martes, 16 de marzo de 2021

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 27

 « ¿Qué se pondrá esta noche?», reflexionó con curiosidad. Consciente de la selección limitada de vestuario y del presupuesto escaso de que disponía, se había ofrecido a que le llevaran unos vestidos al palacio para que eligiera el que más le gustara, pero su respuesta seca había sido que no lo defraudaría, si era eso lo que lo preocupaba. No pudo negarlo, ya que quería que causara una buena impresión, pero por ella misma, no por él. Durante su estancia en la residencia veraniega, tenía por costumbre ofrecer varias fiestas y no quería que Paula se sintiera fuera de lugar. Para ella sería una experiencia nueva, no la carga que Pedro anticipaba para sí mismo. Durante un momento le envidió la capacidad de ver las cosas con mirada fresca. Desterró ese pensamiento. 


Últimamente pensaba demasiado en ella. Incluso invitarla al cóctel era poco usual. Solo el hecho de que algunos de los invitados eran compatriotas de Paula justificaba la invitación a un miembro de su personal a un acontecimiento social. Le resultó extraño que en los últimos días apenas hubiera pensado en su nacionalidad. Daba la impresión de sentirse muy a gusto en Carramer. Jugar al aire libre con Joaquín había teñido su piel con una tonalidad dorada que resaltaba su cabello castaño. Podría haber pasado por alguien de la Isla de los Ángeles, donde por lo general las mujeres eran de piel y pelo más claros. Pero la fantasía se desvanecía en cuanto ella abría la boca. «Es tan descarada como mi esposa», pensó mientras se anudaba la corbata después de haber despedido al mayordomo para estar a solas con sus pensamientos. Ninguna de las dos mujeres había dado muestras de conocer el significado de la palabra respeto. «No es del todo cierto», añadió mentalmente. Cuando discutían durante la cena y el razonamiento de Pedro superaba al de Paula, esta tenía la sensación de reconocérselo. Pero no podía imaginar a su difunta esposa haciendo lo mismo. Sin embargo, Paula lo había abofeteado, y su ira despertó al recordar la furia que ardía en los ojos de ella antes de golpearlo. Lamentaba no haber meditado mejor el castigo de ponerla bajo vínculo personal; sin embargo, supondría un mal ejemplo levantar el castigo en ese momento. El doctor Pascale lo atribuiría a su pertinaz orgullo y sin duda lo instaría a liberarla. El mismo Pedro sabía que lo más inteligente sería hacerlo, pero algo lo contenía. Paula debía aprender que no podía abofetear al gobernante de un país y no recibir ningún castigo. Mantenerla cerca de él unas semanas más no tenía nada que ver con su decisión.  




La doncella, que se había presentado como Gabriela, terminó de arreglar el pelo de Paula y se apartó unos pasos para admirar su obra.


-Está hermosa, señorita Chaves, como una princesa.


Paula se quedó boquiabierta al contemplar su reflejo en el espejo. Gabriela le había apartado el pelo de la cara para atraparlo en una cascada de bucles que le caían sobre la nuca y asegurarlo con un broche de carey con forma de corazón. Le había dejado unos pocos mechones para que le enmarcaran la cara. El efecto era ciertamente aristocrático, pero también muy femenino.


-Jamás pensé que podría tener este aspecto -susurró asombrada.


-Como muchas mujeres hermosas -la reprendió la doncella-, usted se subestima, señorita.


-Llámeme Paula, por favor -le repitió-. ¿Cómo puede decir que soy hermosa cuando ha trabajado para una mujer como la princesa Sandra?


-No debería hablar mal de ella ahora que no está -Gabriela hizo una mueca-, pero puedo asegurarle que carecía de belleza interior -le dió un último retoque al pelo-. Usted posee hermosura exterior y un corazón generoso, la verdadera prueba de la belleza.


-Pare o me sonrojaré -pidió-. Será mejor que nos demos prisa. No quiero hacer esperar al príncipe.


-No le importará si la espera vale la pena -Gabriela sonrió con complicidad-. ¿Es que no lo ha notado? Cuando la mira, sus ojos emiten el brillo de un hombre que encuentra atractiva a una mujer.


Paula se sintió confusa. Había visto al príncipe mirarla irritado y frustrado cuando no hacía las cosas a su manera. Pero bajo ningún concepto podía interpretarlo como atracción, y así se lo hizo saber.


-Quizá aún no está preparado para dejarle ver lo que guarda en el corazón -Gabriela movió la cabeza.


Paula estaba convencida de que el príncipe no sentía nada romántico hacia ella. Era verdad que la había besado, pero en el fragor de la batalla, no con ternura, como amantes. No sabía cómo se sentiría si lo hiciera. Alzó la barbilla e irguió la espalda. No iba a suceder. Cometía el mismo error que la doncella y dejaba que su fantasía se desbocara. 

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