Cuatro días más tarde, Paula estaba sentada en las gradas, sola, mirando el ruedo iluminado por los poderosos focos. El olor a maíz tostado, cacahuetes, perritos calientes y algodón dulce se mezclaba en el ambiente. Gastón White y Abril Richter, sus dos jóvenes empleados, iban a ganar la competición. Se sentía orgullosa de ellos, y aplaudió fervientemente cuando los anunciaron como ganadores. Entonces vió a Pedro. Cuando entró al ruedo, Paula se dió cuenta de que cojeaba ligeramente. Debía de estar cansado. El pulso se le aceleró, y se dió cuenta de que la descarga de adrenalina que le provocaba verlo era mucho más excitante que cualquier otra cosa que hubiese experimentado. Aunque su corazón estaba roto, sabía que encontraría fuerzas para continuar, pero la parte de ella que solo podía amar a Pedro se había helado.
—Vamos a tomarnos un descanso mientras allanamos la tierra para la siguiente competición —dijo Pedro a través del micrófono—. Antes, quisiera anunciar que la reina del rodeo de este año es Abril Richter. ¡Ven, Abril! La bonita chica rubia se acercó al centro del ruedo y Pedro le colocó la tradicional corona.
Abril le dijo algo y él asintió.
—Abril quisiera dar las gracias a sus padres y familia por todo su apoyo. Enhorabuena, Abril.
Cuando Abril se marchó, Pedro continuó.
—Quisiera dar las gracias a algunas personas por haber ayudado a poner todo esto en marcha: a la asociación de rodeo de enseñanza secundaria, a Gabriel O'Connor por la vigilancia, a Marcos Hart por los suministros.
El sonido de su voz, su aspecto, alto, confiado y fuerte, le hizo a Paula darse cuenta de que era el hombre perfecto para su hermana. Pero a ella ya no la necesitaba, y aquel pensamiento le resultó tan doloroso que se le cortó la respiración. Paula se puso de pie y se bajó de las gradas.
—También me gustaría dar las gracias a Paula Chaves por ceder el rancho Círculo S para el rodeo. ¡Un fuerte aplauso para ella antes de que se marche!
¡La había estado observando! El sonido de los aplausos llenó el ambiente y Paula se puso colorada, pero se dió la vuelta y saludó a los asistentes. Después, Pedro promocionó el rancho a través del micrófono, y a Paula se le llenaron los ojos de lágrimas, así que se alejó rápidamente del ruedo. No quería llorar en público. De alguna manera, aquello le dolía más que el rechazo de hacía diez años. No podía esconderse tras la furia. No podía escudar sus sentimientos en el resentimiento. Un dulce y considerado Pedro Alfonsoera lo que más daño le hacía. Porque lo amaba y él nunca la correspondería.
Por el altavoz oyó que Pedro estaba anunciando algo. —... demostración de rodeo en el centro del ruedo conmigo.
Paula sintió que se le formaba un nudo en el estómago; rápidamente se acercó al ruedo con un solo pensamiento en la cabeza: detenerlo antes de que se montase sobre una tonelada de problemas. ¿Es que se había vuelto loco? ¿O estaba celoso por haber visto a Camila y Gabriel sentados juntos en las gradas? ¿Se repetiría la historia de diez años atrás? Pero ahora se arriesgaba a hacerse daño en la pierna. Incluso podía perderla. Además, hacía años que no se montaba sobre un toro y había perdido práctica. Diez años atrás, Paula no pudo dejarlo en paz porque sentía miedo por él; ahora estaba aterrorizada por el hombre al que amaba.
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