martes, 16 de enero de 2018

Eres Mía: Capítulo 15

—No legalmente... —se fue dirigiendo hacia la puerta a medida que el cuerpo de él ocultaba el sol—. Hice que te declararan muerto.

—¿Qué?

—Estás muerto, Pedro. Por lo que respecta al mundo, estoy viuda.

Él hizo una mueca.

—No  son  más  que  tonterías.  Estoy  aquí...  vivo...  y  sigues  siendo  mi  esposa  —de pronto estableció la conexión—. Declarado muerto. Por eso congelaron mis cuentas.

La expresión de sus ojos le heló la sangre.

—Sí, hasta que se ejecute tu patrimonio. Luego se repartirán tus posesiones —había olvidado mencionarle la cita del día siguiente en el banco—. Pedro...

—Y  tú,  desde  luego,  lo  heredas  todo...  Ahora  entiendo  tu  motivación  para  que  me  declararan oficialmente muerto.

—Pedro, yo no necesito tu dinero. Tengo mi herencia, un trabajo...

—Que papito te consiguió —se mofó.

—Jamás  me  importó el  dinero.  Los  contactos  de  mi  padre  puede  que  ayudaran  en  mi  presentación  en  el  museo,  pero  conseguí  mi  trabajo,  y  todos  los  ascensos  que  he  obtenido,  en  base  a  mis  méritos.  Soy  responsable  de  mi  propio  éxito.  No  me  puedes  arrebatar  eso  —se  apartó  unos  mechones  de  la  cara—.  He  arreglado  una  cita  con  el  banco para mañana a primera hora.

—Será  mejor  que  llames  a  los  abogados  para  que  también  anulen  la  orden  del  tribunal que me declara muerto —gruñó.

Paula asintió.  El  súbito  silencio  que  reinó  entre  ellos  solo  ayudó  a  potenciar  la  conciencia que tenía de cada movimiento que hacía él. Dió un paso leve hacia la puerta. Pero Pedro llegó primero. Se  acercó  hasta  que  ella  quedó  pegada  contra  el  cristal.  Se  paralizó  al  ver  que  se  inclinaba.La rodeó su aroma familiar; aspiró la fragancia de él y se le aflojaron las rodillas. Pedro entreabrió los labios y Paula recordó el placer que esa boca le había dado en el pasado.Sintió un cosquilleo por la espalda que aportó una urgente percepción eléctrica que realmente no necesitaba.Y supo que Pedro iba a besarla.Dejó de respirar. La supervivencia quedó ahogada por una emoción más poderosa. Pedro susurró  su  nombre  y  ella  sintió  un  palpitar  en  la  parte  baja  del  vientre.  Sin  pensarlo, se humedeció los labios. Pedro exhaló y los músculos de Paula se tensaron. Ya podía sentir su boca... probarlo.La última vez que había experimentado ese nerviosismo sin aliento había sido en la Capilla del Amor en Las Vegas. Pero entonces la esperaba un mundo nuevo. Esperanza. Y  felicidad.  Habían  estado  enamorados,  no  había  existido  esa  tensión  afilada  como  el  mejor acero.

Había sabido que esa huida a Nevada representaría problemas, pero había tenido la seguridad  de  que  su  padre  le  perdonaría  no  celebrar  una  boda  lujosa,  llena  de  invitados a los que apenas conocería. La boda en Las Vegas no había sido ni especial ni íntima, pero su corazón había estado con Pedro. Después de todo, lo amaba.Era suyo para siempre. Lo había sido desde aquel primer momento en la subasta en que le había aconsejado que no pujara por las monedas romanas falsas.En  ese  momento,  el  dedo  pulgar  de  él  se  posó  en  su  labio  inferior  húmedo.  Su  lengua probó esa piel áspera. Sabía a sal y a almizcle. A hombre excitado. Con  el  corazón  desbocado,  Paula se  derritió.  En  esa  ocasión  le  lamió  el  dedo  pulgar  con  lenta  deliberación.  Hizo  remolinear  la  lengua  en  el  pliegue  suave  que  separaba  el  pulgar del dedo índice.Tenían una segunda oportunidad.Iba a salir bien... entre los dos podían hacer que funcionara. La  boca  bajó  sobre  la  suya.  En  contraste  con  la  pasión  ardiente  que  dominaba  a  Pedro,  el  cristal  de  su  espalda  estaba  duro  y  fresco.  Él  movió  los  labios  y  ella  dejó  escapar un gemido. El beso se ahondó. Paula subió las manos por la camiseta de Pedro y le acarició la nuca. La presión de la boca de él cesó de golpe. Ella abrió los ojos. Pedro retrocedió,   estableciendo   distancia   entre   ambos,   con   un   conocimiento   horrible en sus ojos.

—Bueno... será mejor que me vaya... no has parado de decirme todo el trabajo que tenías y yo te impido ejecutarlo. Y pensándolo mejor, le daré órdenes a mis abogados para  que  cancelen  ellos  la  orden de mi  fallecimiento.  De ese  modo  no  te  quitaré  tu  valioso tiempo.

Canalla...De  modo  que  sabía  que  lo  deseaba.  Qué  humillante.  Iba  a  dejarla  colgada  de  esa  manera... hambrienta de él. Cerró las manos con fuerza, decidida a contenerse y a no suplicarle que la besara... una vez más.Con  qué  facilidad  había  derribado  las  barreras  que  había  intentado  levantar  en  torno a él. Con qué facilidad ella se había olvidado de Candela...Él volvió a inclinarse hacia ella.

—Toma esto como una advertencia —le gruñó al oído.

Negándose a amilanarse, no se movió. Pedro apoyó la yema de su dedo índice bajo el mentón de ella y se lo alzó, obligándola a mirarlo a los ojos.

—Disto mucho de estar muerto. Y así como quizá estés planeando casarte con otro hombre, sigues deseándome a mí. Piensa en eso... porque es en lo único en lo que voy a pensar yo... toda la noche.

Sin darle la oportunidad de responder, la soltó, dió media vuelta y se fue. Mordiéndose  el  labio  inferior,  contuvo  el  sollozo  que  amenazaba  con  salir  de  su  garganta.En el despacho reinó el silencio. Encorvó  los  hombros.  Demasiado  extenuada  para  moverse,  apoyó  la  cabeza  en  el  frescor del cristal y deseó con toda su alma no tener que volver a ver jamás a Pedro.Canalla arrogante. ¡No se merecía su lealtad!Ni siquiera tenía manera de contactar con él... tendría que esperar que la llamara.Al menos había tenido el valor de quebrar un vínculo con él y quitarse la alianza. De  pronto  sintió  una  oleada  de  adrenalina.  Aún  podía  visualizar  el  lugar  donde  lo  había  dejado  en  la  encimera  de  granito.  Se  había  secado  las  manos,  pero  después  había olvidado recoger el anillo.En  el  momento  en  que  abrió  la  puerta  de  los  aseos  femeninos,  el  corazón  le  martilleaba. Con pavor posó la vista junto al lavabo.La alianza no estaba.

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