martes, 2 de marzo de 2021

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 10

Era bien entrada la mañana cuando Pedro despidió a su ayudante y se levantó del escritorio. Se estiró para relajar los músculos. Se preguntó cómo sería disfrutar de unas vacaciones como los demás, libre de responsabilidades que recaían sobre sus hombros incluso en su residencia veraniega. Como Paula. A ella no la atribulaban cuestiones de estado y, al parecer, tampoco del corazón. Se dijo que el estado del corazón de Paula no era asunto suyo. Hasta que el médico le diera el alta para regresar al hostal, solo representaba otra responsabilidad. No necesitaba verla a menos que lo deseara. Ni siquiera sabía por qué perdía el tiempo pensando en ella cuando su hijo lo esperaba. Ella siguió ocupando sus pensamientos mientras se cambiaba para la lección diaria de natación de Joaquín. La tarea podría haber sido delegada en alguien de palacio, pero le gustaba enseñarle en persona a su hijo, y a Joaquín le encantaba tener a su padre para él y exhibir lo que había aprendido. Sin embargo, ese día Joaquín estaba sentado en el borde de la piscina y parecía abatido. Pedro se sentó junto a él.


-¿Qué sucede, coquin?


-No soy un pillo -adelantó la barbilla-. Soy bueno.


-Desde luego -asintió Pedro, con cuidado de no sonreír.


-Entonces, ¿Por qué no dejas que Pau me regale un koala de peluche?


-Ya tienes muchos juguetes.


-No tengo un koala de Australia.


Pedro sintió una punzada en el pecho, pero mantuvo el rostro impasible. Pasó un brazo por los pequeños hombros de su hijo y lo acercó, recordándose que además de príncipe heredero, Nori era un niño pequeño que echaba de menos a su madre.


-¿Hablar con la señorita Chaves te ha recordado a tu mamá? -inquirió con cuidado.


Al pequeño le tembló el labio inferior, pero no lloró, lo que provocó la simpatía de su padre. ¿Cuántas veces en su infancia Pedro había luchado para contener sus emociones debido a su rango? 


-No pasa nada si reconoces que la echas de menos, ¿Sabes? -musitó-. Eres muy valiente, pero cuando estemos solos puedes contarme lo que sientes.


-¿No te importa si lloro un poco? -lo miró con ojos tiernos.


-Ni aunque llores tanto como para llenar una piscina.


-Nadie podría llorar tanto -rió con tono trémulo.


Pedro pensó en su propia soledad, que se remontaba a mucho antes de haber perdido a Sandra, y no estuvo tan seguro. Su mujer jamás había sido la compañera que había esperado, pero había sido la madre de Joaquín y el pequeño tenía derecho a lamentar su pérdida.


-No pasa nada. Llora todo lo que tú quieras. Y recuerda que siempre podrás hablar conmigo sobre tu madre, o cualquier otra cosa.


-¿Incluso sobre koalas? -preguntó con mirada esperanzada.


Pedro contuvo un suspiro. ¿Habría sido tan persistente como Joaquín a su edad?


-Sí, incluso sobre koalas -concedió-. Mientras estamos de vacaciones, ¿por qué no vamos al zoo para que veas uno de verdad?


-¿En serio? ¿Puede acompañarnos Pau? Dijo que podía llamarla Pau y lo sabe todo sobre los koalas.


-Paula tiene otras cosas que hacer aparte de entretenerte en tus vacaciones.


-Vendrá si se lo ordeno -soltó.


-No si yo te sorprendo primero -contuvo una sonrisa. El día anterior había descubierto a un soldado que marchaba sin sentido por el patio interior, solo porque Joaquín se lo había ordenado. Luego había tenido lugar una seria conversación entre padre e hijo acerca de las responsabilidades de la realeza-. ¿No te expliqué la cuestión de dar órdenes?


-Sí, papá -se movió incómodo-. No es muy divertido ser rey si no puedes conseguir que la gente haga lo que quieres.


-Por eso Carramer no tiene rey -explicó-. Hace mucho tiempo en nuestra historia, un rey hizo que las vidas de sus súbditos fueran desgraciadas debido a sus órdenes. Cuando su hijo lo sucedió, prometió que ni él ni sus herederos se llamarían jamás «Rey» para no tratar a su pueblo tan mal como lo había hecho su padre.

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