jueves, 25 de marzo de 2021

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 33

Mientras bebía un sorbo de champán, Paula observó a Pedro con discreción, impresionada por la facilidad con la que se movía de un grupo a otro de invitados para intercambiar unas pocas palabras con cada uno.


-Estoy segura de que sus intenciones son buenas, pero solo trabajo para el príncipe -le aseguró. Estela Pascale esbozó una sonrisa. 


-Es gracioso, pero es exactamente lo mismo que yo solía decirme sobre Andrés.


Paula se rindió. No cabía duda de que la mujer del doctor era una romántica, aunque no tardaría en averiguar la verdad. Mientras tanto, no había motivo para que no disfrutaran de su respectiva compañía. Al rato terminó por aceptar la invitación de Estela de que visitara su villa, no muy lejos de la residencia real.


-Como a Andrés a menudo lo llaman a palacio, también tenemos una casa en Solano, así que espero que vaya a visitamos allí -insistió.


Como Estela estaba decidida a ver un romance allí donde no lo había, no le respondió que no pensaba acompañar al séquito real a la capital. 


-Le agradezco la invitación -contestó. 


-No es amabilidad, Pau. En este momento usted es la paciente favorita de Andrés. Sin duda mi marido querría que cuidara de usted.


-Ha sido muy amable conmigo, pero ya he dejado de ser su paciente - sonrió-. Cuando llegué estaba extenuada y verme atrapada en la corriente fue la gota que colmó el vaso; sin embargo, ya me he recuperado. 


-A mí me parece que se la ve un poco pálida -la estudió con ojo crítico-, y demasiado delgada. He de cerciorarme de que ese esclavista de Pedro no la obliga a trabajar demasiado -sugirió.


Paula no quería que Pedro pensara que se había quejado ante sus amigos.


-De hecho, es todo lo contrario -afirmó-. Mis deberes como acompañante de Joaquín me requieren muy poco tiempo. Casi me siento culpable de tener tan poco que hacer.


-No es lo que tengo entendido por Andrés. Según él, pasa demasiado tiempo encerrada en el estudio. 


-Supongo que paso mucho tiempo pintando, pero es el motivo por el que he venido. Trabajar para el príncipe no formaba parte de mis planes originales. No es que no disfrute cuidando de Joaquín -se apresuró a añadir.


-Es un niño muy dulce, ¿Verdad? -convino Estela-. Es una pena que...


-¿Qué es una pena? -preguntó con curiosidad cuando la otra calló.


-En realidad, nada. Solo iba a decir que parece un poco solitario.


-A mí también me lo parece -asintió-. Esta noche pienso pedirle a Pedro que invite a algunos niños para que jueguen con Joaquín.


-No se sorprenda si no se muestra entusiasmado -frunció el ceño.


-¿Por qué habría de molestarlo? Sé que pasa todo el tiempo que puede con su hijo, pero como maestra considero que un pequeño de cuatro años necesita también estar en compañía de niños de su edad.


-No sabe mucho sobre el matrimonio de Pedro, ¿Verdad? -preguntó Estela.


-Solo los pocos detalles que él mismo me contó.


-Entonces será mejor que deje que él le cuente más si quiere -se mordió el labio pensativa-, pero no se asombre si se muestra contrario a invitar a niños a la villa. No es que se muestre difícil, lo que pasa...


Una vez más esa molesta pausa. Antes de que Paula pudiera instarla a continuar, la orquesta se puso a tocar una melodía. Pedro apareció a su lado.


-¿Quiere hacerme el honor?


Paula sintió aprensión. La pista se había despejado para el baile y resultaba obvio que nadie saldría antes de que lo hiciera el príncipe. Era consciente de que todos los ojos estaban sobre ellos. Montar una escena era impensable; sin embargo, lo último que quería era estar en sus brazos delante de todo el mundo.


-No soy una gran bailarina -murmuró.


-Ya somos dos -confesó con una sonrisa-. Una de las ventajas de mi posición es que nadie se atreve a hacer ningún comentario. ¿Bailamos?


Se dijo que bailar con él le proporcionaría la oportunidad perfecta para preguntarle por los compañeros de juego de Joaquín. En ese momento Pedro la tomó en brazos y puso fin a la discusión. El deseo la sacudió, abrasador en su intensidad, alcanzando profundidades que jamás había sospechado que poseía. 

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