-Según su horario, se supone que debe estar con mi hijo, no encerrada en el estudio mientras deja que el tutor de Joaquín asuma sus responsabilidades.
Se quedó muda de asombro. Descuidar a Joaquín era algo impensable. De no haber antepuesto siempre las necesidades de los demás, no habría hecho falta que el médico del palacio le advirtiera de que ponía en peligro su salud. Se había confiado a él y recibido su simpatía y consuelo. Pero, por algún motivo, no se sentía lista para compartir esos detalles con Pedro. Si el príncipe hubiera sabido como era su vida antes de llegar a Carramer, no habría dudado de que ponerse en primer lugar era algo ajeno a ella, tanto que sus acusaciones la obligaron a encogerse.
-Si no tiene nada que decir en su propia defensa -continuó, dándole su propia interpretación al silencio de Paula-, he de asumir que he sacado la conclusión correcta -sonó más decepcionado que enfadado.
Se había acercado un paso y su aliento le hizo cosquillas en la mejilla. Paula no podía creer cuánto le dolía que estuviera tan molesto con ella, en particular cuando no tenía razón para ello. Al notar que el corazón se le disparaba, se dio cuenta de que también le costaba sobrellevar su proximidad.
-No tendría que defenderme -musitó, sin saber cómo había encontrado la voz-. En mi país creemos en la inocencia de las personas hasta que se demuestra su culpabilidad.
-Entonces, ¿Afirma ser inocente?
Ella alzó la cabeza.
-No según usted, alteza. Al parecer entregué a Joaquín a su tutor para concederme la tarde libre. Es evidente que no se le ha ocurrido pensar que podría haber otra explicación.
Al captar el dolor en su voz, él suavizó un poco la expresión.
-Me encantará oír su versión -dijo.
-No tengo una versión -se encrespó-. Lo que tengo es la verdad. La madre del tutor de Joaquín se ha puesto enferma y necesita algo de tiempo libre para llevarla mañana al hospital. En vez de que Joaquín se perdiera sus lecciones, le pregunté si podía darle clases esta tarde para que Joaquín y yo pudiéramos estar juntos todo el día de mañana.
Era obvio que una explicación tan sencilla no se le había pasado por la cabeza a Pedro, ya que su expresión sufrió un cambio rápido. Los ojos negros le brillaron mientras digería la información.
-De manera que decidió emplear este inesperado tiempo libre para pintar -concluyó.
-Exacto -murmuró, tan dolida que por un momento olvidó con quién hablaba-. ¿Cómo pudo pensar durante un instante que antepondría mis intereses a los de Joaquín?
-Su madre siempre lo hacía. El comentario la desconcertó. Había dado por hecho que el príncipe y su esposa habían sido felices juntos. Nunca se le había ocurrido pensar que la mujer de Pedro podía haber sido una madre menos que perfecta para Joaquín. Hizo que se cuestionara en qué más habría podido equivocarse.
-Estoy segura de que tendría buenos motivos para ello -dijo, sin saber qué decir.
-Las mujeres siempre tienen buenos motivos para justificar su comportamiento, al menos ante sí mismas -repuso el príncipe.
Paula se limpió las manos manchadas en el trapo y se preguntó qué le habría hecho su esposa para que sacara una conclusión tan cínica, o si solo se trataba de un prejuicio general contra las mujeres. Quizá su educación real lo había vuelto menos tolerante con los seres humanos corrientes.
-No todas somos iguales -por algún motivo, sintió la necesidad de defender a su género.
-¿No? -enarcó una ceja.
-De hecho, algunas tenemos un sentido de la responsabilidad desarrollado en exceso -suspiró frustrada.
-Imagino que habla por sí misma.
-Hablo por muchas mujeres que conozco -insistió-. ¿Qué me dice de todas las esposas y madres que sacrifican sus propios sueños y ambiciones con el fin de cuidar a sus familias?
No hay comentarios:
Publicar un comentario