jueves, 4 de marzo de 2021

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 15

A Paula le resultó extraño tener un lugar público prácticamente solo para ella. El director del zoo lo había cerrado durante dos horas mientras guiaba a Pedro y a su grupo en una visita privada. El príncipe le había dado las gracias de manera efusiva, pero su expresión revelaba que habría preferido menos alboroto. Joaquín no tenía semejantes reservas. Con la inagotable energía de un niño de cuatro años, iba de un lado a otro. Contemplar al pequeño hacía que ella se sintiera más joven y despreocupada.


-Se está divirtiendo a lo grande -le comentó a Pedro, quien seguía a su hijo a paso más tranquilo-. Cualquiera diría que es la primera vez que visita el zoo.


-Lo es -la sorprendió él.


-Pero todos los niños necesitan ir al zoo -sabía que su cara reflejaba el asombro que sentía-. Es un rito de iniciación -recordaba con intensidad la emoción de su primera visita al Taronga Park Zoo de Sydney, con tres años.


-Desde luego, se refiere a los niños corrientes -observó el príncipe.


Paula pensó que no hacía falta que le recordara que ella era corriente.


-Sigue siendo un niño pequeño con necesidades y deseos de niño normal - señaló-. ¿Es que a usted no le gustaba el zoo a su edad? -inquirió con curiosidad.


-Tenía... otras prioridades -una sombra fugaz oscureció los ojos del príncipe.


Ella pensó que se refería a prioridades de aprender a dirigir un país en vez de correr y jugar. Su imaginación pintó la imagen de Pedro a la edad de Joaquín, rodeado de libros. No pudo creer que hubiera sido una experiencia del todo feliz.


-¿Y qué hacía para divertirse? -quiso saber. No dudaba de que incluso siendo niño había sido bien consciente de su deber, pero tenía que haber habido algo de espacio para la diversión.


-Disponía de abundante tiempo libre con mi hermano y mi hermana - aseguró-. Nuestro juego favorito era el ajedrez. 


-¿El ajedrez? -estuvo a punto de atragantarse-. ¿Y qué me dice de juegos con balón o el escondite? -al ver el brillo en sus ojos, comprendió que se había burlado de ella.


-No hay mejor sitio para jugar al escondite que un palacio con cientos de habitaciones -continuó él-. Uno de los pasatiempos favoritos de Luciana era montar en bicicleta en el Gran Salón, para irritación de los criados.


La imagen de los tres niños jugando juntos en el palacio debería haber sido encantadora, pero por algún motivo le resultó opresiva. Entonces comprendió la causa. ¿Dónde estaba el estímulo de jugar con otros niños y tener experiencias cotidianas como ir al zoo? Pudo ver el efecto de tales experiencias en los ojos brillantes de Joaquín y en su conducta embelesada. Antes de que pudiera abrir la boca para hablar, la mirada de Pedrp la silenció.


-Mi infancia fue lo que fue. Ya no se puede cambiar. 


Tuvo ganas de decirle que sí podía cambiar las cosas para Joaquín, pero su expresión dejó claro que la discusión se había terminado.


-Debe de ser agradable ser el jefe -musitó Paula- Se ganan todas las discusiones por decreto real. -Es poco probable, ahora que la tengo a mi lado para señalarme lo errado de mis costumbres -respondió ante aquel comentario rebelde.


-Si no quiere escuchar mis ideas, ¿Para qué me quiere aquí? -no pudo resistir preguntarlo.


La cuestión la había estado carcomiendo. Desde su llegada al palacio veraniego, había visto que Pedro pasaba más tiempo con Joaquín que muchos padres que no tenían que dirigir un país. También había conocido a la competente niñera que se encargaba de velar por el bienestar personal del niño. Pedro no podía desear que ella se quedara por su salud. El médico de palacio le había dado el alta aquella misma mañana, aunque Paula no había prestado mucha atención a su advertencia de que estaba peligrosamente agotada y debería tomarse las cosas con calma. Aparte de eso, el percance en el mar no había dejado ningún otro efecto duradero. Entonces, ¿Por qué Pedro la quería en su casa? 

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