martes, 2 de enero de 2018

Irresistible: Capítulo 45

—Camila y  yo  nunca  seremos  nada  más  que  amigos, excepto,  quizá, cuñados.  No  puedo creer que no  supieses  que  los  besos  que  compartimos  tú  y  yo  eran  para  siempre. Eres la mujer que quiero, Pau. Un hogar e hijos también, pero mientras te tenga a tí el resto no importa.

—No puedo creerlo —dijo ella sollozando.

—Créeme.  Hace diez  años eras  la  única que me  quería,  y  yo  te aparté  de  mí.  Después huí lo más deprisa que pude de los recuerdos.

—Pero eran malos...

—Todos no —dijo Pedro—. Los recuerdos que tenía de tí, no.

—¿Y Camila?

—Camila es  una  buena  amiga,  y  verla  de nuevo me  ha  ayudado  a hacer las paces  con el pasado. Siempre le estaré agradecido.

—¿Por qué?

—Por ayudarme a darme cuenta de lo mucho que te amo.

—¿Cómo?

—No estaba celoso —dijo como si aquello lo explicase todo.

—¿A qué te refieres?

—La  ví  con  Gabriel y  no  me  molestó.  Pero  siempre que  te veía  a  tí  con  otro  hombre, por inocente que fuese la situación, me daban ganas de golpearlo.

—No tenías ninguna razón para estar celoso.

—¿Por qué?

—Porque te amo, Pedro—dijo ella.

Aquellas palabras tuvieron un eco extraño en el ambiente, pero lo único en lo que ella podía pensar era en Pedro. Mientras Paula lo miraba a los ojos, oyó cómo la multitud empezaba a cantar. El sonido se  fue  haciendo cada  vez  más fuerte,  y  pasaron  unos  instantes  antes  de  darse cuenta de lo que decían.

—¡Bésala!

—Ahora sí  funciona el  maldito  micrófono  —dijo  Pedro  mirando  furioso  a  los  espectadores  en  las  gradas. 

Tomó  a  Paula de  la  mano  y  se  marcharon  al  otro  lado  del granero.

—Creo que ha funcionado a la perfección —dijo ella—. Cuando hablaste por él, sonó  como  si  estuvieses  diciendo  que  ibas  a  montar  en  el  toro.  Por  eso  vine  a  buscarte, para que no cometieses una tontería.

Pedro se arrancó  el  micrófono  y  lo  tiró  al  suelo.  Después,  la  estrechó  entre  sus  brazos y la besó.

—Cásate conmigo, Pau—dijo tras unos instantes—. Quiero pasar el resto de mi vida haciéndote feliz.

—Pero,  Pedro—dijo  ella—,  tú  te  marchas cuando todo esto termine,  y  yo no puedo irme; mi vida y mis raíces están aquí, en el rancho.

—No te he pedido que te marches. Y tú no me has pedido que me quede —dijo, y su sonrisa era seductora, maravillosa y esperanzadora.

—¿Te  quedarás  conmigo?  —le  preguntó—.  Sé  que no tienes  buenos  recuerdos  de Destiny, pero...

Pedro puso un dedo sobre sus labios.

—Sin  peros.  Los  únicos  recuerdos  que  me  importan  son  los  tuyos.  Puedo  trabajar  en  cualquier  parte,  pero  no  puedo  vivir  sin  tí.  Solo  seré  feliz  mientras  estemos juntos.

Paula apoyó la cara sobre el pecho de Pedro y se abrazó a él.

—Supongo que es cierto lo que dicen.

 —¿Qué dicen?

 —Que  siempre  puedes  volver  a  casa.  Quizá  sea  por  eso por lo que no  puedes  escapar de Destiny.

Pedro se rió.

—He estado huyendo demasiado tiempo, de la ciudad y de la verdad.

—¿Cuál es esa verdad, Pedro?

—Que mi destino es amarte.

—Y el mío amarte a tí —dijo ella.

¿Destino?  ¿Sino?  ¿Karma?  Paula no  sabía  cómo  llamarlo,  pero  estaba  más  agradecida de lo que podía expresar a la fuerza que había devuelto a Pedro Alfonso a sus brazos.




FIN

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