-Es estupendo tener a alguien de mi misma edad en la casa real - confesó Laura Myss, la niñera de Joaquín, mientras servía el té para las dos.
Era una mujer bonita de ascendencia francesa y carramereña que le caía muy bien a Paula. Habían establecido la costumbre de disfrutar de un té cada tarde mientras su joven pupilo dormía la siesta. Durante esas sesiones, ella había descubierto lo mucho que tenían en común, incluido su amor a los niños. La niñera también pintaba acuarelas en sus ratos libres y ya había expuesto en una galería de la capital. Le había prometido a Paula que le presentaría al dueño.
-A mí también me encanta tenerte por amiga -convino Paula- Si tú no me hubieras explicado las costumbres de Carramer, estaría perdida.
-¿Costumbres como el vínculo personal? -la miró pensativa.
-¿Por qué lo preguntas?
-En palacio los rumores viajan más deprisa que un incendio. ¿Entonces es verdad que el príncipe te ha vinculado a él?
-Me temo que sí. Cometí el terrible error de darle una bofetada... -no pudo continuar.
-¿Qué demonios te hizo abofetear al príncipe Pedro? -preguntó Laura, palideciendo.
-¿Nunca has estado tan enfadada con un hombre como para actuar sin pensar? -al ver la expresión de la otra, añadió-: No, supongo que no. De hecho, yo tampoco, hasta que conocí al príncipe.
-Y como castigo por la bofetada te sometió al vínculo personal -Laura frunció el ceño-. Algo así casi se desconoce hoy en día, salvo cuando de vez en cuando dos personas desean demostrar lo próximas que están, entonces se conoce como amouvere.
Paula se dijo que tenía que haber otra palabra en Carramer para lo que sentía cada vez que Pedro irrumpía en sus pensamientos, algo que significara pura atracción sexual. El solo hecho de pensar en ello bastaba para acelerarle el corazón. Pero se dijo que no tenía nada que ver con el sentido más profundo que allí le daban a amouvere.
-Estoy convencida de que la palabra no tiene nada que ver con lo que el príncipe planea para mí.
Laura asintió por encima del borde de la taza de porcelana de Limoges.
-Por lo que he oído, un vínculo puede adoptar varias formas diferentes, desde la arcaica forma de unión contractual durante un período determinado de tiempo hasta una forma de compromiso.
-¿Te refieres a compromiso como en el matrimonio? -preguntó alarmada.
-¿Acaso no es el vínculo definitivo? -Laura sonrió.
-Sin duda, pero resulta poco probable que el príncipe Pedro lo tenga en mente.
-No obstante, el vínculo personal rara vez se impone, salvo en el caso de los amantes.
Paula recordó la expresión seria de Pedro cuando dictaminó la sentencia.
-Anticuado o no, el príncipe lo ha impuesto. Significa que no puedo dejar de trabajar para él en dos meses.
-¿Tan terrible te resulta? Pensé que estabas disfrutando de tu estancia con nosotros.
-Y lo hago -Paula no quería herir los sentimientos de su nueva amiga-, aunque preferiría poder elegir sobre si me quedo o me voy. Esto dista mucho de cómo planeé mi visita a Carramer.
-¿La pintura no va bien?
-Sabes que sí. Jamás había sido más productiva en mi vida -el estudio que el príncipe le había permitido usar estaba bien equipado.
En su tiempo libre había completado algunos estudios del pequeño Joaquín que satisfacían incluso sus patrones más exigentes. Solo el retrato de Pedro seguía escapándosele.
-Entonces quizá deberías considerar el período de dos meses como un regalo del príncipe y no como un castigo.
Paula suspiró y envidió la capacidad de Laura de ver el lado bueno de las cosas. Claro que estaba casada con el amor de su infancia y no tenía que enfrentarse a una atracción tan poderosa que casi resultaba aterradora. Ni con la idea de que, en lo concerniente a Pedro, sencillamente no existía la posibilidad de vivir «Felices para siempre».
No hay comentarios:
Publicar un comentario