martes, 23 de marzo de 2021

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 31

Sabría exactamente dónde encontrarla, sin necesidad de recurrir al zapato de cristal. Se detuvieron en la entrada del salón mientras la orquesta tocaba las primeras notas del himno nacional de Carramer y Paula volvía a preguntarse hasta qué punto era sincera consigo misma. Lo iba a averiguar esa noche. Sintió la mirada de Pedro sobre ella y logró esbozar una sonrisa temblorosa.


 -¿Lista? -susurró.


Agradecida por el brazo que la sostenía, ella asintió. No estaba acostumbrada a realizar ese tipo de entradas. Él le facilitó las cosas al hacerle saber mediante una presión sutil cuándo iba a terminar el himno y cuándo tenía que esperar mientras él recibía el aplauso que saludó su llegada. Paula fue consciente del murmullo de expectación que despertó y de pronto se alegró de que Gabriela se hubiera tomado tantas molestias con su aspecto. Casi todas las mujeres presentes daban la impresión de poder competir con las modelos profesionales. El resplandor de joyas caras era deslumbrante y los vestidos estaban a la misma altura. Respiró hondo. Si esa era una fiesta informal, no quería pensar en cómo sería una formal.


-Pensé que había mencionado que se trataba de una fiesta informal - murmuró.


-Relájese, es la envidia de todas las mujeres –le aseguró.


Apostaba que solo porque iba de su brazo. Sospechaba que su vestido había sido evaluado por su etiqueta y precio aproximado nada más entrar. «Menos mal que solo es por una noche», pensó. Un compromiso más largo sería otra cosa. La idea la ayudó a relajarse mientras Pedro la conducía hasta un grupo del que formaba parte el médico de palacio.


-Buenas noches, Andrés -lo saludó con entusiasmo.


-Me alegra ver que se encuentra tan bien, querida -el otro le devolvió la sonrisa.


-Más que bien... arrebatadora -corrigió Pedro.


Paula sintió que se ruborizaba. Si Pedro no tenía cuidado, provocaría rumores que le costaría acallar. Pensó en decírselo, pero decidió que no era su problema. Era él quien permanecería en Carramer mucho tiempo después de que ella hubiera regresado a Australia.  Eso le causó una inesperada punzada de insatisfacción. ¿Es que acaso quería quedarse en el reino de Pedro? Debería estar ansiosa de abandonar ese sitio y dejar atrás todos los problemas que acarreaba. Lo miró deseando que hubiera una manera de liberar con discreción la mano que aún llevaba en su brazo. Centró su atención en el doctor Pascale, que rodeaba la cintura de una mujer atractiva de pelo canoso. El médico realizó las presentaciones y Paula quedó encantada de descubrir que se trataba de Estela Pascale, la esposa australiana del galeno.


-Qué agradable oír un acento familiar -comentó.


-Hace tiempo que lo he perdido casi por completo, querida -indicó Estela con ojos brillantes. Posó la mirada en la mano que Paula apoyaba en el brazo de Pedro-. Quizá pronto deje de ser yo la única expatriada australiana en el entorno de palacio.


-No es para siempre. Solo estoy de visita... -confusa por la calidez que podía sentir que emanaba de Pedro, se quedó en blanco respecto del tiempo que estaría vinculada al príncipe.


-Dos meses -intervino él con suavidad-.  Pero tú también viniste de vacaciones, Estela, así que cualquier cosa es posible.


La mujer mayor rió.


-Después de todo, estamos en el Reino del Arco Iris. Se sabe que aquí los milagros acontecen, así que yo no reservaría todavía el billete de vuelta -se acercó más a Paula- Carramer proyecta un hechizo que hace que la gente quiera quedarse para siempre.


Se había comprometido a quedarse, pero no por el motivo que imaginaba Estela. Durante un momento embriagador, consideró la posibilidad de marcharse de la fiesta y abandonar Carramer mientras aún tuviera vigencia su trato con Pedro. Había cancelado el vínculo por esa noche, de forma que, en teoría, era libre de hacer lo que quisiera. Aunque temía estar haciéndolo ya en ese instante. 

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