martes, 23 de marzo de 2021

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 30

 -Adelante, entonces. Usted es el príncipe, el amo absoluto de todo. Es posible que consiga someterme con la mezquindad legal y la fuerza de su posición, pero jamás me someterá de ninguna otra manera.


Él lanzó un suspiro que Paula no supo interpretar si era de pesar.


-Una y otra vez me tienta demostrarle que se equivoca, Paula. Cuando la toqué hace unos momentos, su reacción fue toda una prueba de que los dos necesitaríamos para saber que podría ir mucho, mucho más lejos. Es posible que ofrezca una resistencia simbólica, pero nada más, porque incluso ahora su cuerpo anhela lo que sus palabras niegan.


Era extraño lo bien que había resumido sus sentimientos. Anhelaba su contacto, cuando el sentido común se oponía. La expresión de Pedro indicaba que sabía lo que ella pensaba y eso avivó la ira de Paula. Se irguió y deseó tener unos centímetros más para que los ojos de ambos estuvieran a la misma altura. Se conformó con mirarlo a la mandíbula y tragó saliva.


-¿Es esa la sentencia que me tiene reservada, alteza? ¿Ser una esclava sexual, sin derecho a rechazarlo? -muy a su pesar, el corazón le dió un vuelco. Se dijo que era una reacción provocada por la aversión, aunque sospechaba que no era verdad.


-A pesar de lo que evidentemente cree, no estoy tan hambriento de compañía femenina como para obligar a una mujer a compartir mi cama. No, la situé bajo vínculo personal para enseñarle a respetar no tanto al monarca como a la monarquía. Parece que aún me queda mucho por hacer.


-Nada de eso figuraba en la descripción del trabajo que me ofreció cuando acepté desempeñar el papel de acompañante de su hijo -le recordó.


-Tampoco lo de abofetear al monarca -soltó él.


Respiró hondo para disimular las ganas que tenía de repetirlo. Solo el cielo sabía cuál podía ser el castigo para eso.


-Me provocó al pedirme que lo tratara como a un hombre normal. Y cuando lo hice, se defendió con su rango. No puede tener ambas cosas - manifestó con toda la calma que pudo.


-¿Suele abofetear a los hombres que conoce? -frunció el ceño. 


-Solo a los que me importan -repuso sin pensárselo. En cuanto lo dijo, no pudo creer lo que acababa de admitir-. Quiero decir a los que me irritan hasta niveles insoportables -intentó salvar la situación-. Era la primera vez que abofeteaba a alguien -por el brillo diabólico en sus ojos, comprendió que era demasiado tarde.


-¿De modo que reconoce que soy el primer hombre en importarle a usted lo suficiente como para provocar una reacción tan extrema?


-No reconozco nada, salvo que no puedo competir con su poder y posición, alteza.


Quedó sorprendida cuando él asintió. 


-Muy bien, solo por esta noche decreto igualdad de juego. No será tratada ni como empleada ni como mujer vinculada, sino como una igual a cualquier invitado a la fiesta. Veremos qué diferencias se establecen.


Muda de asombro, únicamente fue capaz de inclinar la cabeza, mientras sus pensamientos se sumían en un torbellino. Aquel decreto hizo que Paula fuera consciente de que había estado empleando su rango inferior como un escudo contra la poderosa atracción que ejercía sobre ella. No supo por qué demonios lo había empujado a cambiar las reglas. No quería pensar adonde podría conducirlos todo aquello. En ese momento no había tiempo para debatirlo. El sonido procedente de la planta baja le indicó que la mayoría de los invitados había llegado. Antes Laura Myss la había informado de que el protocolo requería que Pedro hiciera acto de presencia solo cuando se hubieran reunido todos los asistentes. No era correcto hacer esperar al monarca. Paula no tuvo más remedio que aceptar el brazo que Pedro le ofreció y dejar que la condujera a la guarida del león. Se consoló con la idea de que, al permitírsele que se considerara igual a cualquier invitado, podría sacar el tema de los compañeros de juegos de Joaquín. Se obligó a mantener una apariencia de serenidad. Ya que no podía modificar la situación, lo mejor que podía hacer era disfrutarla. El día siguiente no tardaría en llegar con su dosis de realidad. Pero esa noche era Cenicienta, escoltada al baile por un príncipe de verdad. ¿Y si la fantasía se desmoronaba a medianoche? En su caso, el príncipe no tendría necesidad de ir a buscarla si la quería. 

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