ha vinculado a él para que no pueda marcharme, pero solo como una arcaica manera de castigo. Sin duda, soy demasiado franca e independiente para su gusto y es su manera de ponerme firme.
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