martes, 30 de marzo de 2021

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 40

Alzó las manos con la necesidad de tocarlo. Quería rodearle el cuello con los brazos y entregarse a las sensaciones que remolineaban en su interior. No había notado que se había arqueado contra él hasta que también sintió los latidos del corazón de Pedro. Había amenazado con encerrarla y lo cumplía con el tipo de encarcelamiento más dulce y peligroso. Pedro era todo lo que no debería querer en un hombre. Pertenecía por completo a su pueblo y jamás podría ser solo de una mujer. El desastre de su matrimonio demostraba lo imposible que era eso. Sin embargo, aquello solo sirvió para potenciar su deseo. Cuando él la apoyó en su escritorio y se inclinó sobre ella, apoyándose en los brazos, sintió que la habitación comenzaba a dar vueltas. Podía tratarse de un error, pero no quería que terminara. Contuvo el aliento cuando le levantó la blusa hasta los hombros y se puso a provocar su piel bronceada con los dientes. Se le resecó la boca y un fuego líquido corrió por sus venas. Con las manos lo pegó a ella. Con la respiración entrecortada, Pedro supo que su autocontrol pendía de un hilo. Quería poseerla, pero lo que más ansiaba era despertar cada mañana a su lado y hacer el amor. 


-Oh, Pedro.


Como una flecha, la voz ronca de ella atravesó sus pensamientos nublados por el deseo y se paralizó, dominado por la recriminación. Se preguntó qué estaba haciendo. Nunca había estado más cerca de violar sus propias leyes. Al situar a Paula bajo su vínculo, se hallaba legalmente obligado a protegerla incluso de sí mismo. Podía corregir, aconsejar, castigar si era necesario, pero jamás aprovecharse mientras estuvieran unidos por el vínculo. Requirió de toda su resolución para erguirse y ayudarla a incorporarse. El dolor desconcertado que vio en su expresión lo desgarró. Se dió la vuelta y comprendió que también había sido un error, ya que el ruido que hizo Paula al arreglarse la ropa despertó otra vez su deseo. 


-¿Qué sucede, Pedro? -murmuró ella. 


-Nada -afirmó, aunque todos los músculos de su cuerpo decían lo contrario-. El vínculo exige que me obedezcas, pero no hasta ese punto. Puedes irte. 


-¿Así, sin más?


Él cerró los puños. Como no se marchara pronto, no podría dejarla. Paula observó la espalda rígida de Pedro y el mensaje le resultó claro. No la quería de ninguna manera, ni siquiera físicamente, y si le quedaba algo de sentido común, haría bien en marcharse. Pero jamás había aceptado de buen grado las órdenes. 


-Hay algo más, ¿Verdad, Pedro? Algo que no me cuentas...


-Si insistes en saberlo -se dió la vuelta como un rayo-, el vínculo nos impone obligaciones a los dos.


-¿Como no acostarte con alguien que está vinculado a tí? -él asintió y ella comenzó a comprenderlo-. Podrías eliminar el vínculo -sugirió, sorprendiéndose a sí misma.


-Podría, pero no lo haré -expuso sin rodeos. Eso era lo único que la protegía de él.


Con el corazón encogido, Paula aceptó que no quería liberarla; le había ofrecido una solución y Pedro no la había aceptado. ¿Acaso había esperado una declaración de amor? ¿Qué habría hecho entonces? ¿Casarse y convertirse en una princesa?


-¿Puedo irme ya, alteza? -preguntó, confusa y dolida.


-Sí -jugueteó con la pluma de oro que había sobre el escritorio-. Una cosa más. Tu idea del Día del Viaje para Joquín me ha inspirado. Lo llevaré a la Isla de los Ángeles para que nade con los delfines. Tú nos acompañarás.


-Como desee, alteza - había aprendido la lección. 


-¿Te rindes, Paula? - enarcó una ceja con gesto sarcástico.


Ella no dijo nada, pero a Pedro le pareció oír que susurraba « ¡Y un cuerno!» al marcharse.


-Ya le enseñaré lo que es rendirse -musitó furiosa al entrar en el estudio. - Laura había dado de comer a Joaquín y este dormía la siesta, de modo que tenía la tarde libre. 


Tres horas más tarde, se pasó una mano por la frente húmeda, mitigada su frustración. El retrato de Pedro, pintado con intensidad, estaba terminado. Trabajando con el recuerdo, lo había representado con la ropa de uno de sus antepasados, el príncipe Ricardo de Ville de Alfonso. Ricardo había sido el primer monarca de Carramer en recorrer todas sus islas, unificándolas por primera vez en la historia. Su viaje se conmemoraba en todo el reino con el Día del Viaje. Con los pies separados y las manos en las caderas, se erguía sobre un risco y el océano revuelto le  rendía homenaje. Su mirada intensa recorría el paisaje como si no solo gobernara sobre la tierra y el mar, sino también sobre el vasto cielo. 


Conquistar Tu Corazón: Capítulo 39

 -Nosotras, no. Yo los tendré -sonrió a pesar del frío que sintió por la sangre-. Me encargaré de que sepa que fue idea mía. Después de todo, es la verdad.


-También somos amigas -Laura alzó el mentón-. Diré que se me ocurrió a mí.


Conmovida, apoyó una mano en la de Laura.


 -Gracias, pero no puedo permitirlo. Cuando yo vuelva a Australia, tú tendrás que vivir aquí.


Con pesar pensó que echaría de menos Carramer. En las últimas semanas había llegado a querer a ese país generoso y abierto y el tranquilo estilo de vida de la isla. El estrés era algo prácticamente desconocido, salvo entre los visitantes que insistían en tratar de ver cada centímetro de la isla en unos días. En cuanto la limusina y la escolta llegaron al palacio de verano, un ayudante le transmitió a Paula las órdenes del príncipe. Laura se mostró alarmada, pero ella ocultó su desasosiego con una sonrisa tranquilizadora.


-Lleva a Joaquín de vuelta a la habitación de juegos. No pasará nada -pero se preguntó cómo se castigaba en Carramer quebrar un vínculo personal. Esperó que fuera considerado una falta y no un delito capital.


Al ver la expresión de Pedro, comprendió que había sido una esperanza vana. El príncipe parecía más enfadado de lo que jamás lo había visto y el corazón de Paula se hundió. No había esperado que su acto le doliera tanto. El ayudante cerró la puerta tras ella, dejándola a solas con él. Irguió los hombros.


-Puedo explicarlo todo.


-No se moleste. Podría achacar el quebrantamiento del vínculo a la ignorancia que tiene de nuestras leyes, pero no puede haber justificación para que se lleve a mi hijo en contra de mis expresos deseos.


-¿No exagera un poco, alteza? -se encrespó-. Lo único que hice fue llevar a Joaquín a una excursión del Día del Viaje que usted no prohibió de manera expresa. A propósito, se ha divertido mucho.


Pedro dió un puñetazo en la mesa.


-Es usted la más insolente...


-¿Australiana? -aventuró Paula, ocultando la alarma que la dominaba.


Por dentro se sentía horrorizada consigo misma. Una cosa era enfrentarse a un pelotón de fusilamiento y otra ayudar a cargar los rifles. De algún modo Pedro despertaba su vena más rebelde. 


-Déme una buena razón para que no la obligue a cumplir encerrada el resto del vínculo -exigió él con cansancio.


Paula desterró la compasión que despertó su tono de voz y se lanzó al vacío.


-Déme usted un buen motivo para impedir que haya niños alrededor de su hijo, cuando es exactamente lo que este necesita.


Rodeó el escritorio como una bala y ella tuvo que contener el impulso de retroceder ante la ferocidad que leyó en sus ojos. Pedro cerró las manos en tomo a sus brazos y ya no le quedó otra elección que mirar sus ojos implacables.


-¿Quiere un buen motivo? Muy bien. Cuando mi mujer murió, estaba embarazada de gemelos, un niño y una niña. Siempre que oigo risas infantiles, recuerdo que mis bebés jamás tuvieron la oportunidad de vivir. Fue algo tan inesperado que ella sintió que se hundía. Jamás había imaginado que la pérdida hubiera sido tan grande.


-Oh, Pedro, si lo hubiera sabido, nunca habría insistido en llevar a Joaquín al colegio.


-Lo extraño es que la creo -repuso él con voz áspera-. Sus métodos son intolerables, pero sé que quería lo mejor para mi hijo.


-No lo dude -susurró. 


Aquello no cambiaba el hecho de que Joaquín necesitaba compañeros de su edad, pero también le importaban los sentimientos de Pedro. Y para sorpresa suya, demasiado. El silencio se alargó y Paula adquirió conciencia de que se hallaba en sus brazos. Sin advertencia previa, él levantó una mano para acariciarle el cuello mientras con la otra la pegaba a su cuerpo. La giró hasta que su suavidad se encontró con la inconfundible plenitud de su erección.


-Paula -murmuró.


Inclinó la cabeza y la besó en el instante en que ella se daba cuenta de que era la primera vez que la llamaba por el diminutivo de su nombre. El corazón le palpitó con fuerza. 

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 38

 -Confundes rebeldía con pasión -Pedro no podía negar que la deseaba más que a ninguna mujer. Experimentó un temblor al recordar cómo se había sentido al tenerla en brazos y la respuesta que había despertado en ella.


Luego estaban los cuadros, una medida más verdadera de la opinión que tenía de Pedro. Cuando Paula no se hallaba con Joaquín o con él, pasaba todosu tiempo pintando. Al visitar el estudio sin anunciarse, la había sorprendido borrando un retrato, aunque quedaba lo suficiente para reconocerse en la imagen. ¿Lo habría hecho por antipatía hacia él? Los cuadros que había realizado de Joaquín eran tan tiernos y hermosos que al verlos había sentido un pinchazo en el corazón. No había vislumbrado esa ternura en su retrato.


-Imaginas cosas -le dijo al doctor.


-¿Estoy imaginando ese absurdo vínculo que le impuso? -antes de que Pedro pudiera continuar, Andrés prosiguió-: Es de lo único de lo que se habla en la villa. ¿Qué hizo para merecer semejante castigo? Hace años que nadie lo emplea en este país.


-Lo que hizo y cómo decidí responder es asunto mío -afirmó con toda la autoridad real de la que pudo hacer acopio. No pensaba reconocer que se había dejado llevar por el calor del momento-. El vínculo es solo por dos meses. Y ya ha cumplido la mitad del tiempo. En cualquier caso, el episodio de hoy demuestra lo dispuesta que está a saltarse la ley de Carramer. Hasta que no haya cumplido la totalidad del vínculo, no tiene derecho a dejar la casa sin permiso, aunque eso no parece haberla detenido.


-Quizá no le dejó bien claro cuáles eran las condiciones -indicó Andrés.


-Lo hice. Tiene tanto respeto por mi rango... como tú.


-Y se pregunta por qué no ha perdido la cabeza por usted -rió entre dientes-. Mi consejo es cambiar de táctica. Trátela como a una dama que le importa y no como a una criada sometida al vínculo, y apuesto que las cosas mejorarán entre ustedes.


-Gracias por el consejo, doctor -dijo con rigidez, con un tono de voz que lo descartaba de antemano-. Ya puedes retirarte.


-Como desee su alteza -el médico alzó las manos en señal de falsa rendición-. No obstante, me gustaría que reflexionara sobre ello antes de que Paula regrese. 


-Daré a tu consejo la consideración que se merece -repuso con una sonrisa carente de humor.




Había sido una mañana tan maravillosa que Paula había logrado desterrar de su mente las posibles consecuencias de su acto. Mientras la limusina los llevaba de vuelta a la villa, la apesadumbró la enormidad de lo que había hecho. Al ver a Joaquín cansado pero feliz, con el pequeño cuerpo acurrucado contra ella mientras dormía, supo que merecería cualquier castigo que decidiera imponerle Pedro.


-El principito ha disfrutado de su primera experiencia escolar -murmuró Laura Myss como si le hubiera leído el pensamiento.


-Para mí también ha sido una gran experiencia -repuso Paula-. Tu hermana es una maestra maravillosa. Emplear marionetas para explicar el origen del Día del Viaje ha sido una idea estupenda.


En ese momento el pequeño abrió los ojos y la miró con solemnidad.


-Me he divertido mucho, incluso cuando los chicos malos no dejaban de llamarme Joaquín.


Desconcertada, Paula miró a la niñera, pero esta también se hallaba atónita.


-¿Qué tiene de malo que te llamen por tu nombre?


-Tienen que llamarme alteza -se señaló el pecho-. Son chicos malos, porque se rieron cuando les ordené que lo hicieran.


A Paula le costó no echarse a reír. Ocultó la reacción con una tos.


-Quieren ser tus amigos. Los amigos se llaman por sus nombres.


-Supongo que entonces está bien -comentó tras asimilarlo-. ¿Podemos ver otra vez a mis amigos mañana?


-No lo sé, cariño -se mordió el labio-. Depende de tu padre -aunque no albergaba dudas sobre la reacción de Pedro ante esa petición.


-Me sorprende que el príncipe haya permitido esta visita -indicó Laura, compartiendo las dudas de Paula. Esta se sonrojó.


-No la permitió, exactamente. Simplemente no me dijo que no pudiera llevar a Joaquín al colegio. La niñera se llevó una mano a la boca. -¿Quieres decir que no lo sabe? Oh, Paula, cuando lo averigüe tendremos serios problemas. 

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 37

 -Ni siquiera sus poderes reales pueden cambiar el pasado, Pedro. ¿No es hora de que acepte lo sucedido, si no por el bien de Joaquín por el suyo?


-No es el momento adecuado para una conferencia, doctor -se echó hacia atrás el pelo.


-Todos los colegios celebran hoy los preparativos para el Día del Viaje. Lo más probable es que Paula pensara que hacía lo correcto al dejar que Joaquín tomara parte. No lo ha secuestrado.


-Es como si lo hubiera hecho -le espetó-. ¿Por qué nadie vino a comprobarlo conmigo antes de dejar que fueran a visitar... ese jardín de infancia?


-Se encuentra a unos tres kilómetros por la costa en dirección a Aflora - explicó el médico con paciencia-. Tiene una reputación excelente y los niños que asisten a él son de excelentes familias, lo he comprobado. En cuanto a por qué no se lo pidió con antelación, ¿Se ha mirado últimamente en un espejo?


-Tengo derecho a estar enfadado -saltó-. Dices que es hora de que acepte lo que sucedió, pero cuesta hacerlo cuando la pérdida no solo abarca a tu mujer, sino a los gemelos que ni siquiera sabía que esperaba. 


Las facciones del doctor se suavizaron.


-Coincido en que fue duro descubrir que su mujer estaba embarazada después de muerta.


-Cada vez que veo a un grupo de niños que ríen y juegan, pienso en esos bebés, en los hermanos que Nori debería haber tenido -continuó Pedro con voz descarnada-. ¿Es de extrañar que no quiera que se me recuerde lo que pudo haber sido? Cuando su coche cayó por el risco, Chandra condenó a mi hijo a ser hijo único.


-No fue la única -musitó el médico como para sí.


-Explícate -pidió el príncipe con voz fría.


-¿Es necesario? Los dos sabemos que aquel día perdió un matrimonio, no un amor. Este hacía tiempo que había muerto.


-¿Qué quieres dar a entender?


 -Si alguien condena ahora a Joaquín a ser hijo único, es su padre. Es usted joven y posiblemente ya esté enamorado, pero tampoco quiere aceptar eso.


-¿De modo que ahora también lees el pensamiento?


 -A veces los médicos deben hacerlo -se encogió de hombros-. Paula es la clave de todo esto, ¿Verdad? No solo está enfadado porque se llevara a Joaquín sin su permiso. También lo está porque no puede doblegar su obstinación. Y le gustaría. 


-No amo a Paula Chaves.


-¿No la ama o no quiere amarla? -continuó con la insistencia de un perro ante un hueso-. ¿Es por ser australiana, como Sandra, o por ser una mujer?


-Tú has tenido suerte con tu matrimonio -respondió-. ¿Cómo te habrías sentido si las cosas entre Estela y tú hubieran sido diferentes, si no te hubieraamado a tí, sino a tu posición social?


-Supongo que como usted -repuso tras meditarlo-, traicionado. Pero si alguien tan especial como Paula apareciera en mi camino, trataría de superar ese sentimiento y empezar a vivir otra vez, si no por mí mismo, por mi hijo.


-Volvemos a Paula. ¿Se te ha ocurrido pensar que podría preferir a una mujer a la que le gustara?


-¿Y qué le hace pensar que no le gusta? -lo miró desconcertado.


-Discute cada cosa que digo -extendió las manos-, me desafía siempre que puede. Lo de hoy es el último ejemplo.


-A mí me suena a amor -el médico sonrió-. La vida sin ella sería aburrida. 

jueves, 25 de marzo de 2021

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 36

 -¿Es usted pedagogo? Yo sí. Conozco el desarrollo temprano de la infancia y usted está a punto de frenar el de Joaquín -fue un golpe bajo y lo lamentó en cuanto vió su expresión de dolor-. Laura Myss me comentó que el lunes próximo es el Día del Viaje, un festivo dedicado a los viajeros y a los niños que emprenden su viaje vital. Me ha dicho que la tradición es que los niños reciban regalos, vayan a fiestas o hagan excursiones especiales. Parece la ocasión perfecta para que Joaquín conozca a niños de aquí. ¿No podemos al menos invitar a algunos a una fiesta del Día del Viaje?


-Planee alguna otra celebración, pero no esa -regresó al interior, dejándola indignada en la terraza.


Comprendió que en todo aquello había algo más que el ego de Pedro. Era un hombre acosado y todos sus instintos le indicaban que le brindara el alivio que pudiera. Intentó convencerse otra vez de que lo único que la motivaba era el bienestar de Joaquín. En poco tiempo el pequeño se había ganado un sitio en su corazón. Pero un espacio aún mayor corría peligro de ocuparse de su carismático padre. « ¡No!», la palabra estalló en su mente. Pedro era un príncipe con un reino que gobernar y en su vida había poco espacio para otra cosa. Su desastroso matrimonio era prueba de lo que podía hacerle a una relación su estilo de vida exigente. Pero sabía que había una atracción mutua. Era el hombre más encantador, sexy y excitante que había conocido, aunque era un hombre con una familia inmensa que la mujer que se uniera a él tendría que aceptar. Se preguntó cuándo había empezado a imaginar que compartiría su vida. Sería mejor afrontar el hecho de que nunca podrían disfrutar de intimidad y libertad antes de cometer la tontería de enamorarse de él. 





El impulso de salir de la habitación en pos de Paula y de su hijo fue muy fuerte, pero años de entrenamiento real mantuvieron a Pedro pegado a su escritorio.


-¿Adonde ha llevado a mi hijo?


El doctor Pascale parecía incómodo, bien consciente de que era portador de noticias desagradables.


-Parece que Laura Myss y ella se han llevado a Joaquín a visitar un jardín de infancia de Allora dirigido por la hermana de Laura.


-¿Solos? -no podía creer que fuera tan estúpida.


-Los acompaña el equipo habitual de guardias que creían, igual que yo, que tenían su aprobación.


-Ahora ya conoces la verdad -frunció el ceño y tamborileó los dedos sobre la superficie de piel de la mesa-. Le dije que no quena a otros niños alrededor.


El médico cruzó los brazos y lo observó preocupado.


-Creo que lo que tenemos aquí es un malentendido. Le dijo a Paula que no invitara a niños a la villa, pero no le dijo que no llevara a Joaquín hasta ellos, ¿Verdad?


-Semántica. Juegos de palabras.


-Tengo razón, ¿No? -insistió el médico.


Pedro respiró hondo y miró a su amigo con expresión hostil y retadora.


-¿No te cansas nunca de tener razón?


-No. Es una de las pocas compensaciones que tiene trabajar para usted.


-Debe de haber otros médicos en este reino, preparados para respetar la corona -afirmó ceñudo-, que agradecerían la oportunidad de conseguir un nombramiento real.


-Probablemente, pero no juegan tan mal como yo al ajedrez. 


-No obstante, no puedo dejar que Paula haga lo que le plazca en lo referente a Joaquín -expuso con franqueza.  No sabía qué lo irritaba más, si que se llevara a su hijo sin permiso o que tergiversara de forma tan astuta sus palabras. Aunque tuvo que reconocer que tenía agallas, ya que pocas mujeres lo habrían retado de manera tan abierta. Otro motivo por el que no podía dejar que se saliera con la suya-. Haz que regresen de inmediato - ordenó-. Quiero ver a Paula en cuanto hayan vuelto.


-¿Está seguro de que es inteligente hacer que Joaquín se marche con tanta brusquedad? -Andrés enarcó las cejas-. Entre su niñera, sus guardias y Paula se encuentra tan seguro como lo estaría bajo este techo, y lo más probable es que se, lo esté pasando en grande.


Pedro suspiró y temió que el médico tuviera razón... Otra vez.


-No es solo por Paula, ¿Verdad? -continuó al ver la tensión de su amigo- . Lo que le moleta es la idea de que Joaquín se halle entre otros niños.


-Ya es suficiente, Andrés -le lanzó una mirada que habría intimidado a cualquiera.


Pero el médico no era cualquiera. Hacía tiempo que se había nombrado mentor, consejero y conciencia del príncipe.


Conquistar Tu Corazón: Capítulo 35

 -Podría intentar preguntarme, en vez de dar órdenes.


-Paula -enarcó las cejas con expresión sarcástica-, ¿Quiere salir un momento al exterior conmigo?


Era una especie de victoria, pero le pareció una trampa. Solo había una respuesta posible.


-Sí.


Supo que había sido un error en cuanto la condujo a la terraza. El aire era fragante, con el aroma de mil flores tropicales, y tan embriagador como el vino. La música salía por los ventanales abiertos, pero hasta allí no llegaban las voces de los invitados. Solo unas pocas personas habían preferido dejar el salón. Pedro la guió entre las luces hasta que quedaron envueltos en la oscuridad.


-¿Se siente mejor? -preguntó, su voz era una caricia aterciopelada en la noche.


-Sí, gracias -ya no se sentía débil. De hecho, sus latidos habían alcanzado un ritmo perturbador. ¿Tenía que estar tan cerca de ella? Le dificultaba pensar y hacía que respirar fuera un desafío-. No es necesario que descuide a sus invitados por mí -indicó.


-¿Le parece que están descuidados? -miró en dirección al salón.


-No, pero se preguntarán qué hacemos aquí -pensó en las madres que habían llevado a sus hijas para captar la atención del príncipe. 


Él soltó una risita.


-Si se refiere a esas dos arpías que antes la observaron con indignación, no les sentará mal. Quizá así comprendan que si elijo otra pareja, será una decisión personal.


-Mientras estamos solos, hay algo de lo que quiero hablar con usted. Es sobre Joaquín. 


-¿Sucede algo?


-¿No ha notado lo solo que está? Hubo una larga pausa.


-Casi nunca está solo. Paso con él todas mis horas libres. Su niñera cuida bien de sus necesidades personales y el resto del tiempo usted le proporciona la compañía que requiere.


-No lo acusaba de descuidarlo -respondió ante el tono de censura de su voz-. Si tenemos en cuenta sus otras responsabilidades, pasa más tiempo con él que la mayoría de los padres. 


-Me alegra tener su aprobación -ironizó-, aunque no sabía que la necesitara.


-Mire, pensé que había dicho que esta noche éramos iguales. Supongo que tengo derecho a comentar lo que pienso, ¿No?


-¿Hay alguna fuerza en la Tierra capaz de detenerla? -inquirió.


-Yo no soy Sandra -respondió al captar el dolor en su tono.


-Soy bien consciente de eso, pero es evidente que tienen muchos rasgos en común.


-Si ahogó sus opiniones tanto como hace con las mías, no me extraña que no funcionara -la frialdad de él la volvió temeraria.


-¿Ha terminado?


La voz gélida tendría que haberle servido como advertencia, pero se hallaba demasiado encendida para detenerse.


-No. Joaquín solo tiene cuatro años. Es más despierto que la mayoría de los niños de su edad, pero sigue siendo un pequeño que necesita la compañía de otros niños -ya lo había dicho. 


Guardó silencio, a la espera de que se desatara la tormenta. No tardó en estallar.


-Estoy seguro de que la niñera de Joaquín, y seguramente otras personas, le han dicho que no quiero la presencia de otros niños. El tema queda zanjado.


-No puede ser.


Cuando él iba a dar la vuelta, Paula apoyó una mano en su brazo, con el único objetivo de retener su atención. Pero en cuanto los dedos se cerraron en torno a su brazo, sintió que el fuego le invadía todo el cuerpo y a punto estuvo de retirarse dominada por el pánico. Para asombro suyo, descubrió que anhelaba tocarlo de manera más íntima y que él hiciera lo mismo. Y a pesar de que era evidente que no le caía bien con sus costumbres australianas, ansiaba su aprobación.


-Pasaré por alto su exabrupto porque solo desea el bienestar de Joaquín - afirmó Pedro-. Pero es mi hijo y sé lo que es mejor para él. 


Paula había ido demasiado lejos para retirarse en ese momento, sin importar cuáles fueran las consecuencias. 


Conquistar Tu Corazón: Capítulo 34

Los primeros instantes dispusieron de la pista para ellos solos, pero Paula ya no era consciente de los invitados que los miraban, solo de la presión que ejercía el príncipe sobre ella, como si la quisiera moldear a su deseo. Casi por propia voluntad sus pies siguieron el ritmo impuesto por Pedro. Había sido sincero. No era un bailarín diestro, pero se movía con una gracia natural que compensaba cualquier falta de habilidad. Por su parte, ella jamás había bailado con más gracilidad en su vida.


-¿Disfruta de la fiesta? -musitó. Ella asintió, sin poder confiar en su voz debido a la proximidad-. Parece haber cautivado a Estela Pascale.


-A mí también me agrada ella. Es fácil apreciarla -repuso.


-A diferencia de a su jefe -comentó con agudeza.


Alzó la cabeza. No podía concebir un sentimiento más débil que el simple agrado hacia Pedro. Al ser un hombre apasionado, exigía respuestas apasionadas, como el odio o... No se permitió pensar en ello.


-Pensé que esta noche éramos iguales-susurró casi sin aliento.


Él inclinó la cabeza.


-Como una igual, entonces, dígame qué piensa.


Paula respiró hondo y deseó que la música parara para poder alejarse de la magnética presencia de Pedro, porque temía disfrutarla demasiado. Compartir sus pensamientos con él resultaba impensable.


-Pensaba en lo bien que se siente una al ser otra vez una mujer libre, al menos por una noche.


-La libertad es importante para usted, ¿Verdad, Paula? -la estudió con mirada penetrante. Imaginar los años en que llevar su propia vida, libre de las exigencias de su familia, había sido un sueño imposible, ella asintió-. Supongo que cuando uno se acostumbra a seguir sus propios dictámenes, es complicado quedar supeditado a las reglas de otro.


El comentario era tan injusto y alejado de la realidad que sintió una oleada de ira. Experimentó un deseo irracional de herirlo del mismo modo que sus palabras la habían lastimado.


-¿Se refiere a mí o a su matrimonio?


El golpe al azar había dado en el blanco. La apretó con más fuerza. Paula miró la mano que se cerraba sobre su cintura y Pedro pareció cobrar conciencia de lo que hacía. Aflojó un poco, pero sin soltarla. 


-Quizá me refería a ambos, ya que la rebelión evidentemente forma parte de su idiosincrasia nacional.


-Viene de tener un pasado de convictos -musitó ella. Se sentía horrorizada por haber dado un golpe tan bajo-. Tendemos a rebelarnos contra la autoridad cuando se usa de manera injusta.


-De modo que la retengo aquí injustamente, ¿Cierto?


-Ya que lo pregunta, sí -confirmó-. ¿Qué he hecho que fuera tan terrible? Las mujeres han abofeteado a los hombres desde los inicios de la humanidad.


-Quizá, pero no a un monarca.


-En otras palabras -aprovechó su oportunidad-, somos iguales, pero si perteneces a la realeza, eres más igual que otros -la música cesó, sorprendiéndola. 


Pedro realizó una leve reverencia, pero con expresión tormentosa.


-¿He de suponer que su problema es conmigo como gobernante, no como hombre?


Sin responder, lo miró con ojos centelleantes y dejó que la guiara por el codo hasta el borde de la pista, cerca de uno de los ventanales que daban a la terraza. Agradeció la sensación de la brisa fresca sobre sus mejillas acaloradas mientras odiaba pensar que Pedro podía tener razón.


-¿Tanto lo sorprende mi actitud? -quiso saber ella- El príncipe es quien no deja de exhibir su poder. Apenas he tenido oportunidad de conocer al hombre.


-Si las cosas hubieran sido distintas, ¿Le habría gustado?


¿Quién podía saber entonces qué rumbo hubiera tomado su relación? Pero era un príncipe y lo demás era desear lo imposible.


-Las cosas no pueden ser distintas, así que no tiene sentido tratar el tema -de pronto se sintió acalorada en exceso y supuso que era por el baile y la gente.


Él lo captó en el acto y llamó a un camarero para que le llevara un poco de agua.


-Salgamos, el aire nocturno le hará bien -sugirió.


-Estoy bien -afirmó, tras beber un sorbo de la copa con agua que la había entregado el camarero. Lo último que quería era estar a solas con Pedro.


Él le quitó la copa y la deposito sobre una mesa.


-¿Debe cuestionar cada sugerencia mía, incluso aquellas que solo velan por su bienestar? 

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 33

Mientras bebía un sorbo de champán, Paula observó a Pedro con discreción, impresionada por la facilidad con la que se movía de un grupo a otro de invitados para intercambiar unas pocas palabras con cada uno.


-Estoy segura de que sus intenciones son buenas, pero solo trabajo para el príncipe -le aseguró. Estela Pascale esbozó una sonrisa. 


-Es gracioso, pero es exactamente lo mismo que yo solía decirme sobre Andrés.


Paula se rindió. No cabía duda de que la mujer del doctor era una romántica, aunque no tardaría en averiguar la verdad. Mientras tanto, no había motivo para que no disfrutaran de su respectiva compañía. Al rato terminó por aceptar la invitación de Estela de que visitara su villa, no muy lejos de la residencia real.


-Como a Andrés a menudo lo llaman a palacio, también tenemos una casa en Solano, así que espero que vaya a visitamos allí -insistió.


Como Estela estaba decidida a ver un romance allí donde no lo había, no le respondió que no pensaba acompañar al séquito real a la capital. 


-Le agradezco la invitación -contestó. 


-No es amabilidad, Pau. En este momento usted es la paciente favorita de Andrés. Sin duda mi marido querría que cuidara de usted.


-Ha sido muy amable conmigo, pero ya he dejado de ser su paciente - sonrió-. Cuando llegué estaba extenuada y verme atrapada en la corriente fue la gota que colmó el vaso; sin embargo, ya me he recuperado. 


-A mí me parece que se la ve un poco pálida -la estudió con ojo crítico-, y demasiado delgada. He de cerciorarme de que ese esclavista de Pedro no la obliga a trabajar demasiado -sugirió.


Paula no quería que Pedro pensara que se había quejado ante sus amigos.


-De hecho, es todo lo contrario -afirmó-. Mis deberes como acompañante de Joaquín me requieren muy poco tiempo. Casi me siento culpable de tener tan poco que hacer.


-No es lo que tengo entendido por Andrés. Según él, pasa demasiado tiempo encerrada en el estudio. 


-Supongo que paso mucho tiempo pintando, pero es el motivo por el que he venido. Trabajar para el príncipe no formaba parte de mis planes originales. No es que no disfrute cuidando de Joaquín -se apresuró a añadir.


-Es un niño muy dulce, ¿Verdad? -convino Estela-. Es una pena que...


-¿Qué es una pena? -preguntó con curiosidad cuando la otra calló.


-En realidad, nada. Solo iba a decir que parece un poco solitario.


-A mí también me lo parece -asintió-. Esta noche pienso pedirle a Pedro que invite a algunos niños para que jueguen con Joaquín.


-No se sorprenda si no se muestra entusiasmado -frunció el ceño.


-¿Por qué habría de molestarlo? Sé que pasa todo el tiempo que puede con su hijo, pero como maestra considero que un pequeño de cuatro años necesita también estar en compañía de niños de su edad.


-No sabe mucho sobre el matrimonio de Pedro, ¿Verdad? -preguntó Estela.


-Solo los pocos detalles que él mismo me contó.


-Entonces será mejor que deje que él le cuente más si quiere -se mordió el labio pensativa-, pero no se asombre si se muestra contrario a invitar a niños a la villa. No es que se muestre difícil, lo que pasa...


Una vez más esa molesta pausa. Antes de que Paula pudiera instarla a continuar, la orquesta se puso a tocar una melodía. Pedro apareció a su lado.


-¿Quiere hacerme el honor?


Paula sintió aprensión. La pista se había despejado para el baile y resultaba obvio que nadie saldría antes de que lo hiciera el príncipe. Era consciente de que todos los ojos estaban sobre ellos. Montar una escena era impensable; sin embargo, lo último que quería era estar en sus brazos delante de todo el mundo.


-No soy una gran bailarina -murmuró.


-Ya somos dos -confesó con una sonrisa-. Una de las ventajas de mi posición es que nadie se atreve a hacer ningún comentario. ¿Bailamos?


Se dijo que bailar con él le proporcionaría la oportunidad perfecta para preguntarle por los compañeros de juego de Joaquín. En ese momento Pedro la tomó en brazos y puso fin a la discusión. El deseo la sacudió, abrasador en su intensidad, alcanzando profundidades que jamás había sospechado que poseía. 

martes, 23 de marzo de 2021

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 32

Era la primera función a la que asistía en la residencia de verano y la grandeza del Salón Pintado le quitó el aliento. La amplia estancia recibía su nombre por un magnífico mural realizado por un famoso artista francés que dominaba la pared más larga. La imagen reflejaba la espléndida vista oceánica de la que gozaba la villa por dos lados. Era tan realista que Paula experimentó la tentación de pasar al otro lado, cualquier cosa para escapar de los ojos curiosos de los más de sesenta invitados. Apenas sabía decir algunas palabras en el idioma de Carramer, pero lo conocía lo suficiente como para saber cómo se decía «australiana» y su propio nombre. Casi todas las miradas dirigidas a ella eran amigables y curiosas, aunque unas pocas resultaban directamente hostiles, en particular las de un par de mujeres mayores que acompañaban a clones de sí mismas más jóvenes. Sin duda eran madres que esperaban que Pedro mirara con expresión favorable a sus hijas. Sus miradas airadas hicieron que tuviera ganas de reír. No solo no representaba ninguna amenaza para sus ambiciones, sino que ni siquiera deseaba serlo. Desconocían que lo más probable era que Pedro la hubiera elegido para ser su acompañante porque debía de ser la única que no urdía planes para atraparlo. Si él hubiera sido su acompañante de verdad, habrían podido salir al exterior para disfrutar de la belleza y la sensualidad del fragante aire nocturno. Quizá hubiera podido abrazarla y ella habría dejado descansar la cabeza sobre su hombro mientras él le susurraba palabras cariñosas al oído. Durante un momento casi pudo sentir la firmeza y calidez de su brazo y el corazón se le disparó, hasta que la suave voz de Estela Pascale quebró la ilusión.


-Las noches aquí son muy hermosas. Son uno de los motivos por los que decidí quedarme.


Paula hizo un esfuerzo para regresar al presente. Fantasear con Pedro no solo era una tontería, sino una tontería peligrosa. Aunque ansiara tener un romance con él, la realidad jamás encajaría con su visión. Solo tenía que mirar alrededor para ver cómo era la vida real.  Durante un momento, envidió a Estela por amar a un hombre al que no tenía que compartir con un reino.


-¿El doctor no tuvo nada que ver con su decisión de quedarse? -preguntó.


Estela se ruborizó un poco, un gesto inesperadamente juvenil para una mujer que debía de superar los sesenta años.


-Puede que sí. Cuando nos conocimos, yo trabajaba como enfermera en el hospital de Solano en el marco de un programa de intercambio. Andrés formaba parte de su personal. Al principio pensé que se trataría de un romance de verano, pero en cuanto regresé a Australia supe que era amor de verdad. Él me ayudó a conseguir un trabajo fijo en el hospital y jamás volví a pensar en dejar Carramer.


-¿No echa de menos su hogar y su familia?


-Visito a mi familia y mis parientes vienen a visitarme -se encogió de hombros-, pero mi hogar está allí donde se encuentre Andrés. Imagino que no le digo nada que usted ya no sepa, Paula.


-Llámeme Pau, por favor. No sé muy bien a qué se refiere.


-Ahora mismo, cuando se hallaba perdida en sus pensamientos, su expresión me era familiar, aunque al principio no supe por qué. Cuando conocí a Andrés por primera vez, veía la misma expresión en mi cara al mirarme en el espejo. Es la expresión de una mujer que está tan ocupada en enamorarse que no se da cuenta de lo que sucede hasta que ya es demasiado tarde.


Un camarero les ofreció canapés en una bandeja de plata y la interrupción le ahorró a Paula la necesidad de responder. Como si percibiera la incomodidad de su interlocutora, Estela comentó:


-Una cosa positiva de tener estar en palacio es que el catering es delicioso.


Paula asintió, agradeciendo que hubiera desviado la conversación.


-Cuando llegué a Carramer, jamás imaginé que trabajaría para un príncipe y viviría en un palacio.


-Y esto es solo la residencia veraniega. Aguarde hasta que vea el palacio de Solano -indicó Estela-. Y no me diga que no se va a quedar el tiempo suficiente. Si conozco bien a Pedro, no la dejará escapar con tanta facilidad como usted cree. Al entrar en su compañía, también él tenía una expresión que reconocí. Recuerdo haberla visto en la cara de Alain poco después de conocernos. Como si hubiera caído en una emboscada y le gustara.


Paula estuvo a punto de atragantarse con el salmón. Como siguiera escuchando esas cosas, terminaría por creer que realmente le importaba a Pedro. No era verdad y, aunque lo fuera, ella no quería formar parte de su vida. Buscaba intimidad y amor, el tipo de relación que sospechaba que compartían Estela y Andrés, no una relación vivida ante el público.


Conquistar Tu Corazón: Capítulo 31

Sabría exactamente dónde encontrarla, sin necesidad de recurrir al zapato de cristal. Se detuvieron en la entrada del salón mientras la orquesta tocaba las primeras notas del himno nacional de Carramer y Paula volvía a preguntarse hasta qué punto era sincera consigo misma. Lo iba a averiguar esa noche. Sintió la mirada de Pedro sobre ella y logró esbozar una sonrisa temblorosa.


 -¿Lista? -susurró.


Agradecida por el brazo que la sostenía, ella asintió. No estaba acostumbrada a realizar ese tipo de entradas. Él le facilitó las cosas al hacerle saber mediante una presión sutil cuándo iba a terminar el himno y cuándo tenía que esperar mientras él recibía el aplauso que saludó su llegada. Paula fue consciente del murmullo de expectación que despertó y de pronto se alegró de que Gabriela se hubiera tomado tantas molestias con su aspecto. Casi todas las mujeres presentes daban la impresión de poder competir con las modelos profesionales. El resplandor de joyas caras era deslumbrante y los vestidos estaban a la misma altura. Respiró hondo. Si esa era una fiesta informal, no quería pensar en cómo sería una formal.


-Pensé que había mencionado que se trataba de una fiesta informal - murmuró.


-Relájese, es la envidia de todas las mujeres –le aseguró.


Apostaba que solo porque iba de su brazo. Sospechaba que su vestido había sido evaluado por su etiqueta y precio aproximado nada más entrar. «Menos mal que solo es por una noche», pensó. Un compromiso más largo sería otra cosa. La idea la ayudó a relajarse mientras Pedro la conducía hasta un grupo del que formaba parte el médico de palacio.


-Buenas noches, Andrés -lo saludó con entusiasmo.


-Me alegra ver que se encuentra tan bien, querida -el otro le devolvió la sonrisa.


-Más que bien... arrebatadora -corrigió Pedro.


Paula sintió que se ruborizaba. Si Pedro no tenía cuidado, provocaría rumores que le costaría acallar. Pensó en decírselo, pero decidió que no era su problema. Era él quien permanecería en Carramer mucho tiempo después de que ella hubiera regresado a Australia.  Eso le causó una inesperada punzada de insatisfacción. ¿Es que acaso quería quedarse en el reino de Pedro? Debería estar ansiosa de abandonar ese sitio y dejar atrás todos los problemas que acarreaba. Lo miró deseando que hubiera una manera de liberar con discreción la mano que aún llevaba en su brazo. Centró su atención en el doctor Pascale, que rodeaba la cintura de una mujer atractiva de pelo canoso. El médico realizó las presentaciones y Paula quedó encantada de descubrir que se trataba de Estela Pascale, la esposa australiana del galeno.


-Qué agradable oír un acento familiar -comentó.


-Hace tiempo que lo he perdido casi por completo, querida -indicó Estela con ojos brillantes. Posó la mirada en la mano que Paula apoyaba en el brazo de Pedro-. Quizá pronto deje de ser yo la única expatriada australiana en el entorno de palacio.


-No es para siempre. Solo estoy de visita... -confusa por la calidez que podía sentir que emanaba de Pedro, se quedó en blanco respecto del tiempo que estaría vinculada al príncipe.


-Dos meses -intervino él con suavidad-.  Pero tú también viniste de vacaciones, Estela, así que cualquier cosa es posible.


La mujer mayor rió.


-Después de todo, estamos en el Reino del Arco Iris. Se sabe que aquí los milagros acontecen, así que yo no reservaría todavía el billete de vuelta -se acercó más a Paula- Carramer proyecta un hechizo que hace que la gente quiera quedarse para siempre.


Se había comprometido a quedarse, pero no por el motivo que imaginaba Estela. Durante un momento embriagador, consideró la posibilidad de marcharse de la fiesta y abandonar Carramer mientras aún tuviera vigencia su trato con Pedro. Había cancelado el vínculo por esa noche, de forma que, en teoría, era libre de hacer lo que quisiera. Aunque temía estar haciéndolo ya en ese instante. 

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 30

 -Adelante, entonces. Usted es el príncipe, el amo absoluto de todo. Es posible que consiga someterme con la mezquindad legal y la fuerza de su posición, pero jamás me someterá de ninguna otra manera.


Él lanzó un suspiro que Paula no supo interpretar si era de pesar.


-Una y otra vez me tienta demostrarle que se equivoca, Paula. Cuando la toqué hace unos momentos, su reacción fue toda una prueba de que los dos necesitaríamos para saber que podría ir mucho, mucho más lejos. Es posible que ofrezca una resistencia simbólica, pero nada más, porque incluso ahora su cuerpo anhela lo que sus palabras niegan.


Era extraño lo bien que había resumido sus sentimientos. Anhelaba su contacto, cuando el sentido común se oponía. La expresión de Pedro indicaba que sabía lo que ella pensaba y eso avivó la ira de Paula. Se irguió y deseó tener unos centímetros más para que los ojos de ambos estuvieran a la misma altura. Se conformó con mirarlo a la mandíbula y tragó saliva.


-¿Es esa la sentencia que me tiene reservada, alteza? ¿Ser una esclava sexual, sin derecho a rechazarlo? -muy a su pesar, el corazón le dió un vuelco. Se dijo que era una reacción provocada por la aversión, aunque sospechaba que no era verdad.


-A pesar de lo que evidentemente cree, no estoy tan hambriento de compañía femenina como para obligar a una mujer a compartir mi cama. No, la situé bajo vínculo personal para enseñarle a respetar no tanto al monarca como a la monarquía. Parece que aún me queda mucho por hacer.


-Nada de eso figuraba en la descripción del trabajo que me ofreció cuando acepté desempeñar el papel de acompañante de su hijo -le recordó.


-Tampoco lo de abofetear al monarca -soltó él.


Respiró hondo para disimular las ganas que tenía de repetirlo. Solo el cielo sabía cuál podía ser el castigo para eso.


-Me provocó al pedirme que lo tratara como a un hombre normal. Y cuando lo hice, se defendió con su rango. No puede tener ambas cosas - manifestó con toda la calma que pudo.


-¿Suele abofetear a los hombres que conoce? -frunció el ceño. 


-Solo a los que me importan -repuso sin pensárselo. En cuanto lo dijo, no pudo creer lo que acababa de admitir-. Quiero decir a los que me irritan hasta niveles insoportables -intentó salvar la situación-. Era la primera vez que abofeteaba a alguien -por el brillo diabólico en sus ojos, comprendió que era demasiado tarde.


-¿De modo que reconoce que soy el primer hombre en importarle a usted lo suficiente como para provocar una reacción tan extrema?


-No reconozco nada, salvo que no puedo competir con su poder y posición, alteza.


Quedó sorprendida cuando él asintió. 


-Muy bien, solo por esta noche decreto igualdad de juego. No será tratada ni como empleada ni como mujer vinculada, sino como una igual a cualquier invitado a la fiesta. Veremos qué diferencias se establecen.


Muda de asombro, únicamente fue capaz de inclinar la cabeza, mientras sus pensamientos se sumían en un torbellino. Aquel decreto hizo que Paula fuera consciente de que había estado empleando su rango inferior como un escudo contra la poderosa atracción que ejercía sobre ella. No supo por qué demonios lo había empujado a cambiar las reglas. No quería pensar adonde podría conducirlos todo aquello. En ese momento no había tiempo para debatirlo. El sonido procedente de la planta baja le indicó que la mayoría de los invitados había llegado. Antes Laura Myss la había informado de que el protocolo requería que Pedro hiciera acto de presencia solo cuando se hubieran reunido todos los asistentes. No era correcto hacer esperar al monarca. Paula no tuvo más remedio que aceptar el brazo que Pedro le ofreció y dejar que la condujera a la guarida del león. Se consoló con la idea de que, al permitírsele que se considerara igual a cualquier invitado, podría sacar el tema de los compañeros de juegos de Joaquín. Se obligó a mantener una apariencia de serenidad. Ya que no podía modificar la situación, lo mejor que podía hacer era disfrutarla. El día siguiente no tardaría en llegar con su dosis de realidad. Pero esa noche era Cenicienta, escoltada al baile por un príncipe de verdad. ¿Y si la fantasía se desmoronaba a medianoche? En su caso, el príncipe no tendría necesidad de ir a buscarla si la quería. 

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 29

Era culpa de la doncella por meterle esa idea en la cabeza. No le importaba cómo reaccionara. Aparte de lo que Gabriela imaginaba que Pedro veía al observarla, para ella era su jefe, nada más. Sin embargo, todavía sonreía cuando salió de la suite rosa.


-¿Qué le resulta tan divertido?


Se sobresaltó al encontrar al príncipe y a punto estuvo de chocar con él. Pedro adelantó una mano para estabilizarla y el fuego corrió por las venas de Paula. Se dijo que tenía que empezar a dejar de reaccionar con tanta intensidad ante el mínimo contacto.


 -Estaba distraída -se disculpó. La mirada de Pedro se demoró en sus ojos, resaltados por el maquillaje, y en el rubí de los labios con expresión de aprobación.


-Parecía una mujer que pensaba en un hombre -sugirió con su voz de barítono.


Se hallaba tan cerca de la realidad que ella abrió mucho los ojos. No podía contarle la verdad, de modo que se decidió por modificarla.


-Pensaba en un hombre, pero da la casualidad de que tiene cuatro años.


-Qué minuciosa es al pensar en Joaquín en su tiempo libre. Me complace - inclinó la cabeza.


No sonaba complacido. De hecho, sonaba decepcionado. ¿Acaso había esperado ser el hombre que ocupara sus pensamientos? Su ego ya era demasiado grande, de manera que se negó a darle la satisfacción de reconocerlo.


-No me deja otra elección -repuso-. Le pregunté a Laura Myss sobre el significado de un vínculo personal y tuvo la gentileza de explicarme la costumbre. Como nosotros no compartimos el vínculo que precede al matrimonio, doy por hecho que lo que me une a usted es un vínculo contractual durante dos meses. Es posible que no tenga elección al respecto, pero no quiere decir que me guste.


-Parece convencida de que la servidumbre es el único vínculo que tengo en mente para usted.


Alzó la cabeza y sus miradas se encontraron. Comprendió que había cometido un error, ya que le expresión de Pedro era tan... Depredadora que a duras penas consiguió no humedecerse los labios en respuesta. No tenía sentido darle ideas.  No tenía derecho a robarle su paz mental, y con furia se dijo que no dejaría que se saliera con la suya. Se había ganado un descanso de tantas responsabilidades. No iba a permitir que se la arrebatara ni siquiera un príncipe.


-¿Qué otra clase de vínculo puede haber entre nosotros? -preguntó con toda la altivez que pudo.


Despacio él bajó su magnífica cabeza y acercó la boca a su oreja.


-Se lo haré saber en cuanto lo haya decidido. 


Con la sangre hirviendo, Paula pensó que aquello había ido demasiado lejos. Nunca tendría que haberlo abofeteado, y deseó con todo su corazón haber mostrado más contención, aunque la hubiera provocado más que cualquier hombre que conociera. En el siglo XXI, sin duda hasta una persona sometida a vínculo debía tener algún derecho en Carramer. Sea cual fuere la costumbre local, ella no era una de sus súbditas, a la que pudiera tratar a su antojo. ¿Qué haría si esperaba más de ella? No, se negó a considerar esa posibilidad.


-¿Cuándo lo haya decidido? Espere un momento... 


-No, espere usted un momento -sus palabras la silenciaron con la fuerza de un latigazo-. Su carácter impulsivo la metió en esta situación. ¿Querría ganarse un castigo más largo?


-No creo que sus leyes le permitan condenar a alguien solo porque lo irrita -lo miró, desafiante-. ¿Es que no hay tribunales en este país?


-La corte suprema del país es la corona -afirmó con tono implacable-. ¿Todavía piensa en recurrir su sentencia?


-No tendría mucho sentido, ya que no creo que ese tribunal sea imparcial -le espetó.


Él apoyó un dedo bajo su barbilla y le echó la cabeza hacia atrás.


-Me tienta demostrarle lo parcial puedo llegar a ser con usted.


Paula apartó la cabeza a un lado para ocultarle lo mucho que la atraía semejante demostración. Sospechaba cómo la haría y la sola idea de volver a estar en sus brazos la mareaba. Comprendió que no necesitaba besarla para perturbarla profundamente. Era capaz de excitarla con un roce o una mirada, algo que nunca antes había experimentado. No lo deseaba en ese momento, pero lo tenía tan cerca que se sintió abrumada por el magnetismo físico de su presencia. Eso no podía continuar. Se refugió en la furia. 

martes, 16 de marzo de 2021

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 28

 -Será mejor que termine de maquillarme para que pueda vestirme - murmuró.


Gabriela insistió en pintarle los ojos, algo que Paula rara vez hacía. El efecto final fue extraordinario. Le había pintado los párpados con una sombra de color verde mar y los bordes con un perfilador para que parecieran más grandes y luminosos. La piel, debido a las largas horas de exposición al sol, no necesitaba ningún cosmético. Como toque final, Gabriela le delineó los labios con carmín.


-Humedézcaselos -pidió la doncella. 


Paula se pasó la lengua por los labios y la asombró ver lo plenos y sexy que parecían. «Como una invitación», no pudo evitar pensar. Esperaba que Pedro no creyera que era para él. Posiblemente por primera vez en la vida se sentía hermosa. Si el príncipe no podía resistirlo, era su problema.


-Ha hecho un trabajo maravilloso -le aseguró a la doncella-. Algún día debe darme algunos consejos.


-Será un placer, pero mis simples habilidades solo pueden potenciar la belleza, no crearla -Gabriela sonrió. Luego alzó una fotografía enmarcada que había en la cómoda y la estudió-. ¿Es su familia?


-Es mi madre el día de su boda, hace unos meses -asintió-. El hombre es mi padrastro.


-Y la dama de honor ha de ser su hermana. Hay parecido, aunque da la impresión de ser más joven.


-Delfina es cinco años menor que yo -explicó-. Prácticamente yo la crié cuando mi padre nos abandonó.


-¿Lo ve? -asintió y devolvió la foto a su sitio-. Tiene un corazón generoso. ¿Ha tenido noticias de su familia desdé que llegó a Carramer?


-Nos escribimos -no le informó de que las cartas de su hermana eran letanías de quejas sobre lo difícil que era estudiar con un trabajo a tiempo parcial, como si Paula no lo supiera por propia experiencia. 


Las cartas de su madre eran más alegres. Enrique y ella eran felices. Le decía que él se negaba a malcriarla cuando estaba enferma, pero que se entregaba por completo cuando se hallaba bien. La idea la había hecho pensar, y Paula había llegado a la conclusión de que ella misma tendría que haber recompensado su salud y no su enfermedad. Pero ella era prácticamente una niña cuando su padre se marchó, de modo que semejante enfoque se encontraba más allá de su experiencia.  Se miró al espejo y se sintió animada; le sonrió a Gabriela cuando esta alzó el vestido que iba a ponerse.


-Con esto -desplegó el vestido-, a su alteza real le parecerá una visión.


-No me visto para complacer al príncipe, ni a ningún otro hombre -negó con pasión, sin saber muy bien por qué protestaba con tanta vehemencia-. En mi país, las mujeres se visten para complacerse a sí mismas.


-Puede que se quieran convencer de ello, pero, ¿Está segura de que una mujer no se viste para satisfacer a un hombre?


Paula se sintió algo aturdida. ¿Acaso estaba siendo poco sincera consigo misma? En Australia rara vez se había maquillado, y la última vez que se había arreglado el pelo había sido para el baile de fin de curso en el instituto. ¿Podía afirmar con absoluta sinceridad que nada de ello era para complacer a Pedro? Ya le costaba bastante reconocer la verdad como para tener que admitirla ante la doncella.


-Él es el príncipe -dijo a regañadientes-. Será mejor agradarlo, ¿No?


-Con el aspecto que tiene esta noche, sin duda lo hará -sonrió-. Eso espero. Desde que murió su esposa, no ha habido otra mujer en su vida.


-Es posible, pero no tengo intención de solicitar el puesto -afirmó. Esa conversación ya se había prolongado demasiado para su propia paz mental-. Acabemos de una vez.


Como había previsto pasar casi todas las vacaciones pintando, solo había llevado un vestido elegante. Era una creación sencilla de crepé negro que una colega de la escuela le había copiado de un original de Aloys Gada que Paula había admirado en una revista de moda. Mientras Gabriela la ayudaba a ponérselo, no pudo evitar notar que el corte revelador de los hombros resaltaba su piel bronceada. Un pliegue abierto en la parte frontal exponía demasiado el escote, para su gusto, aunque respetaba los límites de la decencia. Caía hasta la mitad de las pantorrillas. Al verse en el espejo se dio cuenta de que por intentar seguir el ritmo inagotable de Joaquín había perdido algo de peso. Sin duda algo positivo, ya que Pedro le había dicho que los otros invitados de esa noche pertenecían a la nobleza, de modo que todas las mujeres llevarían vestidos de conocidos diseñadores sobre figuras bien cuidadas. Hasta el momento él solo la había visto con su ropa más informal, sin mucho maquillaje y jugando con su hijo. Se preguntó cómo reaccionaría al verla vestida como una princesa. 

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 27

 « ¿Qué se pondrá esta noche?», reflexionó con curiosidad. Consciente de la selección limitada de vestuario y del presupuesto escaso de que disponía, se había ofrecido a que le llevaran unos vestidos al palacio para que eligiera el que más le gustara, pero su respuesta seca había sido que no lo defraudaría, si era eso lo que lo preocupaba. No pudo negarlo, ya que quería que causara una buena impresión, pero por ella misma, no por él. Durante su estancia en la residencia veraniega, tenía por costumbre ofrecer varias fiestas y no quería que Paula se sintiera fuera de lugar. Para ella sería una experiencia nueva, no la carga que Pedro anticipaba para sí mismo. Durante un momento le envidió la capacidad de ver las cosas con mirada fresca. Desterró ese pensamiento. 


Últimamente pensaba demasiado en ella. Incluso invitarla al cóctel era poco usual. Solo el hecho de que algunos de los invitados eran compatriotas de Paula justificaba la invitación a un miembro de su personal a un acontecimiento social. Le resultó extraño que en los últimos días apenas hubiera pensado en su nacionalidad. Daba la impresión de sentirse muy a gusto en Carramer. Jugar al aire libre con Joaquín había teñido su piel con una tonalidad dorada que resaltaba su cabello castaño. Podría haber pasado por alguien de la Isla de los Ángeles, donde por lo general las mujeres eran de piel y pelo más claros. Pero la fantasía se desvanecía en cuanto ella abría la boca. «Es tan descarada como mi esposa», pensó mientras se anudaba la corbata después de haber despedido al mayordomo para estar a solas con sus pensamientos. Ninguna de las dos mujeres había dado muestras de conocer el significado de la palabra respeto. «No es del todo cierto», añadió mentalmente. Cuando discutían durante la cena y el razonamiento de Pedro superaba al de Paula, esta tenía la sensación de reconocérselo. Pero no podía imaginar a su difunta esposa haciendo lo mismo. Sin embargo, Paula lo había abofeteado, y su ira despertó al recordar la furia que ardía en los ojos de ella antes de golpearlo. Lamentaba no haber meditado mejor el castigo de ponerla bajo vínculo personal; sin embargo, supondría un mal ejemplo levantar el castigo en ese momento. El doctor Pascale lo atribuiría a su pertinaz orgullo y sin duda lo instaría a liberarla. El mismo Pedro sabía que lo más inteligente sería hacerlo, pero algo lo contenía. Paula debía aprender que no podía abofetear al gobernante de un país y no recibir ningún castigo. Mantenerla cerca de él unas semanas más no tenía nada que ver con su decisión.  




La doncella, que se había presentado como Gabriela, terminó de arreglar el pelo de Paula y se apartó unos pasos para admirar su obra.


-Está hermosa, señorita Chaves, como una princesa.


Paula se quedó boquiabierta al contemplar su reflejo en el espejo. Gabriela le había apartado el pelo de la cara para atraparlo en una cascada de bucles que le caían sobre la nuca y asegurarlo con un broche de carey con forma de corazón. Le había dejado unos pocos mechones para que le enmarcaran la cara. El efecto era ciertamente aristocrático, pero también muy femenino.


-Jamás pensé que podría tener este aspecto -susurró asombrada.


-Como muchas mujeres hermosas -la reprendió la doncella-, usted se subestima, señorita.


-Llámeme Paula, por favor -le repitió-. ¿Cómo puede decir que soy hermosa cuando ha trabajado para una mujer como la princesa Sandra?


-No debería hablar mal de ella ahora que no está -Gabriela hizo una mueca-, pero puedo asegurarle que carecía de belleza interior -le dió un último retoque al pelo-. Usted posee hermosura exterior y un corazón generoso, la verdadera prueba de la belleza.


-Pare o me sonrojaré -pidió-. Será mejor que nos demos prisa. No quiero hacer esperar al príncipe.


-No le importará si la espera vale la pena -Gabriela sonrió con complicidad-. ¿Es que no lo ha notado? Cuando la mira, sus ojos emiten el brillo de un hombre que encuentra atractiva a una mujer.


Paula se sintió confusa. Había visto al príncipe mirarla irritado y frustrado cuando no hacía las cosas a su manera. Pero bajo ningún concepto podía interpretarlo como atracción, y así se lo hizo saber.


-Quizá aún no está preparado para dejarle ver lo que guarda en el corazón -Gabriela movió la cabeza.


Paula estaba convencida de que el príncipe no sentía nada romántico hacia ella. Era verdad que la había besado, pero en el fragor de la batalla, no con ternura, como amantes. No sabía cómo se sentiría si lo hiciera. Alzó la barbilla e irguió la espalda. No iba a suceder. Cometía el mismo error que la doncella y dejaba que su fantasía se desbocara. 

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 26

 -Por lo general al príncipe no le molesta la franqueza. Anima a su personal a hablar con sinceridad para ayudarlo a mantenerse en contacto con lo que piensa la gente.


-Entonces, ¿Por qué no le dices que Joaquín necesita compañeros de juego de su edad? Sabes que es cierto-las dos ya habían tratado el tema con anterioridad, pero Laura había sido incapaz de explicarle por qué el príncipe prefería no invitar a otros niños al palacio de verano.


-Es el único tema que se niega a tratar -se movió incómoda-. No sé bien por qué. Haría cualquier cosa que pudiera hacer feliz a Joaquín.


-Salvo aquello que ambas sabemos que el niño necesita. Es posible que no quiera que vayan otros niños al palacio de Solano. Pero, ¿Por qué no mientras estamos en la villa? Aquí la situación es más relajada.


-No he sacado el tema desde que llegamos -reconoció.


-Sé que para tí es difícil -en el acto lamentó haber presionado a su amiga-. Después de todo, es tu príncipe. ¿Y si se lo planteara yo? No podrá hacerme mucho más de lo que ya me ha hecho.


-No debes intentar volver a abofetearlo, Paula -Laura pareció leerle los pensamientos.


-Me esforzaré -indicó con solemnidad-, pero no puedo prometer nada. Parece tener una habilidad especial para provocarme.


-En mi experiencia -la niñera sonrió-, las únicas personas que tienen ese poder, son las que alteran más profundamente nuestras emociones.


-Laura, no altera mis emociones y bajo ningún concepto yo perturbo las suyas -suspiró con exagerada paciencia. No pensaba confesar qué era lo que la alteraba.


-Creo que hay un viejo dicho en tu literatura sobre la gente que protesta demasiado -manifestó poco convencida.


-Eres imposible -Paula rió y se preguntó si protestaba demasiado. 


Para tratarse de alguien que no la perturbaba. Pedro estaba en su mente mucho tiempo. La atracción sexual solo explicaba en parte el anhelo emocional que despertaba en ella. Era tan nuevo para su experiencia, que instintivamente se apartaba de él. Descartó la idea. Ya podría preocuparse más adelante de su estado emocional. Por el momento, el bienestar de Joaquín era lo principal.  Una llamada anunció la entrada de una doncella, que le entregó a Paula un sobre con el sello real y su nombre escrito en él. Lo abrió y leyó la nota con curiosidad, observada por Laura.


-El príncipe quiere que me reúna con él en un cóctel que celebra esta noche -comentó-. Eso me dará la oportunidad perfecta para hablarle sobre Joaquín.


-Quizá no sea el mejor momento -Laura pareció atribulada.


-En mi experiencia, ningún momento es el adecuado para mostrar un desacuerdo con su alteza real -manifestó-. Pero por el bien de Joaquín, estoy dispuesta a correr el riesgo.


Pedro miró con desagrado la ropa que le había sacado su mayordomo. Los pantalones negros de algodón perfectamente planchados, la camisa blanca almidonada y la corbata con el monograma real eran lo bastante informales para adecuarse a la naturaleza de la reunión de esa noche, pero seguíansiendo demasiado formales para su gusto. Un hombre de vacaciones no tendría que estar obligado a vestirse de gala a menos que él lo deseara. Comprendió que se había sentido mucho más contento vistiéndose para las cenas que últimamente había empezado a compartir con Paula. Sonrió al recordar la reacción de esta cuando la invitó por primera vez a cenar con él, explicándole que era para oír el informe del día sobre Joaquín, sin saber muy bien si Paula lo creía. Cuando se reunió con él para cenar, estaba tensa, como si él estuviera listo para morderla. Admiraba el modo en que le había plantado cara, como muy pocas personas se habían atrevido a hacer en el reino. Había llegado a la cena ataviado con chaqueta y corbata, y había la encontrado con un vestido de motivos florales cuya única concesión a la formalidad era el largo hasta el tobillo. Al notar el ceño fruncido que él no había podido contener, ella se había ofrecido a cambiarse, pero había sido Pedro quien se había quitado la chaqueta y la corbata.


-Eso está mejor -había comentado ella con tono musical-. Un hombre de vacaciones debería poder vestirse como le apeteciera.


En ese momento se preguntó cuándo había empezado a influir en su manera de pensar. 

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 25

 -Lo intentaré -concedió y vió que eso satisfacía mucho a la niñera- ¿Qué más puedo hacer ahora que tu príncipe Pedro ha recurrido a esa antigua ley para cerciorarse de que no me marche hasta que él lo permita?


-¿Estás segura de que su alteza real no se siente atraído por tí, Paula? Quizá imponerte el vínculo es el único modo en que puede persuadirte de que te quedes hasta que tú sientas lo mismo.


Oír esa posibilidad plasmada en palabras la aturdió y permaneció en silencio mientras la asimilaba. No podía negar lo mucho que la atraía el príncipe. Cuando se hallaban en la misma habitación sus sentidos se crispaban con la tensión de no imaginarlo como amante. Imaginarlo en la cama resultaba demasiado fácil y seductor. Estaba convencida de que haría el amor con la misma potencia que hacía lo demás. El problema radicaba en el resto. Era un monarca dedicado, amado por su pueblo y adorado por su hijo. Pero que pudieran estar bien en la cama no lograría compensar el hecho de tener que compartirlo con todo un país. Irritada consigo misma por haber reaccionado con tanta intensidad a la sugerencia de Laura, movió la cabeza.


-Aunque tengas razón, y estoy segura de que no la tienes, jamás funcionaría, aunque me uniera a él de por vida -perturbada por las imágenes vividas que había invocado la idea de Laura, se levantó y se dirigió al parapeto que separaba la terraza del bosque tropical. Se volvió hacia su amiga-. No puede sentirse atraído por mí. Le desagrada todo lo que hago. A veces creo que le desagradan las mujeres en general, probablemente porque amó tanto a su esposa que no es capaz de soportar la idea de amar a otra mujer y perderla también.


-¿De dónde has sacado esa idea? -Laura la miró desconcertada.


-Es verdad, ¿No? Si no, ¿Por qué iba a mantener el estudio tal como estaba, como si fuera un museo dedicado a ella?


-Por desgracia, te equivocas -Laura movió la cabeza-. El estudio permanece así porque le recordaba cómo debería haber sido su relación, razón por la que ordenó que se cerrara y abandonara. Durante un tiempo yo trabajé para los dos y lo que vi entre ellos no era amor, al menos no por parte de la princesa. Ella era de tu país y, de acuerdo con los rumores de palacio, adoraba la idea de ser una princesa, pero no estaba dispuesta realizar los deberes que se esperaban de ella.


Paula jamás había imaginado que Pedro y su esposa fueran infelices; de hecho, todo lo contrario.  Entonces recordó la expresión de él cuando se le escapó que Sandra no había sido una buena madre. Al parecer tampoco había sido una buena esposa. Entonces, ¿Por qué se sentía tan agraviado con ella? No porque procediera del mismo país, sino porque parecía tan irresponsable como su esposa. Incómoda, aceptó que no le había dado motivos para pensar lo contrario y le había ocultado los detalles de su lucha para mantener unida a su familia cuando su padre las abandonó. Si hubiera sido más abierta con Pedro, ¿La habría tratado de forma diferente? Alarmada, pensó que no quería que lo hiciera. Tanto por él como por el pequeño Joaquín, lamentaba que su matrimonio no hubiera salido bien, pero no tenía nada que ver con ella. Lo único que deseaba era su libertad y él había logrado negársela, al menos durante dos meses.


-No lo abofeteaste de verdad, ¿No? -inquirió Laura. El tono en la voz de la niñera le reveló que la idea, le resultaba casi inconcebible.


-Sí, lo hice -regresó a su asiento-, pero se lo merecía.


-¿Cómo puedes decir algo así? Es el gobernante de nuestro país. Haga lo que haga, es lo correcto, no por costumbre, sino por ley.


-Entonces es hora de que actualicen su costumbres y leyes -gruñó-. No puede ir por ahí besando a sus empleadas por el mero hecho de que le apetece.


No había tenido intención de confiarle eso a Laura, pero no logró contenerse. En vez de parecer conmocionada, la niñera apoyó una mano en el brazo de su amiga.


-Paula, no tiene por costumbre besar a sus empleadas, como tú dices. Que yo sepa, no ha mirado a ninguna mujer desde que murió su esposa. Si te besó, será porque que eres la primera mujer que ha vuelto a despertar sus pasiones.


Paula lo dudó. Pero aunque fuera cierto, las responsabilidades de la vida de Pedro, incluso de vacaciones, la convencían de que no quería formar parte de la familia real. Si su difunta esposa había sentido lo mismo después de casados, eso explicaría muchas cosas.


-Estoy segura de que te equivocas -afirmó-. Me ha vinculado a él para que no pueda marcharme, pero solo como una arcaica manera de castigo. Sin duda, soy demasiado franca e independiente para su gusto y es su manera de ponerme firme. 

jueves, 11 de marzo de 2021

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 24

 -Es estupendo tener a alguien de mi misma edad en la casa real - confesó Laura Myss, la niñera de Joaquín, mientras servía el té para las dos.


Era una mujer bonita de ascendencia francesa y carramereña que le caía muy bien a Paula. Habían establecido la costumbre de disfrutar de un té cada tarde mientras su joven pupilo dormía la siesta. Durante esas sesiones, ella había descubierto lo mucho que tenían en común, incluido su amor a los niños. La niñera también pintaba acuarelas en sus ratos libres y ya había expuesto en una galería de la capital. Le había prometido a Paula que le presentaría al dueño.


-A mí también me encanta tenerte por amiga -convino Paula- Si tú no me hubieras explicado las costumbres de Carramer, estaría perdida.


-¿Costumbres como el vínculo personal? -la miró pensativa.


-¿Por qué lo preguntas?


-En palacio los rumores viajan más deprisa que un incendio. ¿Entonces es verdad que el príncipe te ha vinculado a él?


-Me temo que sí. Cometí el terrible error de darle una bofetada... -no pudo continuar.


-¿Qué demonios te hizo abofetear al príncipe Pedro? -preguntó Laura, palideciendo.


-¿Nunca has estado tan enfadada con un hombre como para actuar sin pensar? -al ver la expresión de la otra, añadió-: No, supongo que no. De hecho, yo tampoco, hasta que conocí al príncipe.


-Y como castigo por la bofetada te sometió al vínculo personal -Laura frunció el ceño-. Algo así casi se desconoce hoy en día, salvo cuando de vez en cuando dos personas desean demostrar lo próximas que están, entonces se conoce como amouvere.


Paula se dijo que tenía que haber otra palabra en Carramer para lo que sentía cada vez que Pedro irrumpía en sus pensamientos, algo que significara pura atracción sexual. El solo hecho de pensar en ello bastaba para acelerarle el corazón. Pero se dijo que no tenía nada que ver con el sentido más profundo que allí le daban a amouvere.


-Estoy convencida de que la palabra no tiene nada que ver con lo que el príncipe planea para mí.


Laura asintió por encima del borde de la taza de porcelana de Limoges.


-Por lo que he oído, un vínculo puede adoptar varias formas diferentes, desde la arcaica forma de unión contractual durante un período determinado de tiempo hasta una forma de compromiso.


-¿Te refieres a compromiso como en el matrimonio? -preguntó alarmada.


-¿Acaso no es el vínculo definitivo? -Laura sonrió. 


-Sin duda, pero resulta poco probable que el príncipe Pedro lo tenga en mente.


-No obstante, el vínculo personal rara vez se impone, salvo en el caso de los amantes.


Paula recordó la expresión seria de Pedro cuando dictaminó la sentencia.


-Anticuado o no, el príncipe lo ha impuesto. Significa que no puedo dejar de trabajar para él en dos meses.


-¿Tan terrible te resulta? Pensé que estabas disfrutando de tu estancia con nosotros.


-Y lo hago -Paula no quería herir los sentimientos de su nueva amiga-, aunque preferiría poder elegir sobre si me quedo o me voy. Esto dista mucho de cómo planeé mi visita a Carramer.


-¿La pintura no va bien?


-Sabes que sí. Jamás había sido más productiva en mi vida -el estudio que el príncipe le había permitido usar estaba bien equipado.


 En su tiempo libre había completado algunos estudios del pequeño Joaquín que satisfacían incluso sus patrones más exigentes. Solo el retrato de Pedro seguía escapándosele.


-Entonces quizá deberías considerar el período de dos meses como un regalo del príncipe y no como un castigo.


Paula suspiró y envidió la capacidad de Laura de ver el lado bueno de las cosas. Claro que estaba casada con el amor de su infancia y no tenía que enfrentarse a una atracción tan poderosa que casi resultaba aterradora. Ni con la idea de que, en lo concerniente a Pedro, sencillamente no existía la posibilidad de vivir «Felices para siempre». 

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 23

 Él rió con poco humor.


-Lo dudo, pero es posible, dado lo que sentí al besarla. Aunque eso en sí mismo es una respuesta, ya que la pregunta cuestionaba si era o no una seductora amoral.


-¿Y lo soy? -se odió por preguntarlo.


-¿Una seductora? -se tomó su tiempo para responder-. Oh, sí, sin lugar a dudas -le alzó la mano y con suavidad le rozó los nudillos con la boca-. En cuanto a amoral, me reservaré el juicio hasta disponer de más... pruebas.


A ella no se le pasó por alto la leve vacilación de Pedro. Retiró la mano y lo miró.


-Como darle esas pruebas demostraría su punto de vista, he de cerciorarme de que eso no suceda, ¿Verdad, alteza?


-¿Está segura de que se halla bajo su control, Paula? Ya la he besado dos veces y en ambas ocasiones podría haberse resistido, pero no lo hizo.


-Es usted el príncipe. No puedo pedirle que desaparezca, ¿No?


-Entonces finja por un momento que no lo soy. Soy Pedro Alfonso, plebeyo, y acabo de besarla. ¿Cómo reacciona?


Ya no fue capaz de contenerse. Antes de pensar muy bien lo que iba a hacer, alzó la mano y apuntó a su mejilla, poniendo en el golpe toda la angustia y confusión que la dominaban. Cuando retiró la mano él se la retuvo en mitad del aire con dedos férreos.


-Supongo que me lo gané -comentó con suavidad.


-Sí -corroboró Paula con la mandíbula apretada. Nunca en la vida había abofeteado a un hombre, sin importar las circunstancias-. Lo siento -susurró, sin saber si se disculpaba por su ira o porque era lo único que podrían compartir.


Le bajó la mano y le apresó el brazo contra la muralla sólida de su pecho. Bajó la vista para mirarla; su expresión expresaba furia por lo que se había atrevido a hacer, pero también algo muy parecido al respeto.


-¿Sabe cuál es el castigo en Carramer por golpear al monarca? -inquirió.


Él la había invitado a tratarlo como lo haría con un hombre que se había tomado libertades con ella, de modo que había recibido justo lo solicitado. Pero lo único que logró fue mover la cabeza con gesto nervioso.


-Se queda vinculado a la casa real el tiempo que el monarca desee -informó.


Nada indicaba que bromeara y Paula sintió un nudo en el estómago ante semejante idea.


-No puede hablar en serio. No puede castigarme por cumplir con sus deseos.


-La invité a exponer lo que pensaba, aunque no anticipé una reacción tan física.


La verdad era que ella tampoco. Aún estaba aturdida por lo que había hecho.


-¿Qué piensa hacer?


-La sentencio a dos meses de vínculo personal conmigo. Será tiempo suficiente para que se arrepienta de su temeridad.


-¿Dos meses? -se quedó boquiabierta-. Solo acepté trabajar para usted un mes.


-Eso era cuando lo hacía por libre voluntad -le espetó él.


-Habla en serio, ¿Verdad? -lo miró fijamente. 


-Intente abandonar el país y lo averiguará -confirmó. 


-¿Quiere decir que ahora soy su prisionera?


-No en el sentido que le da usted. En nuestra sociedad, una persona bajo vínculo puede continuar con su vida normal, pero cualquier clase de actividad social o viaje, incluidas expediciones locales, requieren la autorización de quien controla ese vínculo.


Mareada, se dijo que estaba en un sueño descabellado.


-Soy una mujer libre y hemos entrado en un milenio nuevo. Me niego a aceptar semejantes tonterías medievales.


-Hay una alternativa -sugirió Pedro. 


-¿Cuál? -preguntó, pero sabía que no le gustaría. 


-Puede abandonar el país, pero no se le permitirá regresar.


Era la solución obvia y habría debido saltar de alegría ante la posibilidad de escapar de una justicia tan arcaica. Sin embargo, la idea de no regresar jamás, y de no volver a verlo, la llenó de consternación. Aún le sostenía las manos y el corazón comenzó a palpitarle con fuerza. Dos meses no eran mucho más de lo que había acordado trabajar para él. Significaría agotar casi todo el tiempo de que disponía, y la necesidad de buscar un trabajo cuando regresara a casa sería más acuciante, pero no consiguió convencerse de irse. 


-Me quedaré, maldita sea -aceptó. 


-Sabía que lo haría -su mirada habría derretido el hielo. 

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 22

 -Si es lo que quieren hacer, no se lo puede considerar un sacrificio.


Pedro podría ser el monarca de su país, pero en ese momento le habría gustado golpearlo. Sin embargo, decidió atacarlo con palabras.


-Para usted es fácil decirlo desde su posición privilegiada.


-Hasta ahora eso no le ha impedido decir lo que pensaba. Puede continuar -la desafió.


-¿De verdad? -ladeó la cabeza-. Por decreto real se me permite tener mi propia opinión.


-Paula, ¿Intenta provocarme adrede? -un músculo le tembló en la mandíbula-. Muy bien, reconozco que me equivoqué en los motivos que usted tenía para pintar esta tarde y me disculpo. Pero le sugiero que no ponga a prueba mi paciencia.


Si se hubiera detenido en la disculpa, quizá ella hubiera cerrado la boca, pero la advertencia que añadió la enfureció.


-Es muy generoso al admitir haberse equivocado conmigo, alteza.


-No he dicho que me hubiera equivocado con usted, solo en su conducta de esta tarde. Todo lo que ha manifestado hasta ahora confirma mi conclusión original de que es usted típica de su género: impulsiva, carente de respeto y muy irresponsable. Por desgracia, le gusta a mi hijo, de modo que hay poco que hacer al respecto.


No supo si agradecer o lamentar que el entusiasmo del pequeño la hubiera metido en esa situación. Al mismo tiempo, la irritó que Pedro le recordara que no valoraba su presencia.


-Ya que estamos catalogando mis defectos, me sorprende que no añada que soy una provocadora amoral.


-Como ya la he juzgado mal esta tarde -frunció el ceño-, no quiero arriesgarme a emitir otro juicio sin disponer de más pruebas.


El tono cínico que empleo tendría que haberle servido de advertencia, pero su proximidad la perturbaba tanto, que le fue imposible pensar con claridad. Cuando él apoyó la mano en su nuca, comprendió a qué clase de «pruebas» se refería. Al sentir su contacto, la invadió una oleada de calor y un hormigueo bajó por su espalda. No quería que la tocara, pero la sensación le debilitó tanto las defensas que la negativa se le atragantó.


 -¿Qué está haciendo? -logró susurrar. 


-Recoger pruebas -confirmó con voz tan seductora que la desarmó. 


Cuando él inclinó la cabeza para reclamar su boca, agradeció que la sostuviera con los brazos, ya que si no se habría derrumbado. Saboreó sus labios mientras él le acariciaba el cuello y los hombros, provocándole escalofríos hasta los dedos de los pies. Mientras los labios de Pedro modelaban los suyos, abrió la boca en respuesta automática y el martilleo de su corazón resonó por todo su cuerpo. Fue extraordinario descubrir que no era la única poderosamente alterada por el beso. El momento se extendió tanto que perdió la noción del tiempo a medida que el beso continuaba, ahogándola en unas sensaciones que apenas lograba asimilar. Nadie la había besado jamás como si fuera la única mujer en el mundo. Con lo poco que le quedaba de cordura, se recordó que solo la ponía a prueba. Igual que su familia y todas las personas que habían entrado en su vida, la utilizaría y, cuando ya no la necesitara, la dejaría.


-¿Paula? -preguntó al sentir la tensión que emanaba de ella.


-No quiero -logró decir, aunque todo en ella gritaba lo contrario.


-Podría discutirlo -repuso al captar la verdad no pronunciada-. Pero jamás me he impuesto a una mujer. Y no pienso empezar con usted.


La soltó y ella retrocedió, con la esperanza de que no viera lo conmocionada que se encontraba. Habría sido muy fácil regresar a sus brazos y dejar que invadiera su boca y le quitara la blusa para acariciarle la piel bronceada. Hacía demasiado calor para llevar sujetador, de modo que nada le podría impedir que se saciara con su cuerpo encendido.


-Me alegro -respondió. Jamás se había considerado una persona sensual y prefería manifestar sus sentimientos más profundos a través de la pintura. Se refugió en la evasiva-. De… debería ir a buscar a Joaquín. Su lección ya habrá terminado.


-Antes de que huya, ¿No quiere conocer mi veredicto? -preguntó él en voz baja.


Fuera cual fuere, no podía permitir que le importara.


 -No estoy huyendo. Como su alteza me ha recordado, me esperan deberes en otra parte.


-Pueden esperar unos minutos más. Primero está mi veredicto.


-La verdad es que ya he olvidado cuál era la cuestión-mintió. 

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 21

 -Según su horario, se supone que debe estar con mi hijo, no encerrada en el estudio mientras deja que el tutor de Joaquín asuma sus responsabilidades.


Se quedó muda de asombro. Descuidar a Joaquín era algo impensable. De no haber antepuesto siempre las necesidades de los demás, no habría hecho falta que el médico del palacio le advirtiera de que ponía en peligro su salud. Se había confiado a él y recibido su simpatía y consuelo. Pero, por algún motivo, no se sentía lista para compartir esos detalles con Pedro. Si el príncipe hubiera sabido como era su vida antes de llegar a Carramer, no habría dudado de que ponerse en primer lugar era algo ajeno a ella, tanto que sus acusaciones la obligaron a encogerse.


-Si no tiene nada que decir en su propia defensa -continuó, dándole su propia interpretación al silencio de Paula-, he de asumir que he sacado la conclusión correcta -sonó más decepcionado que enfadado.


Se había acercado un paso y su aliento le hizo cosquillas en la mejilla. Paula no podía creer cuánto le dolía que estuviera tan molesto con ella, en particular cuando no tenía razón para ello. Al notar que el corazón se le disparaba, se dio cuenta de que también le costaba sobrellevar su proximidad.


-No tendría que defenderme -musitó, sin saber cómo había encontrado la voz-. En mi país creemos en la inocencia de las personas hasta que se demuestra su culpabilidad.


-Entonces, ¿Afirma ser inocente?


Ella alzó la cabeza.


-No según usted, alteza. Al parecer entregué a Joaquín a su tutor para concederme la tarde libre. Es evidente que no se le ha ocurrido pensar que podría haber otra explicación.


Al captar el dolor en su voz, él suavizó un poco la expresión.


-Me encantará oír su versión -dijo. 


-No tengo una versión -se encrespó-. Lo que tengo es la verdad. La madre del tutor de Joaquín se ha puesto enferma y necesita algo de tiempo libre para llevarla mañana al hospital. En vez de que Joaquín se perdiera sus lecciones, le pregunté si podía darle clases esta tarde para que Joaquín y yo pudiéramos estar juntos todo el día de mañana.


Era obvio que una explicación tan sencilla no se le había pasado por la cabeza a Pedro, ya que su expresión sufrió un cambio rápido. Los ojos negros le brillaron mientras digería la información.


-De manera que decidió emplear este inesperado tiempo libre para pintar -concluyó.


-Exacto -murmuró, tan dolida que por un momento olvidó con quién hablaba-. ¿Cómo pudo pensar durante un instante que antepondría mis intereses a los de Joaquín?


-Su madre siempre lo hacía. El comentario la desconcertó. Había dado por hecho que el príncipe y su esposa habían sido felices juntos. Nunca se le había ocurrido pensar que la mujer de Pedro podía haber sido una madre menos que perfecta para Joaquín. Hizo que se cuestionara en qué más habría podido equivocarse.


-Estoy segura de que tendría buenos motivos para ello -dijo, sin saber qué decir.


-Las mujeres siempre tienen buenos motivos para justificar su comportamiento, al menos ante sí mismas -repuso el príncipe.


Paula se limpió las manos manchadas en el trapo y se preguntó qué le habría hecho su esposa para que sacara una conclusión tan cínica, o si solo se trataba de un prejuicio general contra las mujeres. Quizá su educación real lo había vuelto menos tolerante con los seres humanos corrientes.


-No todas somos iguales -por algún motivo, sintió la necesidad de defender a su género.


-¿No? -enarcó una ceja.


-De hecho, algunas tenemos un sentido de la responsabilidad desarrollado en exceso -suspiró frustrada.


-Imagino que habla por sí misma.


-Hablo por muchas mujeres que conozco -insistió-. ¿Qué me dice de todas las esposas y madres que sacrifican sus propios sueños y ambiciones con el fin de cuidar a sus familias? 

martes, 9 de marzo de 2021

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 20

Su intención había sido demostrarle que la superaba en todos los sentidos, pero algo había salido mal. En vez de inclinar su cuello rígido, ella había respondido con una pasión honda que habría jurado que la había sorprendido. Desde luego, a él si lo había asombrado tanto como su propia reacción. En cuanto la tomó en brazos, su necesidad de dominio se había evaporado, sustituida por una necesidad biológica más urgente y antigua. Si era sincero consigo mismo, había querido hacerle el amor. Había requerido todo su autocontrol para marcharse de la habitación. Así no iba a ninguna parte. Inquieto como un tigre al acecho, se levantó y se estiró. El despacho daba a la piscina y a los jardines. A esa hora del día, por lo general, veía a Paula jugando con Joaquín abajo. Sintió preocupación al comprobar que no estaban en el jardín. Se acercó al teléfono, sin creer que se hubieran quedado dentro con el buen tiempo que hacía.


-¿Dónde están la señorita Chaves y mi hijo? -preguntó a su ayudante.


La respuesta no fue la que había esperado oír y tuvo que contener el impulso de colgar con fuerza. Se detuvo el tiempo suficiente para apagar el ordenador antes de ir en pos de Paula y de una explicación. « ¿Por qué el cuadro no sale tal como lo tengo en la mente?» Con furia limpió el lienzo con un trapo con aceite hasta borrar casi todo el trabajo de la tarde.


-Pedro Alfonso, eres un hombre difícil de retratar -musitó. 


El lienzo representaba el último de los diversos intentos desastrosos por plasmar al príncipe tal como ella lo veía, el arquetipo del hombre de Esparta y de Atenas, que se decía que combinaba con igual facilidad al artista y al guerrero. Antes de borrar el cuadro había logrado captar la magnificencia exterior del modelo, pero sus cualidades interiores se le escapaban, junto con su relajada masculinidad. Contempló el lienzo. Incluso con los detalles borrados, el perfil trazado sugería un hombre con el que había que contar. Acercó un dedo manchado de pintura adonde debería haber estado el rostro y con lentitud trazó sus rasgos. Suspiró y recogió el pincel.  Le costaba dibujar su boca sin recordar las sensaciones que le habían producido los labios de Pedro. Apretó los dientes y se esforzó por encarar su tarea con objetividad, aunque sospechaba que fracasaría. ¿Cómo conseguían los artistas pintar a sus amantes? Algo de lo que compartían debía reflejarse en la obra y, si era tan tormentoso como lo suyo con Pedro hasta entonces, no le extrañó estar bloqueada. Con furia se recordó que no era su amante. Era el monarca absoluto de ese país y ella su empleada. Después de algunos intentos, dejó a un lado el pincel.


-Debes reconocer que te has encontrado con un rival imbatible -se dijo a sí misma en voz alta.


-Ni yo habría podido exponerlo mejor.


Sorprendida, giró para encontrar a Pedro de pie en la entrada del estudio. Sus hombros anchos prácticamente llenaban el umbral. La estancia era bastante amplía, pero había acercado el caballete a la puerta para aprovechar al máximo la luz natural y tenerlo tan cerca despertó la inquietante sensación que él le producía. Quiso alejarse, dejar espacio entre ellos. Cuando se hallaba tan próxima a él le costaba respirar y ordenar sus pensamientos. No pudo evitar reconocer que estaba tal como le gustaría tenerlo en el retrato, salvo por la furia que, sobresaltada, descubrió en sus ojos.


-¿Sucede algo? -preguntó con súbita alarma-. ¿Joaquín se encuentra bien?


-Está con su tutor, como usted bien sabe -soltó Pedro.


-Lo sé -su ira la desconcertaba-. Yo misma lo arreglé.


-¿Para poder salpicar el lienzo de pintura sin que  la molestara? -frunció el ceño con expresión ominosa.


Paula descubrió que enfadarse no era una prerrogativa de la realeza.


-En primer lugar, Joaquín jamás me molesta. Disfruto del tiempo que paso con él -espetó-. Jamás dejaría a un niño a mi cuidado con otra persona para quitármelo de encima. Y en segundo lugar, no salpico.


Pedro entró en el estudio y observó con ojo crítico el lienzo manchado.


-¿Cómo llama a esto? ¿Arte moderno? -Lo llamo fracaso -respondió con orgullo-. Pero eso no significa que yo haya fracasado, al menos todavía no. Lo seguiré intentando hasta conseguir el retrato tal como yo lo quiero.


 -¿Y si no lo logra? 


-Entonces quizá me vea obligada a reconocer mis limitaciones. Pero le aseguro que quedan muchos intentos hasta llegar a esa fase.


«Menos mal que he borrado los rasgos más reconocibles antes de que entrara», pensó cuando él asintió a regañadientes. ¿Era su imaginación o en sus ojos había un destello de admiración? En ese caso, no tardó en desaparecer.


Conquistar Tu Corazón: Capítulo 19

La reprimenda fue suave, pero por algún motivo la molestó, aunque aceptó que estaba justificada. Como maestra sabía que primero debía hablar con los padres.


-Lo recordaré.


Él se inclinó un poco hacia delante y el movimiento lo acercó demasiado a ella en el espacio reducido del vehículo.


-¿Enfurruñada, Paula? No es propio de usted. 


-No estoy enfurruñada - negó con pasión, sintiendo que se sonrojaba-. Pero pensé que con la riqueza que se dice que posee, patrocinar a un koala no le supondría ninguna dificultad.


-No se trata de dinero -suspiró-, sino de prioridades. La familia real podría recibir críticas por anteponer el bienestar de unos animales al de un jardín de infancia o un hospital, por poner un ejemplo.


-No pensé en ello -reconoció-. Pero tiene razón. Por suerte no me quedaré mucho tiempo para causarle demasiados problemas.


-Ya me ha causado más problemas de los que una sola mujer tiene derecho -afirmó, sorprendiéndola. 


-¿Por el modo en que irrumpí en su vida?


-En parte -asintió-. Pero principalmente por los rumores que su presencia en la villa evidentemente ya ha desatado. Acabo de hablar con un miembro de mi gobierno y me ha informado de que se especula con el papel que desempeña usted en mi vida.


Un calor extraño la recorrió y tuvo ganas de estirarse como una gata, pero eso la habría puesto en contacto con las largas piernas del príncipe, de modo que permaneció quieta. .


-Podría poner fin a esos rumores abandonando la villa para continuar con mis vacaciones -se ofreció, negándose a pensar en lo duro que le resultaría.


Se sintió aliviada cuando el silencio de Pedro descartó la idea. 





Irritado, Pedro se preguntó dónde estaba escrito que el jefe de un estado también tenía que ser contable. ¿Por qué no aprobaba esos documentos en vez de repasar el lenguaje denso de los economistas? La respuesta era sencilla. No creía en eludir las responsabilidades, sin importar lo onerosas que pudieran ser. Rió entre dientes y pensó en la desaprobación que le mostraría su padre si pudiera leer sus pensamientos rebeldes. Desde luego, su progenitor no había tenido que enfrentarse al mundo cada vez más complejo y globalizado. Durante el reinado de su padre, el problema más difícil al que había tenido que enfrentarse había sido el de convencer al pueblo de aceptar a los turistas. Su mente parecía dominada por una turista en particular. Paula Chaves llevaba ya en el palacio de verano una semana, y creía que sus dificultades para centrarse en los problemas de estado habían surgido desde su llegada. No solo se debía a su belleza. Conocía a muchas mujeres que poseían una belleza convencional superior a la de la nueva acompañante de su hijo, pero ella se movía con la gracia inconsciente de una bailarina. Y parecía disfrutar rebelándose contra su autoridad a la mínima oportunidad que se le presentaba; sin embargo, aquellos combates verbales le resultaban estimulantes. No reconocía el dominio de ningún hombre, lo cual hacía que se sintiera tentado de demostrarle que él era la excepción. ¿Sería la tentación de la fruta prohibida? Como monarca de Carramer, la verdad era que pocas cosas le estaban prohibidas. Quizá debiera concederse más tiempo en su compañía hasta que descubriera los defectos que sin duda tenía. Entonces tal vez pudiera desterrar la desazón que lo dominaba cuando pensaba en ella. Aunque era jugar con fuego. Si la conocía aún más, tal vez resultara todavía más fascinante. Frustrado, golpeó el escritorio. Ya la había besado: ¿Hasta dónde quería llegar? Su mente insistía en imaginar a Paula con el camisón escueto, de pie junto a la cama en la suite rosa, con las piernas largas y esbeltas a punto de cederle. No obstante, había seguido desafiándolo hasta que la tomó en brazos y reclamó su boca.